Por Juan Carlos de Pablo, Economista, Dr Honoris Causa, Director de Depabloconsult, conferencista.
En todas las manifestaciones
organizadas por los sindicatos y las marchas llevadas a cabo por los
movimientos sociales, cuando a quienes participan se les pregunta qué
pretenden, la respuesta es: “Trabajo”. En algunos casos la pretensión aparece
condicionada: trabajo digno, genuino, de calidad, etc.
Trabajo es la aplicación de
energías mentales y físicas a la transformación de un bien para aumentar lo que
algún ser humano está dispuesto a pagar por el bien transformado. El valor de
los servicios laborales explica por qué la harina vale más que el trigo y el
pan más que la harina. El trabajo asalariado aparece cuando un ser humano
contrata el esfuerzo de otros para realizar la referida transformación.
Todo lo demás no es trabajo: no
hay contraprestación en los subsidios y mucho menos en la propuesta de “salario
universal”, que –en rigor– es una transferencia de ingresos de algunos (los
contribuyentes impositivos y los tenedores de pesos) a todos.
Convertir el anhelo en realidad
implica modificar la demanda y la oferta de trabajo. La demanda de trabajo es
una demanda derivada. Un empresario generará más puestos de trabajo cuando
piense que venderá más cantidad, y, por consiguiente, tendrá que producirla
cuando se reduzca el costo laboral y cuando tomar más personal sea parte de su
solución, en vez de generarle más dolores de cabeza, por los múltiples riesgos
que ello implica.
Pero también tiene que haber más
gente dispuesta a trabajar; y para esto, que 10% de la fuerza laboral esté desocupada,
no siempre es un buen indicador de oferta laboral excedente. En particular, en
la Argentina 2021, además de las actitudes y aptitudes laborales, se plantea la
cuestión de que las personas tienen que ganar más trabajando que recibiendo
subsidios.
Bienvenida la idea de transformar
planes sociales en puestos de trabajo, pero esto funcionará si se tiene en
cuenta todo lo anterior. Eximir transitoriamente al empleador del pago de
contribuciones patronales y permitirle al asalariado que siga cobrando la ayuda
social que estaba recibiendo ataca el segundo interrogante empresario.
Pero deja intactas la cuestión del nivel esperado de producción y ventas, y sobre todo la de los riesgos implícitos en toda contratación laboral. Y por si esto fuera poco está la cuestión de la duración de la vigencia de una reforma cuando falta credibilidad en el Gobierno.
Publicado en La Nación el 21 de octubre de 2021.
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