NOVIEMBRE 2024

jueves, 29 de julio de 2021

EL DESAFIO DE LA OBSOLESCENCIA

 











Por Guillermo Ceballos Serra

¿Sabes cómo va a cambiar tu perfil en esta etapa?

Lo impensable es posible. Lo impensable se transforma en corriente. Creíamos que lo habíamos aprendido cuando Nassim Taleb escribió El Cisne Negro en 2007, casualmente el mismo año que se lanzó el iPhone. Seguramente Taleb estaba terminando de escribir su libro cuando Steve Jobs anunció públicamente el iPhone en la Macworld Conference & Expo el 9 de enero de 2007, finalmente lanzado al mercado estadounidense el 29 de junio de ese año. Su libro nacía, sin saberlo, con el gen de la obsolescencia prematura. El mundo cambió para siempre para dar comienzo a la era digital. También comenzó un debate filosófico entre tecno escépticos y tecno optimistas. Ocurrió algo aun mas impactante, a partir de ese momento se acabaron las certezas y por cierto, los gurúes. 

¿Cómo podría haber un gurú en un mundo sin certezas? ¿Cómo podría haber un gurú cuando, todos los conocimientos son fugaces?

Otra vez creímos erróneamente, que sólo eso era lo impensable que se volvía corriente, hasta que de este lado del mundo, escuchamos hablar por primera vez de una ciudad llamada Wuhan, de 11 millones de habitantes y 3500 años de historia. Casualmente allí, en 1911, hubo una revuelta que derrocó a la dinastía Qing y dió lugar a la República China, pero los occidentales, la recién la conocimos por un murciélago.

El COVID 19 llegó a casi todos los países del mundo. Probablemente haya llegado a más de los que tenemos conocimiento, simplemente porque hay países cuyos niveles de desarrollo no le permiten llevar a cabo mediciones y otros que lo hacen, carecen de confiabilidad. Quisiera no pensar que existen países que conocen bien los datos, pero los maquillan para presentar mejores resultados de sus gestiones gubernamentales de lo que son realmente. Es cierto, que nadie estaba preparado para la ocasión, pero también es cierto, que algunos reaccionaron mejor que otros.

Durante el inicio de la pandemia, asistimos al fervoroso debate sobre ¿salud o economía?, lo que en algunos países significo entregar el gobierno de algún país a la visión exclusiva expertos del área médica. Esta decisión siempre me hizo pensar en la frase que se atribuye al filósofo estadounidense Abraham Kaplan “Si le das a un niño un martillo, le parecerá que todo lo que encuentra necesita un golpe” y muchos países se preocuparon exclusivamente de cómo gestionar eficientemente una cuarentena.

¿Salud o economía? El cuerpo humano es algo más cabeza, tronco, extremidades y una estructura de órganos y sistemas.  Por tanto, la respuesta a la supuesta controversia, debió haber tenido un foco inicial en la salud, pero siempre considerando que era salud no tiene enemigos, sólo amigos, entre ellos, la economía.

Cuando observamos los datos, resulta que el Fondo Monetario internacional estima que la contracción del crecimiento mundial en 2020 fue de -3,5%, según los Informes de perspectivas de la economía mundial enero de 2021, que la organización describió la caída como la peor desde la Gran Depresión de la década de 1930.

Si la economía se achica, generalmente significa menos riqueza y menos empleos, ni hablar de nuevos.  En este caso contamos con datos duros de la OIT [1] “Se calcula que en 2020 se perdió el 8,8 por ciento del total de horas de trabajo, el equivalente a las horas trabajadas en un año por 255 millones de trabajadores a tiempo completo. Este indicador resumido refleja las distintas vías a través de las cuales la pandemia ha afectado a los mercados laborales. Alrededor de la mitad de estas horas de trabajo se han perdido a consecuencia de la reducción de jornadas laborales de quienes conservaron su puesto de trabajo (y pueden atribuirse a la reducción de las horas de trabajo o a las «cero» horas de trabajo fruto de los planes de permisos obligatorios). La mitad restante se debió a la destrucción de empleo”.

Obviamente hay grandes ganadores de la pandemia. En este sentido, un sector que claramente se vio beneficiado fue el de las grandes empresas globales tecnológicas, que registraron crecimientos récord, al igual que las farmacéuticas relacionadas con el desarrollo de las vacunas como aquellas relacionadas a servicios complementarios, pruebas diagnósticas y las empresas relacionadas al tratamiento de pacientes. Siempre que llueve algunos se mojan mientras que otros venden paraguas. Y está bien que sea así, porque de esta manera se evita que se mojen todos.

Ahora bien, la pandemia está lejos de haberse superado, pero está más cerca que hace un trimestre. Es probable, que hacia fin de año el volumen de vacunados logre la famosa inmunidad del rebaño y a partir de allí convivamos con el barbijo (como hace décadas lo hacen los orientales) y con vacunas cuyas dosis se refuercen anualmente contra futuras cepas y entremos en la ya también famosa nueva normalidad.

Ahora bien, en el mundo de las organizaciones, no aplican solamente las tablas de Moisés, las empresas cuentan con un undécimo mandamiento; el mandato genético de crecer. Las empresas deben crecer para asegurar su supervivencia. Necesitan crecer para competir en mejores condiciones. Necesitan especializarse para liderar una segmento o necesitan diversificar para mitigar sus riesgos, para evitar ser adquiridas o para posicionarse y quedar en mejores condiciones en alianzas o fusiones con terceros. El crecimiento es parte esencial de toda estrategia.

Por tanto, todos quienes han superado el shock inicial y se han adaptado al nuevo escenario, están prontos a iniciar la carrera de la recuperación.  El binomio de pandemia y tecnología están reformulando aceleradamente los empleos alrededor del mundo a una velocidad sin precedentes. Por tanto, las organizaciones, entre otros temas, deben iniciar en forma inmediata el reciclado de la empleabilidad y la adquisición de las nuevas habilidades que requerirán los anteriores y nuevos empleos. 

Quienes acceden por primera vez al mercado laboral, enfrentarán las consecuencias de la brecha digital. Me refiero obviamente, al desigual acceso a internet en todo el mundo, en lo que implica la disponibilidad de dispositivos, conectividad, costo, facilidad de pago, calidad del servicio y la habilidad para el uso de herramientas digitales, más allá del recreativo.

Quienes ya estaban en el mercado pre-pandemia, empresas y personas,  se encontrarán con un nuevo escenario. El mandato de crecer, más la próxima reactivación post pandemia (nos sabemos exactamente cuándo y en qué medida) potenciará la nunca concluida guerra por el talento y las empresas deben estar preparadas para afrontarla. El momento es ahora. Las áreas de gestión de talento deben estar preparadas para utilizar las herramientas que hagan falta para identificar los talentos que deben proteger, como también las habilidades que habrá que reaprender (reskilling) o perfeccionar las habilidades y competencias actuales (upskilling) para que puedan mantener su empleabilidad en un mercado convulsionado.

¿Sabemos en qué prepararemos a nuestros colaboradores? ¿Saben ellos mismos hacia donde orientarse?  La incertidumbre de presente y futuro obviamente no contribuye. No sabemos a ciencia cierta cómo será el día de mañana ni siquiera como terminará el día de hoy.  Lo que generará una cierta renuencia a contratar y asumir costos fijos.  Transformar estos costos en variables probablemente disparará una mayor vinculación con contratistas y personal temporario hasta salir de la depresión económica.

¿Qué hacemos mientras tanto con nuestros colaboradores actuales? ¿En qué habilidades los desarrollamos? ¿En que habilidades nos desarrollaremos?

Una pista importante podemos encontrarla en los documentos del World Economic Forum, para quienes, el 50% de todos los empleados necesitarán volver a formarse para 2025 a medida que aumente la adopción de la tecnología.  Según el Informe sobre el Futuro de los Empleos [2], ha identificado las habilidades siguientes para hacer foco: 

  • Pensamiento analítico e innovación. 
  • Aprendizaje activo y estrategias de aprendizaje. 
  • Resolución de problemas complejos. 
  • Pensamiento y análisis crítico. 
  • Creatividad, originalidad e iniciativa.             
  • Liderazgo e influencia social. 
  • Uso, control y monitoreo de tecnología. 
  • Diseño y programación de tecnología.
  • Resiliencia, tolerancia al estrés y flexibilidad.                                
  • Razonamiento, resolución de problemas y generación de ideas (ideación).

Hay mucho por hacer, mucho por reconstruir, mucho por mejorar.  Como dice Yuval Harari, “para seguir siendo relevantes (no solo desde el punto de vista económico, sino por encima de todo desde el punto de vista social) necesitaremos la capacidad de aprender de manera constante y de reinventarnos…” no solo los adultos, también los jóvenes, que no solo se reinventarán, sino que inventarán sus propios trabajos.

La batalla contra la obsolescencia es una batalla perdida, como lo es la batalla infructuosa contra la vejez. Pero ¿por eso dejaríamos de cuidarnos, realizar ejercicios, mantener una dieta saludable?

El desafío de la obsolescencia y su gestión demanda mantener la curiosidad, escudriñar las tendencias, dedicar una espacio para la investigación, la lectura o la simple conversación sobre temas no habituales, porque si en definitiva, hay una certeza absoluta y esa es que quedarse quieto es la mejor forma de alejarse.



[1] OIT: Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2021

[2] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2020.pdf

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