Por Guillermo
Ceballos Serra
La ficción, en la literatura o en el cine, anticipa
el futuro.
Habitualmente cuando se aproxima la entrega de los premios Oscar,
trato de ver antes del evento, todas las películas nominadas a la estatuilla a
la “mejor película”.
Más allá de los premios recibidos, me llamo mucho la atención
la película Her/Ella, donde en un futuro muy cercano, quizás menos de una década,
un escritor, patéticamente solitario , que atraviesa las etapas finales de un divorcio, decide comprar un nuevo
sistema operativo para su teléfono y su computadora llamado "Samantha”.
Samantha es un nuevo modelo de inteligencia artificial y su voz es atractiva, sabe escuchar, aconsejar y ser servicial con el protagonista. Como en muchas ficciones del pasado acaban enamorándose el uno del otro, con una problemática novedosa. Un “amor imposible” se convierte en “creíble” por el talento del director. Entre las originalidades de la película, está una salida de “parejas” donde Samantha, participa a través de la videocámara y el parlante de un celular.
Muchas cosas impensables hace
poco tiempo son habituales en la actualidad, ¿Podrá ser esta una de ellas?
En el mundo corporativo, no ya en la ficción, sino de la realidad concreta,
Facebook acaba de concretar la compra en US$ 19.000 millones de dólares de WhatsApp,
una empresa de mensajería para telefonía móvil de Mountain View, California, fundada en 2009 de sólo 55 empleados. La operación se realizó en US$ 12000 millones en
acciones, US$ 4000 millones en efectivo y US$ 3000 millones en acciones para
los fundadores y empleados.
Según un artículo del diario La
Nación, estos números alcanzan una valoración de WhatsApp “superior a la de 275
integrantes del índice Standard & Poor 500 que agrupa a las mayores empresas
estadounidenses que cotizan en bolsa”.
¿Donde están las fábricas, los
miles de empleados, la historia corporativa contada en décadas?
Se pagó por el potencial, por
tanto, se pago por algo que no existe
todavía (1000 millones de usuarios
conectados). Se compró futuro y quedo en evidencia una vez mas, que el valor del capital
intelectual, el valor del conocimiento, el capital relacional, un intangible, supera holgadamente al valor de los “fierros”
e instalaciones tradicionales.
Esta historia hubiera una impresionante ficción en el cine de hace apenas 25 años !!!
Esta historia hubiera una impresionante ficción en el cine de hace apenas 25 años !!!
Estas realidades, no solo existen
en el mundo de la ficción o de los grandes negocios corporativos, ocurren
también en el día a día de las
organizaciones. No hablamos ya de la generación Y, ni del flexitime, ni de las
oficinas abiertas, ni de empresas social y familiarmente responsable, diría que
esto ya un “clásico” aunque muchos todavía no se hayan dado cuenta.
Hablamos de nuevas posiciones, como por ejemplo, Chief Digital Oficcer – CDO (ejecutivo
responsable de convertir los negocios analógicos en digitales), Niches Development Manager (gerente de
desarrollo de nichos de mercado), Data Crunching Manager (responsables de
obtener información de sus consumidores, competidores, procesando y dando
sentido a los datos para su aprovechamiento comercial, el Personal Brand Manager
(responsable de cuidar la reputación personal de los ejecutivos a lo largo de
sus carreras). Incluimos todas las posiciones referidas a la nanotecnología, robótica,
biomedicina, etc., etc y muchas más.
Pero más allá de nuevas
posiciones, enfrentamos “pequeños” nuevos
hechos para cada organización en particular.
En efecto, ¿qué significa para
una organización, no habituada a ello, la primera madre que retorna al trabajo
y pide cumplir media jornada en lugar tomar de su tiempo de lactancia?¿Que
implica para una organización el experto en algún campo de tecnología que no cuenta con educación formal
universitaria, pero desborda de conocimientos?¿ O aquel que no ha trabajado
en ninguna empresa y su experiencia es adquirida en su hogar? ¿Cómo reaccionamos
cuando alguien pide una licencia para hacer, por ejemplo, el cruce de los Andes
o por cualquier otra razón considerada personal en otros tiempos? ¿Qué actitud
tomamos cuando alguien que necesitamos por un saber especifico, quiere mantener
una actividad lucrativa fuera de la empresa y pide trabajar menos días a la
semana o al mes?
¿Cómo resolvemos estos temas en
la realidad de cada día? ¿Dónde encontramos la respuesta adecuada, cuando las
que conocemos no la proporcionan?
Lo expuesto no significa que
debemos renunciar a nuestras experiencias o que estas han perdido valor, estas
experiencias deberían darnos una mayor cuota de humildad como para saber que no
tenemos respuestas para los nuevos problemas y nuevas realidades, que tenemos que pensar en formas novedosas y no
asustarnos por hacerlo y menos aún por las conclusiones a las que arribamos. Tenemos
que entender que en esa experiencia pueden estar las bases de las nuevas
soluciones, de los nuevos modos de encarar los temas y que por su propia
naturaleza serán de corto plazo.
En definitiva, se trata de sostener nuestros
valores, nuestras ideas y paradigmas, pero reconociendo y valorando
positivamente a los que los contradicen, de integrar nuestros paradigmas con las
dudas que los cuestionan propias de los
nuevos tiempos, porque al final del día , “para llegar a ser lo que
no eres, debes recorrer el camino en el que no estás…” (T.S.Elliot).
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