Por Leila Moses, Lic. en Ciencias Politicas. Magister en Project Management.
Cuando
Guillermo me invitó a escribir sobre mi experiencia reciente de mudarme al
sudeste asiático, aparte de sentirme halagada, me asaltaron dos preguntas: la
primera, me la hago siempre: ¿qué quiero transmitir? pero la segunda me agarró
desprevenida. ¿Qué le interesa al lector sobre este tema? La experiencia no
es transmisible per se.
Habiendo
trabajado mucho en liderazgo, más en el sentido de servicio que en el sentido
de ser jefe, en transformación, en motivación, etc. decidí concentrarme más en
los aprendizajes que tuve y me sirvieron, que, en el relato de mi vida, que
quizás muchos encontrarían aburrida.
Aún
así, un poco de contexto debe ser necesario. Disculparán el caos, estos
aprendizajes están en una secuencia por razones literarias más que biográficas.
1)
Crecer. Cuando cumplí 30 años me dí cuenta que la vida tenía que tener
más posibilidades que la que estaba viviendo. Me arremangué y terminé la
carrera de mis amores. Hice un posgrado. Me relacioné con gente. Descubrí que
cosas de las que hacía me gustaban y eran importantes para mí. Abrí todas las
puertas que me pidió mi curiosidad. Cambié muchísimo, con altos y bajos. Y
crecí profesionalmente, a pesar de mi carrera de grado, que muchos decían que
no sirve para nada. Descubrí que podía aplicarme a mil cosas. No bajar nunca
los brazos, no conformarse con una carrera que no deseamos, con un trabajo que
no nos hace feliz.
2)
Dejar el miedo atrás. Es normal sentir miedo, pero hay que aprender a
salir de la parálisis. Miedo a equivocarse, miedo a decir algo y hacer el
ridículo. Primero que nada, aprendí a
decir lo que pienso, y a cómo decirlo.
Porque la pregunta siempre es: ¿qué quiero generar en el otro? Yo
no quiero una política amigo-enemigo, lo que quiero es inspirar. Si
hablo con miedo, genero la cadena miedo-agresión. Si hablo sentenciosamente,
genero la cadena crítica-fastidio-incredulidad, como los que hablan todo el
tiempo de su éxito. Si disparo órdenes voy a anular al otro. Dejé la
impulsividad atrás y empecé a trabajar la comunicación.
3)
Reconsiderar los juicios. Aprendí a escuchar. ¿Qué es más importante?
¿ganar el debate o construir? ganar la pulseada de poder o cooperar? Parece una
tontera pero en 39 años de relacionarme, en la vida, no sólo en el trabajo, he
alternado entre el sofismo y la búsqueda de la verdad, como los griegos. El
problema de ganar la pulseada es que hay un perdedor. ¿Queremos manejar
nuestras relaciones con esta lógica de ganar-perder? ¿O queremos construir
ética y humanamente con otros?
Se
preguntarán qué tiene que ver todo esto con mi experiencia de irme al exterior,
con la adaptabilidad, o con el liderazgo.
Pero les prometo que hay sentido.
Estos
tres aprendizajes me llevaron a la mayor aventura de la vida humana, como dijo
Agatha Christie: me casé. Muchos se estarán riendo, pero muchos casados en
cuarentena estarán repensándolo. Convivir con otro sin miedo, repensando el
impulso de ganar la contienda de quién saca la basura, explorando día a día
como ser felices, es una vivencia extremadamente fuerte.
Bueno,
una vez que te aventurás en un terreno te aventurás en todos, así que nos
mudamos a Brunei. Acá nomás, a 16.000 km de toda la gente que amo, mi familia,
amigos, dejando mi carrera profesional, mi voluntariado, mi piano. Sin
imaginarnos que el mundo entraría en una crisis total.
Si
tenía miedo antes de irme, no se imaginan el miedo que tengo ahora que no puedo
volver.
LLegamos
a Brunei, "the abode of peace", un pequeño, joven y rico país que se
dedica mayoritariamente a Oil & Gas. Colonia inglesa hasta los 70, es un
país musulmán, lo cual significa que rigen las prohibiciones regulares sobre el
comercio de cigarrillos y alcohol (adiós vino). Aparte no llega yerba mate, se
maneja a la izquierda, y necesitás auto para todo. Cuando me mudé de Bariloche
a Buenos Aires sentí que era el mayor paso de mi vida. Ahora siento que era un
paso de hormiguita.
Por
suerte, es un país altamente tolerante, ya que su población es pequeña y
contratan muchos chinos, filipinos, malayos, indios y nativos de lengua
inglesa, por lo que la diversidad es altísima en cuanto a religión, raza,
creencias, etc. De a poco fuimos encontrando donde, como, qué.
Culturalmente
no es sencillo. Yo trabajé toda mi vida, y me fui especializando mucho en las
cuestiones que me encantan: marketing, equipos, proyectos, agilidad, cambio
organizacional, etc. Para descubrir que acá no hacen sentido aún. Y más allá de
eso, será muy difícil para mí trabajar en dependencia ya que necesito un
permiso especial.
NI
hablar de que cuando terminamos de hacer nuestros papeles, mudarnos, etc. y
empezamos a hacer amistades, entramos en modo pandemia.
así
es que, en el medio de la adaptación, tuve que volver a empezar y pensar para
dónde reconvertirme. Estamos aislados, así que internet es nuestra mejor
fuente. Decidí explorar un poco de todo: me estoy certificando como profesora
de inglés, estoy pensando qué otras certificaciones voy a hacer, retomé mi
emprendimiento, escribo, leo (tengo mucho tiempo libre ahora), cocino, etc. No
lo sé, quizás en este nuevo capítulo de mi vida sea dibujante o cocinera o
asesora online. Extraño algunas cosas de
mi vida anterior por supuesto. Pero navegar este cambio me hace feliz.
Experimentar, a ver si esto me sale, si lo disfruto, si quiero vivir acá o quiero
probar en otro lado. Saltar al vacío te llena de posibilidades, y cada tanto
hay que abrir el abanico.
Resumiendo:
4)
Dejar el miedo atrás me ayudó a siempre abrir nuevas posibilidades. Conservar
el espíritu de niña, dejar que todo me sorprenda, aburrirme un rato.
5)
Si este no es el lugar, rodaremos los dados nuevamente. No hay tiempo para
pensar en errores. La vida simplemente es.
6)
Para emprender cualquier tipo de cambio, hay que estar mental y emocionalmente
sólido. En cualquier cambio, extremo o chiquito, uno corta lazos con círculos de
contención. Hay que estar preparado para estar con uno mismo, aunque sea
temporalmente, hasta rearmar lugares de comfort.
7)
cambiar es una gimnasia que no nos enseñan, la educación empareja en
lugar de ayudarnos a encontrarnos. Lo bueno es que no importa a qué edad lo
aprendamos, después es como andar en bicicleta.
Cambiar,
reinventarse y adaptarse a lo nuevo nos cuesta, pero es más fácil cuando ya
tenemos otras claves descifradas.
Espero
no haberlos aburrido, estimados lectores. ¡Y si no alcanzaron estas claves para
sentirse inspirados a cambiar, pueden seguir investigando!
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