Por Alejandro Melamed, Human Resources VicePresident, CocaCola.
Hay innumerables escritos e investigaciones referidas al liderazgo, aunque cada una enfoca el desafío desde una óptica particular y diferente. Sin embargo debe considerarse que uno de los aspectos más críticos que debe ser tenido en cuenta es aquel que considera que un grupo de personas tiene necesidades y motivaciones relacionadas a su propia naturaleza, su propia esencia. No obstante, el liderazgo más esperado es el que es más humano.
Más
allá de las capacidades, habilidades y competencias que puedan desarrollarse,
debe tenerse en cuenta que todos los que trabajan en diferentes tipos de
organizaciones son, antes que nada, personas, y como tales esperan del que
lidera (o intenta hacerlo) las características y actitudes fundamentales que lo
deberían distinguir.
A
pensar por un minuto: ¿quién fue el mejor jefe? ¿A quién se recuerda como el
más significativo, el que más impacto tuvo en la vida? ¿Qué fue lo que lo
diferenció y por ello marcó un destino? Posiblemente se destaquen algunas
características alejadas de lo técnico y vinculadas a lo afectivo, al modelo de
profesional y de ser humano que ha representado para cada trabajador en
particular, en el que dejó una huella distintiva que se mantiene vigente.
En
ese sentido debe considerarse que el liderazgo es un ejercicio artesanal, que no
tiene una receta acertada y otra equivocada, donde cada equipo y cada situación
requiere enfoques y propuestas distintivas.
En
esta dirección cabe destacar algunas que se corresponden con los líderes más
humanos que se han conocido y de quienes muchos han aprendido:
• La capacidad de inspirar a
otros, tal vez ahí radique uno de los secretos mejor guardados. El líder no
tiene la obligación de hacer ni tampoco el rol que otros hagan, sino el desafío
de brindar la inspiración apropiada a otros para que ellos, por su propia
cuenta, tomen la iniciativa para desarrollar su propio camino.
• Se sabe que las emociones son
la clave de la motivación. Ser sensible a las emociones de los otros y saber
direccionar y utilizar adecuadamente las propias, potenciando de esa manera los
sentimientos positivos de los equipos es una clave.
• Una comunicación óptima, cuando
se dice y cuando se calla entendiendo el valor de las palabras y de los
silencios.
• Autenticidad: el máximo
rendimiento de un líder se visualiza cuando actúa desde sus más profundos
valores, sin copiar a nadie, basándose en sus propios principios.
• Humildad ante la complejidad:
el amor propio inteligente, que recuerda cuán lejos se ha llegado y ayuda a ver
lo lejos que se está de lo que se puede llegar a ser.
• Coraje para tomar decisiones
difíciles y asumir riesgos talentosamente.
• Gratitud que permite reconocer
que no llegó al lugar que ocupa en soledad.
Uno
de los principales desafíos del liderazgo más humano radica en trascender la
frontera de lo bueno para llegar a ser excelente y entender que el éxito más
genuino se encuentra en la intersección de esos valores con la excelencia a la
que se aspira. Es allí cuando se percibe sintonía entre el pensar, el sentir y
el hacer.
En
las empresas más humanas, los jefes son verdaderos líderes. Las preguntas que
deberían hacerse es: ¿cuál es la marca personal? ¿Qué es lo que los diferencia?
¿Serán recordados como aquellos que dejan una huella positiva? La noticia (para
bien y para mal) es que depende de ellos mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario