NOVIEMBRE 2024

martes, 29 de septiembre de 2015

LA REPUTACIÓN, UN ACTIVO FRAGIL


Por Pablo Maas, Editor Jefe de IECO,  Suplemento dominical  del Diario Clarín (Argentina).

Desde el escándalo de Enron en 2001, pasando por las resonantes quiebras de grandes bancos y empresas al inicio de la crisis económica global de 2008 y el colosal derrame petrolero de BP en el Golfo de México en 2010, la reputación de las grandes corporaciones está atravesando su peor momento en décadas.

La semana pasada se sumó a la lista la noticia de que Volkswagen resultó ser una empresa bastante menos verde de lo que se suponía: violaba las regulaciones sobre contaminación del aire en por lo menos 11 millones de vehículos.

El valor de mercado de la compañía se hundió 23.000 millones de euros, equivalente al 30%, en los tres días que siguieron a la revelación por parte de las autoridades estadounidenses de que había utilizado un artefacto engañoso para enmascarar niveles ilegales de polución de óxido de nitrógeno de sus motores diésel.

Volkswagen enfrenta ahora decenas de juicios, públicos y privados, compensaciones y gastos de retiro de vehículos, cuyo costo combinado podría exceder vastamente los 6.500 millones de euros que ha provisionado en los últimos días. De hecho, solo la Agencia de Protección Ambiental (EPA, en inglés) de Estados Unidos tiene una factura de US$18.000 millones contra Volkswagen.

Pero el daño no se circunscribe a la compañía, la mayor automotriz europea, que de inmediato expulsó a su presidente y máximo ejecutivo.

El golpe sacudió el propio prestigio de la industria alemana, que por décadas se ha enorgullecido de la superioridad de su ingeniería para transformar al Made in Germany en la llave que le permitió transformarse en el segundo mayor exportador mundial, solamente superado por China en los últimos dos años.

La marca país, que los gobiernos y las sociedades construyen pacientemente a lo largo del tiempo, es uno de los activos intangibles más valorados en el mundo del comercio internacional. Por eso, son crecientes los temores de que la onda expansiva del escándalo Volkswagen termine afectando las finanzas y la economía alemana en mucho mayor medida que la crisis de la deuda griega, por ejemplo.

El escándalo de la automotriz alemana toca uno de los puntos posiblemente más sensibles en la agenda mundial contemporánea: el cuidado del medio ambiente y la lucha contra el calentamiento global.

En dos meses habrá una cumbre internacional en París para tratar el tema. Y la más reciente encíclica del Papa Francisco está dedicada a la sustentabilidad del planeta.
Para las empresas privadas, está ampliamente estudiado que las claves más importantes que definen su reputación pasan por factores como el valor de la marca, el servicio de atención al cliente, los valores éticos y profesionales, el compromiso con la comunidad y la responsabilidad social y medioambiental.

Estos son los nuevos activos que ocupan cada vez más el tiempo y el esfuerzo de los máximos dirigentes de las organizaciones. Lejos quedaron las épocas en las que las empresas consideraban su misión según la famosa frase de Milton Friedman: “el negocio de los negocios son los negocios”(the business of business is business ).

El premio Nobel de Economía de 1976 quería decir con esto que el único propósito de las empresas era crear valor para sus accionistas. Y punto.
Para satisfacer a los accionistas, la gestión se centraba en las variables duras: productos, ventas, finanzas. De los resultados producidos por estos activos tangibles dependía el valor de la compañía y de sus acciones.

Hoy no se trata sólo de complacer a los accionistas (shareholders) sino también a un amplio conjunto de partes interesadas (stakeholders ), que incluyen a los clientes, los proveedores, los empleados y sus familias, los consumidores, las comunidades locales, las administraciones locales y nacionales.

Al igual que Enron hace 15 años, o BP más recientemente, Volkswagen decepcionó a todos, demostrando hasta qué punto la reputación corporativa es un activo frágil.

En cualquier caso, esta última crisis ha endurecido las posiciones de los reguladores ambientales a ambos lados del Atlántico. El viernes pasado, la EPA estadounidense notificó a todas las empresas automotrices que podrá someter sus vehículos a pruebas adicionales a las que ya existen. En Europa, la comisionada de la industria prometió “cero tolerancia al fraude y riguroso cumplimiento de las normas de la UE”.

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