FEBRERO 2024

miércoles, 5 de mayo de 2010

¿ES POSIBLE CONTINUAR HABLANDO DE INCREMENTAR EL COMPROMISO EN CONTEXTOS CADA VEZ MÁS DIFICILES? ¿MITO O REALIDAD?



Por Juan Martín Encina , Director de Recursos Humanos de Transportadora de Gas del Sur (TGS)

Desde que el ser humano se irguió y decidió comenzar a caminar, la humanidad entera se ha movido a partir de creencias básicas fuertemente arraigadas, muchas de las cuales se han mantenido imperturbables a lo largo de miles de años, llegando hasta nosotros convertidas en mitos o relatos ancestrales.

En nuestro fuero más íntimo, todos los seres humanos necesitamos creer en algo. Quien más quien menos, todos buscamos afanosamente aferrarnos a una idea que nos trascienda y nos ayude a alejarnos de la finitud de nuestra existencia. Y es, quizás, precisamente este rasgo primordial aquello que define a la condición humana.

Impulsados por estas creencias, los hombres hemos dominado la naturaleza, construido imperios, librado guerras, erigido altares y monumentos que varios siglos después nos maravillan o hasta, inclusive, hemos decidido vivir períodos de bonanza y paz duradera. Lo interesante es que, cualesquiera sean los momentos históricos que elijamos, existió en cada uno de ellos un denominador común: los pueblos se movilizaron respondiendo a un llamado que terminó haciendo sentido en lo profundo de las fibras que componen un determinado tejido social.

¿Cuál es la explicación para que el pueblo londinense soportase meses de aislamiento y devastadores bombardeos durante la llamada Batalla de Inglaterra, aun sabiendo que sólo tendría por delante “sangre, sudor y lágrimas”, sino la esperanzadora promesa de que nunca habrían de rendirse?; ¿qué llevó a las diferentes tribus sudafricanas a deponer sus diferencias para acordar con la minoría afrikáner, sino el llamado de Mandela a animarse a soñar con una Sudáfrica unida y en igualdad de derechos para todos, aun a pesar de sus veintisiete años de cárcel?; ¿qué permitió a las Misioneras de la Caridad llevar dignidad aun en medio de la miseria más extrema del planeta, sino el ejemplo de la Madre Teresa mostrando que tan sólo una mano tendida y un gesto de misericordia, era mucho más de lo que habrían de recibir en sus vidas los miles seres humanos que todavía hoy mueren en las calles de Calcuta? Afortunadamente, podrían citarse cientos de ejemplos que nos hacen ver que las grandes transformaciones a lo largo de la historia nunca se han hecho a partir de condiciones ideales, sino por el contrario, desde la fortaleza de los protagonistas y a pesar de las circunstancias imperantes.

Pero existe otro elemento adicional. Este especial llamado al que me refiero, resulta siempre respondido en el marco de una fuerte conexión emocional entre las personas comunes y su clase dirigente. De aquí puede concluirse que: la satisfacción o el humor social no es otra cosa que la consecuencia de un compromiso previamente existente que se ve, a su vez, influenciado por razones de índole racional y emocional, que determinado estilo de liderazgo ofrece a sus seguidores. Este razonamiento pues, vale tanto para estados como para corporaciones, cualquiera sea su tamaño.

Siglos atrás, los romanos sabiamente sostenían que “el interés es la medida de nuestras acciones”, entonces, no cabe sorprenderse por el deterioro del compromiso o adhesión de un determinado grupo humano, sin antes preguntarse por las causas que lo motivaron.

Los seres humanos vivimos en los mundos que creamos y solamente somos capaces de crear aquello en lo que verdaderamente creemos y por lo cual estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros.

Bajo cualquier circunstancia de contexto, en aquellos grupos con alto nivel de compromiso ya sea cívico o laboral, está presente una clase política o dirigente que sintetiza de manera concreta y previsible una determinada promesa de futuro, detrás de la cual todos los individuos estarán siempre dispuestos a dar el mayor sacrificio por hacerla realidad algún día. Esto termina siempre generando culturas tan fuertes como cultos, que no solamente alientan la generación de compromiso, sino que, a su vez, expulsan a aquellos que eligen alejarse de los valores fijados por el acuerdo social original.

Resulta curioso apreciar cómo frecuentemente se insiste en ir detrás de grandes cambios formales, sin siquiera tener en cuenta la cultura imperante. Mal podría un país del tercer mundo tener instituciones o la conciencia cívica de Suiza, si su clase dirigente vive -en los hechos- disociada de los ideales que proclama. La consecuencia lógica, será un natural divorcio entre los dirigentes y el hombre común, lo cual termina sintetizándose en un estado de convulsión y tensión social permanente.

En síntesis, los niveles de compromiso no tienen relación directa con el grado de abundancia de recursos sino, por el contrario, con el grado de coherencia entre los ideales declamados y las acciones cotidianas de quienes tienen la responsabilidad de conducir. Es por ello que, en aquellos casos en los que la relación entre los ideales y el accionar de la clase dirigente es positiva, las personas tienden a dar siempre lo mejor de sí. En todos los casos, el diferencial reside en la fuerza del mensaje y en la generosidad y fuerte convicción del mensajero.

Para finalizar, he elegido una frase del pensador norteamericano D. Elton Trueblood que a mi modo de ver, sintetiza adecuadamente la verdadera esencia del compromiso “Cuando un hombre planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida”.

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