“Cada vez que piensas que no puedes hacer algo, alguien más piensa que si
puede”. (Robert Kiyosaki).
Cuando hablamos de paradigmas
nos referimos a la forma de visualizar e interpretar conceptos, modelos de
comportamiento, modelos de pensamiento, que tienen influencia directa en el
desarrollo de la vida en general y en nuestro caso de las corporaciones en
particular.
Nacemos y crecemos bajo la influencia directa de dos conceptos, paradigma y mímesis, modelo e imitación, obviamente los
modelos de nuestros mayores, que a lo largo de nuestros primeros años, nos
inculcan la imitación de sus conductas. Es ni más ni menos, que el modelo
educativo por el cual las sociedades
transmiten sus valores y su cultura en general a las generaciones siguientes.
Estos conceptos generales son
absolutamente aplicables a nuestros al ámbito corporativo, en primer lugar
porque las corporaciones son también sociedades y al incorporarnos ya cuentan
con un bagaje cultural preexistente.
Las organizaciones son el fruto
de una visión. La visión del fundador,
del grupo de accionistas o del fruto de sus directivos más encumbrados. Pero
son claramente el resultado de la visualización de un futuro deseado. Nacen al
calor de paradigmas que se afianzan en el tiempo si logran ser exitosos en la
consecución de sus objetivos.
Cuando se ingresa a una corporación,
el primer paso es el programa de inducción o proceso de orientación donde se
familiariza al ingresante con la cultura
y herramientas para ser exitoso en la gestión dentro de la organización. Todos los funcionarios exitosos graban a
fuego estos conceptos que los han encumbrado a lo largo de los años y al
alcanzar posiciones con responsabilidad relevante comienzan ellos mismos el
adoctrinamiento de los recién llegados.
Hasta llegados los años 70 del
siglo pasado, el mundo transcurría a una velocidad crucero donde los cambios
ocurrían mesuradamente. A partir de entonces el mundo se aceleró y los cambios
se aceleraron y se transformaron en permanentes. Desde entonces florecen en las escuelas de negocios, los estudios en
negociación y gestión del cambio, por transformarse en esenciales para la
supervivencia de las organizaciones.
¿Pueden encararse los cambios desde dentro, con los ejecutivos
existentes? Por supuesto, pero sin duda será más difícil a que si llega alguno proviniendo
del mercado sin compromisos con el modelo anterior.
Innovar es difícil porque, lo
nuevo genera temor. Temor a la pérdida de lo obtenido, tenor a no ser capaz de
repetir el éxito. Cuando los paradigmas cambian, “los contadores vuelven a cero”,
perdemos la ventaja que habíamos logrado y nuevos jugadores, sin méritos y sin
nada que perder se atreven a hacer lo que no ha sido probado anteriormente. La experiencia no cuenta, las medallas no
cuentan, todo debe ser revalidable.
Los nuevos paradigmas aparecen e
insinúan soluciones a los antiguos problemas insolubles…, bajo el viejo modelo.
¿Cómo nos atreveremos a hacer
cosas diferentes si no tenemos garantía de éxito? ¿Cómo nos embarcaremos en
nuevas propuestas si no tenemos datos que corroboren nuestras intuiciones?
No podemos seguir gerenciando nuestras organizaciones a la antigua usanza.
Tenemos que familiarizarnos con los mercados, con nuestros competidores
tradicionales, con nuestros nuevos competidores,
con quienes traen ideas “locas”, con quienes pensamos que lo hacen de un modo
destinado al fracaso, con quienes lo hacen mejor; me atrevería a decir que deberíamos copiar y adaptar impunemente las
mejores prácticas de los otros, de cualquier mercado, grandes o chicos, de
aquí o de allá, porque no tenemos obligación de inventar lo que otro ya ha
inventado, a lo sumo adaptarlo o recrearlo para que sirva a nuestros
propósitos.
Deberíamos proclamarlo
abiertamente a nuestros colaboradores: “Todo
puede ser mejor, vayan, vean y
traigan, prueben, traten”. Transmitir que está mal visto no intentar, derrumbar
los límites de nuestras zonas de confort.
Deberíamos anunciar un mensaje
sencillo pero contundente: “Amigos, aquí
en nuestra organización, podemos equivocarnos y volverlo a intentar”.