Por Enrique Parborell, Director de Estrategia de Aceleración Digital en ESTRATEGA
Según el diccionario de Cambridge, empatía es
la habilidad para compartir los sentimientos o experiencias de otra persona. Es
entender y sentir imaginando cómo sería estar en la situación de esa otra
persona.
Pero me pregunto si las máquinas que no sienten
emoción alguna, pueden capturar señales de su interlocutor e inferir con
precisión lo que siente para decidir preguntar, recomendar, o accionar en
consecuencia, logrando una empatía percibida por la otra parte...
¿A CUÁNTO ESTAMOS QUE LA TECNOLOGÍA EMULE
NUESTRA HABILIDAD INTRÍNSICAMENTE HUMANA DE EMPATIZAR?
Veamos un par de ejemplos de películas que se
han adelantado a presentar distopías (futuros que no deseamos o nos dan miedo
que ocurran)
El 1er caso es el 4to capítulo de Black Mirror,
fechado en Febrero de 2013, y llamado "Ahora mismo vuelvo".
Desarrolla el caso de una joven esposa que pierde a su marido y contrata un
servicio en Internet basado en Inteligencia Artificial, que crea un clon con
toda la información pública digital que generó su marido durante su vida y que
puede dialogar post mortem con su esposa como si aún estuviera vivo.
La empresa proveedora ofrece esto como
"servicio básico", pero también ofrece un servicio avanzado que
incluye un robot domiciliario con iguales características físicas que su
marido. En fin...mis emociones me hacen cosquilleos en mi estómago ahora mismo
al recordarlo...
El 2do caso fue lanzado curiosamente 1 año
después, en 2014. La película llamada Trascendencia, con el actor Johnny Depp,
desarrolla el concepto de "inteligencia colectiva" en Internet, y
construye un avatar electrónico del actor que muere al principio de la película
(no estoy spoileando, ocurre en los primeros minutos), quién habla, ve y
contiene a su viuda esposa durante su momento de duelo, desarrollando un
personaje artificialmente empático. Aclaro que mis cosquilleos continúan...
¿CUÁN CERCA ESTÁN ESTAS UTOPÍAS Y DISTOPÍAS EN
CUMPLIRSE?
Están ocurriendo, pero en cuotas...
El concepto ya fue acuñado y se llama Empatía
Artificial (o AE en inglés), y puede ser definido como la habilidad de modelos
no-humanos para predecir el estado emocional de las personas a partir de
expresiones faciales, voz o gestos, pudiendo predecir el estado emocional vía
estímulos generados artificialmente. Sí, sí... entiendo que predecir no es
igual que sentir...
Según Minter Dial, autor del libro Heartificial
Empathy, describe la Empatía Artificial como la codificación de la empatía en
las máquinas. Si la empatía es una habilidad que se aprende y se entrena
interactuando con personas a lo largo de nuestras vidas... ¿entonces
pueden aprender las máquinas a ser empáticas?
Soluciones basadas en el reconocimiento facial
y de la voz, pueden identificar las emociones de un cliente llamando al call
center o el nivel del operador para vender su producto o servicio, las cuales ya
existen y asignan una carita feliz o triste al final de cada uno de los
millones de contactos por día. También son realidad los robots dedicados al
cuidado de la salud, los cuales veremos en los siguientes párrafos.
Les comparto algunos casos actuales de
tecnologías y robots que son pioneros en la búsqueda de empatía artificial
Emoshape es una compañía de Nueva York que se
dedica a proveer un servicio de "síntesis de emociones" basado en
Inteligencia Artificial desde 2017, como un servicio de nube y vía un chip para
ser usado por todas las organizaciones que hacen robots y deben integrar esta
"habilidad artificial" de empatizar.
Pepper, un robot que hace contacto visual,
baila, cuenta chistes, detectando emociones humanas. El mismo da la bienvenida
en más de 140 locales de Softbank en Japón desde 2016. En 2018 se sumaron
varios hospitales en Bélgica que implementaron estos robots en la recepción.
Paro, un robot con forma de mascota, que
acompaña a niños internados en hospitales que precisamente no son
"pet-friendly", brindando diversión y estimulación.
Otro caso es AV1, un robot de una compañía
Noruega, que ayuda con las tareas en línea de los colegios a más de 8 millones
de chicos que no pueden asistir a clases por enfermedades con tratamientos
largos en Suecia, Dinamarca, Países Bajos e Inglaterra.
Y ni hablar de SAM, un robot en residencias
para acompañar y asistir hasta a 25 adultos mayores, que recuerda horarios para
tomar píldoras a cada uno y puede hablar con médicos proveyendo telemedicina a
partir de situaciones que detecta anormales.
¿QUEREMOS ESTO?
Pocos conocen hoy a Lise Meitner... Es apenas
la creadora de la fisión nuclear. Podríamos agradecerle de haber creado la
tecnología que permite generar energía 100% limpia de una forma muy eficiente,
una de las más usadas mundialmente para generar electricidad, aunque haya
controversias en Europa de países a favor de la energía nuclear (Francia) y en
contra (Alemania).
Pero también podemos asegurar que Lise no
supuso que su invento sería utilizado para matar a más de 146.000 civiles en
Japón.
Creo que debemos apoyar proyectos de innovación
tecnológica con propósito, para ayudar al bienestar de las personas, para
proteger la naturaleza de la alta huella de carbono.
El uso militar de la fisión nuclear claramente
no seguía lineamientos éticos de hacer felices a las personas, aun queriendo
justificar una paz futura, con una acción masivamente violenta y
"reparadora" como lo expresaban algunos líderes de esa época.
Los avances tecnológicos son como el agua en
las manos, se escurre indefectiblemente a través de los dedos. En lo que
debemos trabajar es en un acuerdo global de Ética digital que involucre a todos
los expertos en Inteligencia Artificial y Robots para que la empatía artificial
no sea "un medio para bajar costos de las interacciones con humanos"
o para, simplemente, reemplazar un abrazo o una pregunta desde nuestros
corazones.
Todos, seamos líderes políticos o de organizaciones, empleados de las mismas, entrepeneurs o usuarios, deberíamos apoyar las tecnologías éticas con fines nobles para evitar las distopías futuras que tanto nos asustan. Y como siempre... la tecnología nunca es peligrosa, sino como la usamos.
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