Por Guillermo Ceballos Serra
“El ser humano es un fin en sí mismo” Immanuel Kant
Cuando me invitaron (1) a escribir sobre la situación de las mujeres a
días del 8 de marzo, sentí que me habían puesto frente a un interesante desafío
porque es un tema en algunos sentidos paradojal. Estamos frente a la
problemática de como integrar plenamente a las mujeres en sociedad en plena
igualdad; objetivo que, en mi opinión, intelectualmente comparte la gran mayoría
de las personas en occidente (aunque culturalmente no termine de consolidarse),
pero que, aun siendo compartido, genera acciones y reacciones que dividen en
vez de integrar, inclusive entre mujeres.
No tengo una maestría en el tema que permita hablar con alguna autoridad
académica. Puedo en cambio, compartir mi vivencia personal sobre el tema que,
por cierto, nunca percibí de modo conflictivo. La sociedad está integrada por
hombres y mujeres, naturalmente complementarios. Con los años tomé conciencia
sobre una minoría de personas que no se percibe dentro de esas categorías. También deben tener por derecho su lugar en
igualdad.
Nací en una familia donde los de mi generación, formábamos una mayoría
masculina casi absoluta. Como corresponde, la madre naturaleza lo compensó en
la generación siguiente; en mi caso, la vida nos regaló dos hijas y pasé a
aprender cada día de ellas y sus vivencias. En el primer embarazo. decidimos no
conocer anticipadamente el sexo del bebé, pero si decidimos, que fuera cual
fuera el sexo, lo/la educaríamos exactamente igual, sin distinción alguna.
Cuando mi hija mayor medía menos de un metro empezó a escuchar una
frase continuamente, que luego fue repetida a su hermana menor: “No hay nada
que no puedas hacer por ser mujer”. “No hay nada que no puedas hacer por ser
mujer”.
Pocos años después, comenzó a escuchar la segunda idea, no una frase sino
un concepto, aludiendo a que, estudiando y trabajando tendría independencia
económica y podría tomar sus propias decisiones por eso, aunque tuviera hijos,
tenía que seguir trabajando.
Hicimos que aprendieran un segundo idioma, porque el mundo se estaba
achicando, las enviamos a un colegio mixto para que familiarizarlas a la
convivencia y laico (no antirreligioso), para evitar esencialmente la noción de
la culpa. No fue por cierto el modelo educativo que tuvimos, efectivo para
nuestra época, pero no para la década del noventa que se iniciaba.
Ciertamente, no representaba un ideario “revolucionario”, pero para
poner las cosas en contexto, cuando pensábamos y hablábamos de estas cosas, recién
empezaba internet en los hogares, apenas había unos pocos celulares gigantes y
por cierto no había aplicaciones para nada.
Mi esposa y yo, definimos estos temas sin haberlo analizado en
términos de igualdad de género, sino intuitivamente, simplemente como padres
que buscan que sus hijas puedan aprovechar o crear oportunidades para su
desarrollo personal y profesional. Sin
tenerlo específicamente presente, intentábamos acortar para nuestras hijas, las
brechas que aún persisten entre hombres y mujeres.
La igualdad de género es un derecho humano,
significa que no hay roles específicos, ni una “descripción de puestos” para
hombres y mujeres en la sociedad, (no hay nada que no puedas hacer por ser
mujer), sino
que hombres y mujeres tienen el derecho a acceder a las mismas oportunidades de
desarrollo personal, educación e independencia financiera, sin otra limitante
que su propia capacidad y esfuerzo invertido.
¿Cómo está la situación en el mundo?
El World Economic Forum emitió el Global Gender Gap Report
2020 (Informe mundial sobre la brecha de género), con datos del 2019, donde
entre sus principales conclusiones sostiene: “A nivel mundial, la distancia
media (ponderada por población) completada hasta la paridad es del 68,6%,
que es una mejora
desde la última edición. Hasta la fecha, todavía hay un 31,4% de brecha
de género promedio que aún no se ha cerrado a nivel mundial. El aumento
positivo de la media global la puntuación se traduce en varios países que
avanzan hacia la paridad de género (aunque a menudo a un ritmo lento): 101 de
los 149 países cubiertos tanto este año como el pasado año han aumentado sus
puntuaciones”.
El World Economic Forum ha desarrollado el Global Gender Gap Index
[1]
(Índice Global de Brecha de Género) que fue introducido por primera vez por en
2006 como marco para capturar la magnitud de las disparidades de género y el
seguimiento de sus progreso en el tiempo.
El Index compara las brechas nacionales de género en base a: Oportunidades
y Participación Económica, Logros educativos, Salud y Supervivencia y
Empoderamiento Político. Cada uno de estos ítems requiere decisiones y
acciones concretas en base a datos e información concreta y circunstanciada.
Hasta la fecha, ningún país ha logrado la
plena paridad de género. Los cinco países principales han cerrado al menos el 80% de sus
brechas y el de mejor desempeño (Islandia) ha cerrado el 87,7% de sus brecha
hasta ahora. El top ten mundial incluye
cuatro países nórdicos (Islandia 1º, 2º Noruega, 3º Finlandia y 4º Suecia).
Argentina ocupa la posición # 30 con 74,6% de cierre de brecha. El índice
evalúa 153 países.
Al proyectar las tendencias actuales hacia el
futuro, la brecha de género global general se cerrará en 99,5 años, en
promedio, en los 107 países cubiertos de forma continua desde la primera
edición del informe. La falta de progreso en el cierre de la brecha de Participación
Económica y Oportunidades lleva a una extensión del tiempo que será necesario
para cerrar esta brecha.
Pensar en alcanzar la igualdad de género a 100 años vista es
sencillamente deprimente. Pero es una proyección aritmética de velocidad de la
situación actual, cuando en realidad, vivimos en un mundo de cambio
exponencial, por lo que creo que estos tiempos se acortarán sensiblemente.
También debemos considerar que los cambios culturales son
sensiblemente más lentos que el resto, por lo que el dialogo y la
persuasión, son mucho más efectivos que la confrontación constante.
Cualquier persona agredida en una marcha por alguna idea determinada, jamás se
cuestionará las propias si es agredido sin motivo por quienes quieren abrirse
camino con las nuevas ideas.
Las personas, somos, como diría Ortega, con nuestras circunstancias.
Vemos la realidad a través de los anteojos que usamos y desarrollamos desde
nuestro nacimiento. El primer paso es entender que no hay un único par de
anteojos y que hay espacio para todas las preferencias individuales que
respeten las de los otros.
Me imagino un mundo más pleno y más justo donde la colaboración e
inclusión sea la regla y no la confrontación. Ningún individuo de la especie
humana debe ser excluido de cualquier bien y de ningún derecho a causa de su sexo.
Veo si, que los hombres tienen mucha más tarea por delante para eliminar sesgos
culturales ancestrales. Veo también, que las manifestaciones de feminismo
radical, que desprecian la figura masculina, lograrían mejores resultados
moderando sus postulados extremos.
Asimismo, bregar por la igualdad y la integración desde el lado
femenino, no implica para ellas, la aceptación de una doctrina monolítica, que,
de no aceptarse integralmente, las coloque en herejía. Elegir un modelo de vida
tradicional, oponerse al aborto o cualquier otra idea del “dogma” que no se
comparta, no significa no que persigan el ideal de igualdad intensamente.
Integrar es respetar integralmente las ideas y las decisiones de las
personas, con más razón, cuando se trata del ejercicio del respeto de las
diferencias por parte de quienes lo demandan.
Cerrar la brecha de género reparará injusticias, enriquecerá a las
sociedades en conjunto e individualmente.
Ninguna sociedad puede desarrollarse plenamente si el 50% de sus
integrantes no puede participar al 100 % de sus posibilidades.
Volviendo a donde empecé. Nos
sentimos orgullos y felices por lo que han logrado y los proyectos que
emprenden nuestras hijas. Las formamos como nos pareció que era el mejor modo
para prepararlas para el mundo, intuitivamente, sin conocer esta problemática
hoy tan candente.
Quizás correspondería que ellas escriban un próximo articulo diciendo que piensan. ¿Me sorprenderé mucho?
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