NOVIEMBRE 2024

lunes, 31 de agosto de 2009

VIDA PERSONAL Y VIDA LABORAL: ¿Es posible el balance?



Por Alejandro Manuel Caviglia
Director de Recursos Humanos Corporativo de Tecnofarma

No quiero hacer un análisis sociológico ni histórico tampoco sobre la evolución del trabajo. Mi pretensión es enfocar el tema desde la vida cotidiana actual de una persona que trabaja, observando específicamente los casos de los varones y mujeres que además conformamos una sociedad familiar con pareja e hijos.

Parto de lo que considero son las tres dimensiones que componen hoy nuestra vida cotidiana: la dimensión profesional que abarca a la vida laboral, la dimensión familiar en términos de dedicación activa a la pareja y a los hijos, y finalmente la dimensión individual que se refiere al tiempo propio de cada personal, aquel que necesita para sí mismo.

Quiero sí mencionar que la evolución tecnológica de los últimos años ha hecho que el trabajo se extienda más allá de las horas reales que pasamos en nuestra oficina. La notebook, el teléfono celular (que a veces hasta nos retan si lo apagamos), los dispositivos portátiles para recepción y envío de e-mails son todos avances que por necesidad, propia decisión, tentación o sentido de responsabilidad (o culpa…), hacen que no importa el lugar donde sea que estemos, el día y/o la hora de que se trate, dediquemos mucho más tiempo que antes a atender nuestras obligaciones laborales. ¿Cuántos de nosotros puede asegurar que no lee y/o responde e-mails, analiza y/o redacta informes un sábado a la noche o un domingo luego de almorzar? Yo no puedo negar que esa es mi conducta.

La pregunta que me hago sistemáticamente desde hace varios años es: ¿Es posible hoy combinar estas tres dimensiones para que encajen perfectamente en términos de dedicación y atención apropiadas para cada una, o acaso se trata todavía de un rompecabezas que no hemos podido ensamblar con éxito? Obviamente que me planteo este interrogante porque no siento que lo haya resuelto satisfactoriamente, y luego de mucho tiempo y charlas con colegas terminé descubriendo que el tema no es de mi exclusividad.

El “no es la cantidad de tiempo sino la calidad” como respuesta a la dedicación para con los hijos ha terminado aburriéndome, parece ser el único argumento que supimos encontrar para tranquilizar nuestras conciencias de padres “cuasi” ausentes. Espero que mis empleadores no se enojen conmigo al preguntar en voz alta si esa expresión acaso no puede aplicar también al trabajo: ¿acaso en nuestras responsabilidades profesionales no es la calidad del tiempo que dedicamos más importante que la cantidad? ¿Y entonces por qué seguimos atado a las viejas costumbres de la jornada de 9.00 a 18.00? (Sé de empresas incluso que hasta ven con mala cara cuando alguien se retira antes de que “suene la campana” dando por finalizado el round de cada día).

La “mercantilización de los afectos” fue una definición que elaboré para entender las razones por las cuales aquellos que viajamos con mucha frecuencia por razones laborales, sistemáticamente nos ocupamos de llegar a casa con regalitos para todos. De esta forma, el afecto que no podemos manifestar explícitamente por la sencilla razón de estar ausentes, solemos compensarlo con una “indemnización en especies”.

Y si quiero reunirme con mis amigos a tomar café y hablar de fútbol, o salir a caminar por recomendación del cardiólogo, concurrir al gimnasio para mantenerme saludable o practicar el hábito de la lectura diaria, de dónde saco el tiempo? Porque además y según dicen debo dormir por lo menos 6 horas diarias…

Claro, puedo salir a caminar con mi esposa, concurrir al gimnasio con alguno de mis hijos, crear un grupo familiar de lectura donde unos nos escuchemos a los otros y de esta forma por lo menos vamos “encajando” las necesidades familiares con las personales, dando por supuesto que lo que me gusta hacer a mí coincide con los gustos del resto de mi familia y siempre y cuando no me venga de repente a la memoria un e-mail impostergable que debo enviarle a un miembro de mi equipo, entonces interrumpo lo que estoy haciendo, tomo mi blackberry y redacto de inmediato…

¿Intentos empresariales por resolver estos conflictos? Muchos. A modo de ejemplo cito el teletrabajo, la jornada laboral flexible, visitas de la familia a los lugares de trabajo de sus padres, salas de fitness en las oficinas… Creo que por cuestiones culturales y salvo honrosas excepciones, este tipo de soluciones no se han instalado en la Argentina. En algunos casos incluso sé que las respuestas de la Dirección General han sido: ¿Acaso la gente no tiene trabajo que hacer? o también: “No me venga con ideas revolucionarias y dedíquese a hacer su trabajo”.

Hace 20 años que trabajo como ejecutivo de recursos humanos y he sido profesor universitario de Desarrollo Organizacional, muchos de Uds. podrán recriminarme entonces y legítimamente, como creo fue De Gaulle quien dijo alguna vez: ¿Usted me trae una solución o forma parte del problema?

A modo de conclusión. No creo que las soluciones sean de tipo mesiánico (muy acostumbrados los argentinos a esa tendencia), por lo pronto me defino como parte del problema y en búsqueda permanente de alguna solución. Sin perder de vista el necesario realismo que debe existir para analizar estos temas, no puedo dejar de reconocer que el desequilibrio entre vida profesional y vida personal es un dato de la realidad y que las respuestas a este pendiente tendrán necesariamente que venir de contextos donde la problemática sea tratada rigurosamente y en toda su amplitud. Lamentablemente no hay muchas instituciones en nuestro país abocadas a temas de esta naturaleza, casi todas las ideas “las importamos” y por tratarse de cuestiones que tienen que ver con la cultura, estimo deberíamos disponer de ámbitos formales para estudiar este tipo de problemáticas y debatir respuestas asertivas.

Mientras tanto… hagamos como hasta hoy: cada uno lo que pueda aunque siga generando “gusto a poco”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito por tu artículo. Destaco fundamentalmente la simpleza y sinceridad; dos características un poco olvidadas en nuestros tiempos, especialmente en los que nos gobiernan.

Mario Negri

Anónimo dijo...

Alejandro,

Confieso que a pesar de todo me causó cierta gracia el artículo. Creo que todos nos vimos reflejados.

A veces pienso que es nuestra sangre latina. Somos creativos, trabajadores, eficientes, combativos, buenos líderes, entusiastas, pero... no demasiado eficaces.

Los anglo en general se van a las 17 hs. y se van. Llegan y con eficacia trabajan enfocados. El tiempo que están rinde. Nosotros nos distraemos demasiado. Tal vez la contra-cara sea el amiguismo, la calidez.

Confieso que ya desde algunos años estoy siendo más eficaz, enfocada y me está saliendo y a los que me rodean en el trabajo les está gustando porque también se van. Empecé a exigir eficacia.

Gracias por la sinceridad. Traté de devolverla.
Alicia

Anónimo dijo...

Estimado Alejandro,

Tus palabras son muy imporantes, pero poco escuchadas.

Creo que sos un Padre dedicado, que amas a tus hijos, que estás pendiente de ellos, que los cuídas.

Qué pasa con la combinación con el trabajo??

Que el trabajo de hoy no está combinado con padres dedicados, no sos vos el problema. Es el sistema.

Que estos padres están en especie en extinción, entonces, no les interesa modificar nada del sistema que estamos teníendo, pasandoles la factura a los chicos porque el mundo moderno exige ésto.

El equilibrio hoy, hay que buscarlo, de alguna forma porque la solución no está resuelta afuera, pero me gustaría que ese deberíamos, lo conviertás en una solución,que consigas que el tormento de restar tiempo a tus hijos, de trabajar tanto, tantas horas, se vea reflejado en que podés hacer algo para las generaciones futuras, en volver a las fuentes, a los valores.

Hagamos algo por esto!!!!

Luz

Juan F. Pereyra dijo...

Destaco y agradezco su sinceridad y valentía ante este grave problema, depositado debajo de la alfombra de las decisiones gerenciales en Argentina, que muchas veces corroe el núcleo fundamental del estado: la familia, y atenta no solo contra la eficacia laboral, sino también contra la salud mental de innumerables trabajadores. Lejos de contar con herramientas para una posible solución, también me considero parte del problema desde mi humilde puesto de trabajo. Creo que el factor desencadenante de la solución es la visibilizacion y reconocimiento por parte de todos los actores involucrados. Es donde radica mi Agradecimiento