Por Guillermo Ceballos Serra
Resulta difícil de entender como
nos quedamos aferrados al pasado. El mundo cambia a velocidades infartantes
frente a nuestros ojos y no lo percibimos. ¿Serán tan rápidos los cambios que
no los vemos? ¿Practicamos una negación sistemática frente a la crisis de los
paradigmas por los que regimos nuestra vida y nuestras actividades
profesionales? ¿Somos conscientes de la fugacidad de nuestros conocimientos?
¿Somos temerosos de reconocerlos y tomar conciencia que hay que aprender todo
de nuevo?
Reconozco que tengo cierta
obsesión con este tema, porque me imposibilita de disfrutar de la zona de
confort que disfruté por muchos años y me obliga a cuestionarme e indagar
continuamente, sabiendo que por positivos que resulten los esfuerzos, estos
resultados tienen una vida efímera.
Estas preguntas aplican a todos
los órdenes y actividades sociales o profesionales. Me focalizaré en algunas situaciones que
enfrentamos en el ejercicio de la función de recursos humanos. Pero a
diferencia de otras veces, no voy a partir de estadísticas o artículos de algún
gurú influyente de nuestra materia,
sino a basar estas reflexiones en
anécdotas, conversaciones o situaciones que he vivido o me han referido amigos
o colegas en los últimos dos meses.
Recientemente, conocí a un nuevo
amigo de mis hijas. Nacido en el Paraguay, viviendo durante el año entre
Argentina y Europa haciendo desarrollos de software y aplicaciones móviles. Un
verdadero hijo de la globalización. Cuando le pregunté que habia estudiado me
dijo: “dos años de ingeniería en sistemas y dos años de marketing, lo demás lo
aprendo buscando información por mi cuenta y desarrollo los productos y capacitaciones que vendo”.
Ningún título oficial, ningún
interés ni necesidad hasta el momento de tenerlo, ningún interés en trabajar en
una empresa en relación de dependencia. No le va nada mal. Podríamos decir que
estás “libertades” son propias del área de sistemas. Probablemente sea así, no
imagina un profesional de la medicina con dos años de medicina y otros dos con
estudios diagnóstico por imágenes.
Lo concreto que hay un cambio
dramático de paradigmas en materia educativa. Este joven ¿carece de visión
global de sus ciencias? Respuesta, es muy posible, pero un joven talento como
este, ¿sería aceptado por un programa de jóvenes profesionales de alguna
corporación de primera línea? La respuesta más probable es que no sería
aceptado…pero más significativo aún es que jóvenes como éste, cada vez son más.
¿Se acaban los programas de
jóvenes profesionales? ¿Prescinden las corporaciones de estos jóvenes? ¿Es
posible atraerlos de alguna manera? Estamos
adicionalmente frente a una educación “por picoteo de conocimientos”, algo de
aquí, algo de allá… en definitiva es educación on demand, a la carta.
Sintetizando la situación,
resulta que en una charla de sobremesa, queda expuesta la severa crisis de numerosos paradigmas con certificado o pronóstico de próxima defunción. Modelo educativo, ¿la universidad es
cada vez menos relevante en para el futuro profesional de los estudiantes?
¿Cómo se implementarán los programas de jóvenes profesionales?, ¿Cómo
atraeremos talento y generaremos compromiso?
Quiero tomar otro ejemplo de los
últimos días, en tres actos, por
experiencias vividas por amigos o
colegas que tuvieron la voluntad de compartir.
Primer Acto: Un amigo de 60 años, con experiencia nacional
e internacional y que ha sido responsable por la región latinoamericana
en algún momento de su carrera, participaba
en un proceso de selección por una dirección de su especialidad en una compañía
local. Luego de más de una hora de entrevista (la segunda), el entrevistador le
preguntó su edad, probablemente por su larga experiencia más que por su
apariencia. Al recibir la respuesta, el entrevistador le comenta que presentará
a la empresa dos ternas, una con gente muy senior (como él) y otra con personas
algo más jóvenes que puedan desarrollar su carrera y “volar alto”.
Una semana más tarde, mi amigo me
comenta que la empresa se había inclinado por la terna “más joven”. Quiso la casualidad, que un candidato de la
terna más joven (50 años), a quien conozco de otros ámbitos, me comentara que
lo habían convocado para la búsqueda y me preguntó si tenía alguna información
que pudiera serle útil sobre la situación o los directivos de la empresa.
Conociendo a ambos candidatos (y
dejando de lado mi amistad con el “mas senior”), me resultan claras las
ventajas de este último, que ya ha volado
alto y enfrentado desafíos importantes, frente a quien también es un buen
candidato, solo con experiencia local, que
nunca tendrá la oportunidad (al menos en esa empresa) de desafíos
equivalentes. Sintetizando, el primero fue descartado, en mi opinión, por ser, digámoslo
elegantemente, más senior.
Segundo Acto: Una colega sudamericana, con la mantengo intercambio
de información sobre mercados y que se encuentra circunstancialmente sin
empleo, me comentó angustiada, lo difícil que le está resultando reinsertarse
en el mercado laboral, porque está próxima a cumplir 40 años.
Probablemente haya que agregar,
que se trata de una señora sola, con un hijo pequeño, en un país con una
cultura machista, que no vea con los mejores ojos que esta señora tenga
prioridades importantes además del trabajo, como para aspirar a posiciones
gerenciales.
Tercer Acto. Hace pocos días
entrevisté a una joven de 28 años, muy capaz, con mucho potencial y mucha
actitud. En síntesis, el tipo de persona
que uno quisiera tener en sus equipos. Su empleo actual, es en un área
administrativa de recursos humanos, irrelevante y donde claramente se
desperdicia su talento. Le comenté antes
de finalizar la reunión que independientemente de la suerte que tuviera en la
búsqueda en cuestión, continuara buscando un cambio, algún programa de jóvenes
profesionales en alguna empresa formadora. Su respuesta fue que la consideraban
vieja para un programa de jóvenes profesionales…
Siempre pensé que eliminar gente
por su edad, es ignorancia, tanto como contratar a
alguien por el mismo motivo. Nunca pensé
que las barreras etarias estarían levantadas también para los jóvenes.
Evidentemente siempre se puede aprender algo.
En esta historia en tres actos
acabamos de ver en acción uno de los paradigmas mas discriminatorios y mas
obsoletos. Sin embargo, empresas y consultoras hablan todavía de edades como si
fueran verdades pétreas. “Buscamos a un profesional de 28 a 32 años”. ¿Quién
determina la relevancia de ese rango de edad?
¿Tendrán presente los
reclutadores que hace tiempo se habla de la “4ta Edad”? ¿Somos conscientes que la expectativa de vida
global al nacer es de 70.5 años y mucho mayor en los países desarrollados?
Sabemos que la población mundial mayor de 60 años era del 12 % en 2014 (864
millones) y se espera que sea del 21% en 2050 (2000 millones). ¿Quedarán
marginados del mercado laboral? ¿Somos conscientes que la población mundial que
hoy es de 7300 millones y crecerá otros mil millones en 12 años? (State of the Future 2015-2016 / The
Millennium Project).
Por su parte, si miramos al
segmento de jóvenes, conforme a la OIT,
hasta 2014, el 36,7% de los desempleados en el mundo eran los jóvenes (más de
73 millones), cabe destacar que los jóvenes representaron únicamente un sexto
(16,6%) de la población mundial en 2014. ¿Qué hacemos para incluirlos?
¿Estamos pensando como
resolveremos el desempleo estructural que se generará a partir de la
inteligencia artificial, la robótica y las tecnologías de la información y las
comunicaciones en los próximos años? Visualizamos que estas afectarán los
empleos rutinarios, manuales y cognitivos, pero que cada vez hay más evidencia
que se afectaran también a los no rutinarios. ¿Cómo nos adaptaremos /
transformaremos a la nueva venida de “la rueda, la imprenta y la máquina a
vapor”?
Se están gestando los nuevos paradigmas, mientras que personas y
organizaciones siguen aferrados a los viejos, sin advertir que estamos a un
click del futuro.
Aunque no sepamos qué deberíamos estar haciendo ahora, si sabemos lo que vendrá. Al menos no deberíamos
aferrarnos a los viejos paradigmas como a joyas arqueológicas. Ya fueron, ya no
existen, son historia. Sólo nuestra
falta de imaginación los mantiene vivos.