Por Guillermo Ceballos Serra
Muchas
veces enfrentamos situaciones donde alguien decide despedir o solicita la
participación de algún funcionario de recursos humanos para participar en
el despido de algún colaborador de quien
solicita nuestra ayuda. Las razones de esta decisión o solicitud, son variadas,
pero podrían resumirse en baja performance o productividad, conflictividad con
el equipo (jefes, colegas, subordinados) o dificultad para relacionarse con
otros sectores de la organización.
A
poco de indagar sobre la situación, muchas veces surge un hecho sorprendente,
muy pocas veces los jefes han hecho algo para enmendar la situación.
Directamente no han hablado, han rumiado encono por la situación y deciden por
una situación de “gatillo fácil corporativo” (el despido), sin haber intentado
solucionar el problema.
Sucede
que en nuestra vida diaria, el conflicto es tan natural al ser humano como el
aire que respiramos. Transcurrimos por la vida con como diría Ortega y Gasset ,“nuestras
circunstancias” a cuestas, dejando una estela expansiva a medida que avanzamos.
Lo curioso, es que normalmente, no nos percatamos de que las demás personas
circulan con idéntico bagaje, por lo que, es natural que el cruce de “estelas” que
se conectan en un punto, generan un
“conflicto”, ¿puede esto sorprendernos? Claramente no, o al menos, no debiera.
Conflicto y
negociación, son las dos caras de una
misma moneda. La
negociación es el modo humano de resolver las controversias. Sin embargo, aun
no pudiendo evitar los conflictos, intentamos muchas veces eludir la negociación;
nos abstenemos de ser parte del equipo de la solución.
Evitamos
la negociación porque de alguna manera caemos en una suerte de pánico escénico.
Toda negociación comienza con una negociación, formal o informal, sencilla o
compleja, pero siempre una conversación es el paso inicial. Hay conversaciones
por diversos motivos nos resultan más complicadas que otras, más allá que por
algún interés superior, alguna convenga eludirla, lo que corresponde es
afrontarla, lo que constituye el primer paso a la solución del conflicto.
El
primer punto a considerar es la carga de emotividad que esta charla puede
acarrear. Esta proviene de que la conversación definitivamente nos importa, hay
algo valioso para nosotros en juego y muy probablemente evitar el momento no
hace más que cargar negativamente las tintas de la situación existente.
Quienes
han profundizado sobre este tema, sostienen en estas situaciones complejas
encontramos: a) el debate de los hechos, que paso, quien fue, donde, cuando,
etc.; b) el debate sobre los sentimientos, como manejar los propios y los
ajenos; c) el debate sobre nuestra
propia identidad, como quedamos después de la conversación? (“Difficult conversations: How to discuss what matters
most”, D. Stone, B. Patton, S. Heen).
Estos
tres planos en situaciones relevantes para nosotros, resultan particularmente
estresantes y dificultosas, por ello han prosperado en las escuelas de negocio
y programas de capacitación, no lo solo los programas de negociaciones, sino
también, los de cómo encarar conversaciones difíciles.
Incurrimos
en estas “evasiones” no solo frente a problemas serios, también entrevista de
evaluación de desempeño puede generar idéntica dificultad. No somos proclives a
dar retroalimentación del desempeño formal o informal. ¿Cómo podemos esperar
que algo cambie si no indicamos al colaborador que hay que actuar de manera
diferente? ¿Cómo podemos esperar resultados diferentes si mantenemos
comportamientos, personas y estructuras inalterables?
Evidentemente
suministrar feedback periódico contribuye a disminuir tensiones (a pesar de la
tensión previa), puesto que pone en blanco y negro lo que podría ser hecho de
mejor manera, el comportamiento deseado y los resultados esperados. Estos
encuentros claramente contribuyen a generar un ámbito de confianza entre
líder y colaborador, generando un
espacio de sinceramiento y compromiso creciente.
Es
imperativo para las organizaciones abandonar prácticas tendientes a sustituir
las personas con dificultades en forma inmediata antes que invertir
profesionalmente el tiempo en orientar a los colaboradores sobre cómo encarar
los problemas. Porque en definitiva, si no fuera así, ¿cuál es la función del
líder?