NOVIEMBRE 2024

lunes, 13 de julio de 2015

RECURSOS HUMANOS DEBE SER (RE) NOMINADO


Por Guillermo Ceballos Serra

El verbo nominar tiene, entre otros significados, el de “dar un nombre a una persona, a un animal o cosa”. Dar un nombre es distinguir, diferenciar al nominado del conjunto. La denominación resultante, implica siempre una valoración. El nombre conlleva implícito un contenido axiológico para quien nomina y que al nominar comparte con la sociedad. Pensemos un instante, lo que implica para los padres nominar a un hijo al nacer, más allá del criterio estético que prime en ese momento. 

Efectivamente hay una valoración subyacente desde su elección, al dar el nombre, por ejemplo, Francisco, vinculamos de alguna manera al Papa actual, al catolicismo o los valores que entendemos que estos representan para nosotros.

La denominación o el nombre de las personas o las cosas, por tanto, nunca es neutro desde el punto de vista valorativo. 

Los primeros nombres surgían como reflejo de alguna condición o característica personal perceptible. Es así que el primero en recibir un nombre, fue de acuerdo al Génesis, fue Adán, que significa hombre o hecho de la tierra, descriptivo del modo cómo fue creado. A su vez, la palabra humano, “relativo al hombre” proviene del latín “humus” por referencia al hombre “hecho de la tierra”.

Cuando “algo” no tiene una característica apreciable con claridad, es simplemente “eso” como llama el niño pequeño que no conoce los nombres o las palabras. Carece de nombre y por tanto de valoración.

Probablemente haya sido Frederick Taylor en 1911, cuando publicó “Principios de Administración Científica”, dio carta de ciudadanía y nombre propio a la “administración”. 

En los comienzos de la administración (y también hoy, para muchos managers y organizaciones) las personas eran recursos, algo susceptible de producir algún beneficio, por tanto, como cualquier otro beneficio, presentaba características de utilidad, escasez y desde luego su agotamiento o extinción.

Considerando la historia de la humanidad, la gestión de personas, careció de nombre propio hasta hace pocos años. No tengo duda, que la humanidad tuvo en todo momento algún modo de gestionar a las personas en el trabajo y probablemente le quepa la denominación de primer “jefe de personal o recursos (insumos?) humanos” a quienes se ocupaban de incrementar la productividad a los esclavos, que no eran otros que los prisioneros de guerra.

Así como las ciencias derivan de la filosofía, la administración, es la madre de la especialización en administración personas. Hasta principios de la pasada década del 80, no existía como carrera universitaria en la Argentina.

Es natural, que la función, con o sin nombre, en los primeros momentos, estuviera y aún está en muchas compañías (pequeñas o en etapa temprana de su desarrollo) en el área de administración y finanzas, simplemente porque es la encargada de pagar la nómina salarial, en general de alto impacto económico y financiero.

La adquisición de un nombre propio, significa que la persona o cosa tiene un significado especial y relevante para quien la otorga o para el grupo o sociedad en general. Un lápiz en general no tiene un nombre propio, en cambio si lo tiene una mascota, que además posee un nombre genérico (Ej. Perro).

Los nombres recibidos en el pasado han sido, Administración de Personal, Relaciones Industriales, Relaciones Laborales, Relaciones con el Personal, Recursos Humanos, que todavía predomina, conviviendo, entre otras, con Dirección de Personas", Capital Humano, etc. 

El tema es que todo lo aprendido en estos pocos años se ha tornado obsoleto, por el cambio de los nuevos paradigmas del trabajo, en estos años, hemos descubierto, que todos los empleados piensan, tienen ideas propias, pueden ser creativos e innovadores en distinto grado, se relacionan con los clientes y proveedores de mil maneras, siendo capaces de hacer la diferencia en cualquier instante. 

Las personas son recompensadas por lo que hacen y son capaces de hacer y no por seguir procesos a raja tabla, necesitan líderes inspiradores y no controladores, que transmitan cultura y valores para que cada persona sepa “improvisar” adecuadamente. 

Nuestra función debe transformarse hacia una gestión continua, (continua búsqueda de talento, ambiente de aprendizaje continuo) descentralizada, que enseñe a los líderes a formar personas no recursos.

Claramente recursos humanos, como nombre, tiene olor a rancio, ha dejado de significar algo vigente, al cambiar los paradigmas todo de aprenderse de nuevo. Pero para adquirir un nombre nuevo, tiene que haber características perceptibles nuevas y el nombre contribuir a explicitar estas nuevas realidades.

Creo que el cambio de nombre de la función deberá reflejar la realidad específica de cada compañía, no por moda, ni para continuar haciendo lo mismo, sino exponer sus nuevas prácticas, su nuevo medio ambiente, su nuevo clima.

Así como las compañías tienen un sector al que prestan especial énfasis, Relaciones con los Inversores, entiendo nuestra función podría encontrar inspiración para su nuevo nombre focalizado en los inversores internos. Aquellos que diariamente eligen invertir su talento para que nuestras organizaciones crezcan. Nosotros, en RRHH, ¿estaremos a la altura del desafío, es decir, seremos dignos del nuevo nombre?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola, Guillermo!
Muchas gracias por el anuncio del blog de junio.
Como siempre, tenés destacados y conocidos invitados para el mismo.
Y tu excelente Flash Laboral completa esta publicación de primer nivel.
¡Que sigan el blog y los éxitos en lo personal y lo laboral.
Un fuerte abrazo,
Gustavo

Mario Balzarini dijo...

Muy buen artículo Guillermo! Estoy de acuerdo que deberíamos cambiarle el nombre de "RRHH". Me parece que algo que viene sucediendo es la progresiva pérdida de importancia de los roles organizacionales (a los que hemos estado tan apegados!) Hay una búsqueda de la "identidad perdida" que muchas veces se ha ocultado debajo de estos disfraces o roles (el artículo tuyo es en sí una expresión más de esta búsqueda). Más allá del "Jefe" y más allá del "Cliente" (para tomar dos arquetipos culturales tan caros a nosotros, los baby-boomers), el "nuevo arquetipo" que veo emerger con fuerza es la PERSONA. Despojada, plena y sin disfraces (o roles) que la oculten.. Yo no sé cuál pueda ser el nuevo nombre que reemplace al de RRHH. Pero la palabra "persona" debería estar ahí, sí o sí. Abrazo, Mario