Por Pablo Maison, Human Resources Vicepresident, Unilever Latin America
Son muchas las compañías
que en los últimos anos han comenzado a hablar de talento y la necesidad de
captarlo, desarrollarlo y retenerlo. La lucha por el talento es sin dudas en
definitiva una lucha por competitividad.
En la medida, que
las marcas y el capital son factores cada vez más disponibles para las
corporaciones, el talento pasa a ser el aspecto más diferencial para ganar en
los mercados.
Si bien el discurso
corporativo en general predica la importancia del talento, la pregunta más
relevante a establecer es: ¿cuantas empresas solo hablan de talento y cuantas
tienen verdaderamente una estrategia para desarrollarlo?
En mi opinión, el
foco de muchas compañías esta puesto aún, mas en aspectos “transaccionales” que
en “culturales” a la hora de hablar de una organización orientada al desarrollo
de talento.
Esto significa que
el empeño y los recursos están derivados al diseño de procesos de
reclutamiento, de planes de capacitación, y a sistemas de medición y seguimiento de carreras. Si bien estos factores son
importantes, no suficientes para garantizar el desarrollo de talento a largo
plazo en una organización.
Siempre y más aun
en la actualidad, a partir de la aparición en escena de la generación Y , el mayor
problema para los empleadores ha sido garantizar la permanencia de la gente calificada
por tiempos adecuados en las organizaciones.
Desde mi óptica no
hay “transacciones” (capacitación, carrera, reclutamiento) que garanticen esa permanencia.
El factor clave que puede garantizarla es el “engagement” que el empleado logra
(o no) establecer con su organización. Este compromiso y pertenencia con/al el
lugar de trabajo, esta dado por aspectos mucho más profundos, como la
alineación entre la cultura de la organización y los propios valores
personales del empleado.
Por tanto, la
cultura de la organización, su sistema de valores y liderazgo son los factores
claves para garantizar la permanencia del talento.
En este punto,
quien juega un rol central y único para garantizar ese engagement (y por tanto
la permanencia y el desarrollo de la gente), es la figura del “jefe”.
Para los empleados,
las compañías son esencialmente “gente”.
Una conjunción en
la cual colegas, jefes, lideres, subordinados configuran “el lugar de trabajo”.
De las interacciones con esos conciudadanos corporativos surge el principal confort-
dis confort personal. En la mente de los empleados, el jefe es la “organización”
en primera instancia. De allí la importancia insustituible que esta figura
tiene a la hora de garantizar la permanecía y el desarrollo del talento.
Es ineludible
remarcar, que la creación de engagement es responsabilidad fundamental de los líderes
de la organización.
Una cultura
organizacional enfocada a cuidar y desarrollar talento es la única garantía de
éxito en la lucha por el talento. La preocupación de los líderes por guiar, dar
feedback, aceptar los errores, enseñar y desarrollar a sus equipos es la acción
más eficaz para que las personas quieran
permanecer a largo plazo y crecer en una organización.
Seductoras campanas
de reclutamiento, ambiciosos planes de desarrollo, capacitación a medida e
inclusive aspectos remunerativos no pueden suplantar a esta “cultura del
desarrollo” que es lo puede garantizar, que sobre todo los mas jóvenes sientan
que el contexto para su desarrollo no es adverso sino el indicado para permanecer.
La lucha por el
talento no debe dejar ganadores y perdedores dentro de las organizaciones, por
tal motivo los líderes también deben garantizar que los únicos importantes no
sean “los mejores” sino que los
esfuerzos deben estar dirigidos a que la cultura del desarrollo acoja a todos
de la manera más abarcadora posible.
Quienes tienen
gente a cargo deben tomarse el tiempo de identificar áreas de desarrollo y crear
planes de acción para atender esas necesidades en todos los miembros de su
equipo, sin importar el potencial o el desempeño. Por supuesto algunos tendrán más
carrera que otros, pero para competir eficazmente se necesita del desarrollo de
todos. Desarrollo entendido como la posibilidad de trabajar sobre las
debilidades profesionales individuales y sobre las limitantes a ser un
contribuidor al funcionamiento adecuado en grupos de trabajo.
La dinámica de una
cultura del desarrollo, hace también mucho menos desesperante y mercenaria la
pelea por conseguir a los “mejores” del mercado. Este tipo de cultura no solo
da espacios de aprendizaje y de tolerancia al error, elementos fundamentales
para permitir el verdadero desarrollo interno, sino que también transforma la anacrónica
idea de “la retención de los mejores” por otra mas constructiva “la milla extra de todos”.
En mi opinión, el
talento (sobre todo joven) disponible en los mercados finalmente se concentrará en compañías que logren sacar
el eje del “retener a algunos” de cualquier manera (como si se tratara de
una cárcel corporativa) y puedan ponerlo en la idea de “desarrollar de la mejor
manera posible a la mayoría”.
Me gusta la idea de
“cuidar” al talento (a través remuneración, carrera, capacitación adecuadas)
que siempre es mas constructiva y menos dramática que la de “retener”.
A partir de ese
espíritu es que quienes buscan nuevos horizontes, ya sea en otras empresas o en
otro tipo de actividades, no debieran pasar a ser enemigos, sino gente valorada
por todo lo que dieron mientras estuvieron con nosotros.
Las organizaciones
que acepten que cada individuo es dueño de elegir su futuro con libertad y que
los grilletes de oro al final garantizan la “retención” pero no el compromiso y
la milla extra personal, sin dudas estarán creando si darse cuenta, un contexto
aun mas propicio para que la gente quiera permanecer trabajando en ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario