Mientras pensaba como comenzar este artículo teniendo en mente solamente el tema, imaginé iniciarlo con alguno de los primeros conceptos que aprendí al ingresar al mundo corporativo.
Entre esas primeras lecciones de gestión de la vida real, recuerdo una máxima que considero cierta y totalmente válida y vigente: “Lo óptimo, es enemigo de lo bueno”. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y siempre la he tenido presente. En todo caso, he sido capaz de asociarla con otra, que creo le hace de corolario: “Gestionar es el arte de lo posible”.
Creo que allí reside la esencia del management: pura y simplemente en la capacidad o aptitud para tomar decisiones efectivas. Decisiones muchas veces tomadas en contextos generalmente desfavorables para el análisis, a veces con mínima información, con escaso tiempo o con mínima reflexión (management express).
La cuestión se “reduce” a tomar la decisión con mayores posibilidades de éxito o eficacia entre un numero amplio o pequeño de alternativas razonables. Agrego el calificativo de “razonables” porque teóricamente siempre existen alternativas utópicas cuya concreción sólo es posible en nuestras mentes.
Como es obvio, la problemática de la toma de decisiones es propia de la vida misma, excediendo con amplitud los límites de la vida corporativa. La decisión es el disparador de la acción, pero las decisiones requieren sentido de urgencia, las decisiones requieren un “timing”, sólo son buenas o viables en un momento determinado, pasado el cual, la acción es inviable, más costosa o menos efectiva.
Tanto la vida, como la actividad específica en las corporaciones, es un proceso continuo de toma de decisiones que, cristalizadas o no en acciones, generan consecuencias, inmediatas, próximas, mediatas, lejanas y remotas. Nada sucede por casualidad en nuestra vida o en las organizaciones donde formamos parte, no existe la “suerte” en los negocios. Cuando un hecho fortuito nos ocurre personal o corporativamente es simplemente el cruce de coordenadas de consecuencias remotas, propias o ajenas, que somos incapaces de anticipar.
La toma de una decisión no es necesariamente la toma de la mejor decisión después de haber analizado todas las alternativas posibles. No buscamos todas las alternativas, buscamos sólo las que cuentan con la mayor posibilidad de éxito y efectividad para el problema que buscamos solucionar o en general, al logro de los objetivos que perseguimos, considerando los valores de la cultura organizacional que sostenemos. Obvio resulta que cada decisión que tomamos está inmersa en un contexto determinado, que requiere ser comprendido y analizado; pasado el “momentum”, la decisión es torna en ineficaz.
La toma de decisión genera un stress natural en quien la asume. Muchas veces porque hay varias alternativas que parecieran ser las correctas y no acertar podría significar una pérdida de valor. Muchos ejecutivos, aun aquellos a quienes reconocemos una infinita capacidad de análisis, caen en un exceso paralizante en búsqueda de la mejor decisión . En estos casos, habría que recordar la frase inicial, “lo óptimo es enemigo de lo bueno”, por lo que la pérdida del momento, puede ser aún más costoso.
Otros ejecutivos son simplemente temerosos de tomar decisiones por temor al fracaso o al castigo corporativo. En estos casos debiéramos analizar primeramente si en la cultura de la organización existe tolerancia al error. ¿Estamos frente a una organización que busca culpables ante el fracaso o en una organización de detecta una oportunidad aprender, enmendar y no repetir? En esta hipótesis se abre un gran campo de acción para el equipo directivo y para el departamento de Recursos Humanos en particular.
Puede ocurrir que la parálisis en proceso decisorio esté en el ejecutivo que no decide y por tanto tampoco actúa. ¿Estamos frente a un caso de inmadurez profesional? ¿Hemos ingresado o promocionado un ejecutivo que no estaba preparado para el desafío? ¿Podemos solucionarlo de algún modo? o ¿se trata simplemente de una persona que nunca estará lista para esa clase de reto y debió haber continuado en el equipo de “analistas” de aquellos que cuentan con un gran saber y experiencia técnica?
En las organizaciones actuales, con la complejidad y entramado de relaciones jerárquicas y funcionales, nadie decide solo, por lo que es inteligente y profesional, consultar y reflexionar en equipo, enriqueciendo el proceso y el producto final.
Gestionar es decidir y accionar continuamente. Es disfrutar la adrenalina de la incertidumbre convencidos que hacemos una aportación de valor y creer con humildad, que a pesar de nuestro profesionalismo podemos equivocarnos y en ese caso, hacerlo mejor la próxima vez.
1 comentario:
Hola Guillermo,
Espero te encuentres bien! Como siempre leyendo tu blog y cada vez lo haces más interesante. Felicitaciones y te envío un fuerte abrazo!
Ramiro Garces
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