Por Alejandro Melamed. International Speaker . Disruptive Consultant. Confidential Advisor. | Author | TEDx Speaker
Suena la canción Viva la vida en el Gillette Stadium de Foxborough, Massachusetts. Es el mejor momento del concierto de Coldplay y la kiss cam (cámara del beso) enfoca a una pareja abrazada que disfruta del show. De repente ocurre algo inesperado: al verse expuestos en las pantallas del estadio, el hombre y la mujer se separan de inmediato. El cantante, Chris Martin, parece adivinar lo que sucede y dice: “o están teniendo una aventura o son muy tímidos”.
Ha ocurrido
algo un poco más complejo: él es Andy Byron, CEO de la empresa tecnológica
Astronomer; ella, Kristin Cabot, directora de Recursos Humanos de la
misma compañía.
Ambos están casados -no entre ellos, pequeño
detalle- y tienen hijos. Que tengan una aventura y sean descubiertos no es el
único problema sino también que, al ser compañeros de trabajo, encarnan un
conflicto de intereses con todas las letras: sin ir más lejos, fue el
propio Andy quien contrató a Kristin en noviembre de 2024 (y la llenó de
elogios en redes). Tres días después del espectáculo, Byron presentó su
renuncia. Claramente, cantar Viva la vida con su amante en un concierto
para 50.000 personas -viralizado en minutos para otros millones de internautas-
no fue su mejor decisión estratégica.
Amar y trabajar
El amor en el entorno laboral es un tema que
ha generado, y sigue generando, múltiples conversaciones tanto en las empresas
como en el imaginario colectivo. Lo que tiempo atrás se consideraba un asunto
prohibido o incómodo, hoy se presenta con múltiples aristas que interpelan a
las propias empresas, a sus líderes y a todos sus colaboadores a revisar
límites, normas y actitudes.
El desafío
es redefinir las fronteras y asumir que donde existe interacción humana
sostenida, es natural que surjan vínculos afectivos. Es fácil de entender:
muchas veces se pasa más tiempo con una compañero de trabajo que con una pareja
estable.
Diversos
estudios muestran que más de la mitad de las personas ha tenido alguna
experiencia amorosa en su lugar de trabajo. Desde encuentros breves y pasajeros
hasta relaciones que se transformaron en parejas estables.
Uno de cada
cuatro incluso admite haber vivido situaciones románticas en contextos tan
variados como un baño, un pasillo, una reunión fuera de sede, un viaje
corporativo o la propia oficina.
En
definitiva, el trabajo no es sólo un espacio para producir y cumplir
objetivos: también es un lugar donde circulan emociones, se construyen lazos y
emergen deseos.
Los
distintos ángulos del amor en el trabajo
Para
entender a fondo cómo se desarrollan los vínculos afectivos en el entorno
laboral, es útil descomponer el fenómeno en varias dimensiones:
· El
consentimiento constituye un aspecto fundamental. Si la relación se
construye desde la libertad mutua y el respeto, el foco está en cómo gestionar
su impacto. Pero cuando hay manipulación, presión o atropello, deja de ser una
relación consensuada y se convierte en un acto de acoso o abuso con
implicancias éticas y legales muy serias. Las relaciones donde hay una
desigualdad jerárquica importante, pueden condicionar la voluntad real de
una de las partes y crear situaciones injustas o incómodas.
· El
momento en que aparece la relación es un factor relevante: puede comenzar
antes del ingreso a la empresa, mientras ambos están trabajando en ella o una
vez que alguno ya se ha desvinculado. Cada situación plantea diferentes
desafíos, siendo especialmente delicadas aquellas que surgen durante la
actividad laboral.
· La
naturaleza del vínculo también marca una diferencia importante. Existen
relaciones abiertas, reconocidas y duraderas, donde ambas partes y en ocasiones
incluso el entorno, están al tanto. En el otro extremo están las relaciones
ocultas, clandestinas, sostenidas en la discreción por razones
personales, profesionales o por miedo a las consecuencias. Este tipo de
vínculo suele implicar un mayor desgaste emocional, riesgo de exposición y
complicaciones adicionales, especialmente si alguno de los involucrados ya
tiene pareja formal.
·
Finalmente, el nivel jerárquico dentro de la organización es una
variable crítica. Un romance entre colegas del mismo rango suele generar menos
conflictos que uno entre alguien con poder de decisión y otro en posición
subordinada. Cuando hay diferencias de estatus, especialmente en contextos de
promociones, aumentos salariales o evaluaciones, puede surgir la sospecha de
favoritismo, afectando la credibilidad del sistema y el clima organizacional.
La atracción en el espacio laboral
No
sorprende que muchas relaciones afectivas encuentren su punto de partida en el
trabajo. Es allí donde transcurre una parte considerable de nuestras vidas,
compartiendo tiempo, desafíos y emociones con compañeros y compañeras. Se
construyen vínculos cotidianos a través de proyectos en común, momentos de
tensión, metas alcanzadas y dificultades compartidas.
En casi
todas las industrias - desde la consultoría a la salud, de los medios hasta el
comercio minorista- suele haber gran afinidad entre los integrantes: formación
parecida, intereses similares y estilos de vida que convergen. Esta
coincidencia facilita la empatía y la conexión, generando lo que se conoce como
“efecto espejo”: la tendencia a sentir atracción por quienes nos resultan
familiares o parecidos a nosotros.
Cabe destacar distintas investigaciones
coinciden en que cuando una persona se siente emocionalmente bien acompañada en
su entorno laboral, mejora su estado de ánimo, su energía y su desempeño. En
otras palabras, una relación amorosa dentro del trabajo puede actuar como un
motor positivo para ambos involucrados.
Pero no todo es ideal. La convivencia diaria,
la falta de distancia y la imposibilidad de separar lo personal de lo
profesional pueden volverse una fuente de tensión, en especial si la pareja
atraviesa conflictos o rupturas. La dificultad para establecer límites puede
afectar no solo la relación, sino también el ambiente general del equipo.
Las
zonas grises y los peligros del romance laboral
Uno de los
aspectos más delicados de una relación sentimental en el trabajo aparece cuando
esa historia llega a su fin. ¿Cómo se continúa con la rutina diaria cuando
hay que seguir compartiendo el mismo espacio físico, asistir a las mismas
reuniones o tomar decisiones conjuntas? Si no se gestionan adecuadamente las
emociones, pueden aparecer roces, malos entendidos y tensiones que impactan en
la dinámica del equipo y afectan el clima.
Otro
escenario problemático se da cuando el vínculo no se construye desde el afecto
auténtico, sino motivado por algún interés oculto: conseguir una promoción,
acceder a datos sensibles o lograr ciertos beneficios. Este tipo de relaciones
oportunistas tienden a dañar la credibilidad interna, romper la confianza entre
colegas y erosionar los valores de la organización, instalando un ambiente de
sospecha y desconfianza.
También hay
que considerar los llamados “amores prohibidos”, es decir, aquellos que
involucran a personas con compromisos previos, dentro o fuera de la empresa.
Estas relaciones, marcadas por la clandestinidad y la doble vida, pueden
terminar generando consecuencias inesperadas y a veces graves.
No faltan
las anécdotas que parecen sacadas de una ficción, como la del empleado que,
camino a un encuentro romántico secreto, conversa animadamente con un taxista
sobre su aventura… sin saber que ese conductor es, nada menos, que la pareja
oficial de la persona que está por ver. Más allá del humor que pueda generar el
caso, estos episodios reflejan que lo emocional no está desligado de lo
profesional, y que las decisiones personales pueden tener un fuerte impacto
laboral.
El rol
de las organizaciones
Ante la
posibilidad de relaciones sentimentales dentro del ámbito laboral, las empresas
no pueden hacer la vista gorda ni desligarse del tema.
Lo más
efectivo es contar con normas claras, pautas de convivencia y protocolos que
permitan actuar con anticipación ante posibles conflictos. Algunas empresas
ya han dado pasos en este sentido, incorporando políticas específicas que
contemplan este tipo de vínculos, promoviendo un entorno de transparencia y
definiendo cómo proceder si una relación impacta en la dinámica del equipo o en
el desempeño profesional.
También es
esencial fomentar la comprensión de los distintos niveles de exposición de la
vida personal:
·
Lo íntimo es lo que pertenece exclusivamente a cada individuo
·
Lo privado, aquello que se comparte con un entorno reducido y de
confianza
·
Lo público es lo que queda a la vista de todos.
Cuando lo
íntimo o lo privado se expone sin cuidado en el espacio público, se vuelve
terreno fértil para los malentendidos, las tensiones y el deterioro de la
reputación, tanto personal como institucional.
Mente
fría, corazón caliente
La
recomendación para los involucrados, entonces, no es suprimir la emoción,
sino gestionarla inteligentemente. Tener el “corazón caliente pero la mente
fría”; no es fácil, pero esencial en estas situaciones.
La fantasía
puede ser estimulante, pero llevarla a la práctica sin evaluar las
consecuencias puede ser perjudicial tanto para los individuos como para la
organización.
Al fin y al
cabo, lo que se valora en el ámbito laboral es la integridad, el compromiso y
una actitud profesional.
Las
relaciones afectivas pueden darse -es natural y humano-, pero requieren ser
cuidadas y abordadas con madurez.
El amor en
el trabajo existe. Es real. Pero como todo lo que importa en la vida, requiere
responsabilidad incondicional. Si no, preguntémosle a Andy Byron y a Kristin
Cabot si siguen cantando Viva la vida…
Publicado en LinkedIn el 22 de julio de 2025 y en este espacio con expresa autorización del autor.
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