NOVIEMBRE 2025

sábado, 22 de noviembre de 2025

LA CULTURA EN TIEMPOS HÍBRIDOS

 


Por Guillermo Ceballos Serra

Cómo construir pertenencia cuando la pantalla es el nuevo pasillo.

La ilustración de este artículo muestra la evolución —o involución— de nuestras reacciones frente a un accidente. En 1980, la gente corre a ayudar. En 2010, lo primero es sacar el teléfono para grabar. En 2025, es el propio accidentado quien se toma una selfie.
Detrás del humor hay un mensaje inquietante: nuestros valores han cambiado, y con ellos, nuestra forma de relacionarnos, trabajar y construir comunidad.

Este artículo propone una reflexión sobre estos cambios, por qué están ocurriendo y qué implicancias tienen para la vida social y especialmente, para las organizaciones.


1. De la empatía activa a la documentación pasiva

El cambio más evidente es la forma en que respondemos ante el sufrimiento ajeno.
Antes, el impulso natural era acercarse y ayudar. Hoy, muchas personas priorizan registrar, observar o compartir antes que intervenir.

No es un signo de maldad, sino el resultado de un condicionamiento progresivo: la tecnología nos ha enseñado a mirar a través de una pantalla incluso cuando la realidad está pidiendo acción. La empatía sigue existiendo, pero opera más lenta, porque debe competir con el hábito de documentar.


2. ¿Qué valores están cambiando realmente?

  • Del sentido de comunidad al individualismo digital. El bienestar colectivo ha perdido fuerza frente a la narrativa de “mi vida, mi contenido, mi historia”.
  • De la presencia emocional a la desconexión cotidiana. Podemos estar presentes físicamente, pero mentalmente en otro lugar, atrapados por notificaciones y estímulos digitales.
  • De la empatía espontánea a la empatía condicionada. El instante decisivo se diluye: antes de actuar, pensamos si debemos grabar, compartir o simplemente observar.
  • De lo íntimo a lo público. Los límites entre lo personal y lo social se han vuelto difusos; cualquier momento puede convertirse en material de redes.


3. ¿Por qué están ocurriendo estos cambios?

  • La tecnología moldeó nuestros reflejos. Los smartphones se convirtieron en extensiones de la mano y del pensamiento. La cámara es hoy un filtro: vemos la realidad, pero la interpretamos como contenido.
  • Cultura de inmediatez y sobreexposición. La prioridad no es el proceso, sino la visibilidad. Todo debe ser registrado, mostrado, consumido.
  • Aspectos psicológicos. Dependencia del refuerzo inmediato. Insensibilización ante imágenes de crisis. Efecto espectador”: mientras más personas presencian una emergencia, menos actuamos.
  • Transformaciones laborales. El ritmo acelerado, la hiperconexión y la presión por la productividad reducen la energía emocional para el entorno social. Las relaciones laborales se vuelven funcionales, no profundas.


4. Pros y contras del presente

Lo positivo

  • Se puede pedir ayuda más rápido.
  • Las grabaciones sirven para análisis e investigación.
  • La información se democratiza.
  • Problemas antes invisibles hoy salen a la luz.

Lo preocupante

  • Disminuye la reacción espontánea de ayuda.
  • El sufrimiento ajeno se convierte en consumo.
  • Las relaciones se superficializan.
  • Aumenta el individualismo.
  • Se debilita la comunidad y la cooperación.


5. Impacto en las organizaciones: un escenario frágil que no podemos ignorar

Todo lo que está pasando en la sociedad se refleja dentro de las empresas. Hoy encontramos:

  • Equipos técnicamente conectados, pero emocionalmente dispersos.
  • Relaciones laborales más transaccionales que humanas.
  • Colaboradores que conocen a sus compañeros a través de pantallas, no de experiencias compartidas.
  • Culturas que se construyen sin rituales presenciales, sin convivencia diaria y sin interacción espontánea.

Aquí surge una reflexión fundamental:

La pandemia de 2020 fue superada, en gran parte, porque las organizaciones ya tenían culturas sólidas construidas durante años de presencialidad.
La confianza, la comunicación y el sentido de pertenencia estaban consolidados.
El trabajo remoto no destruyó la cultura: simplemente se apoyó en ella.

Pero hoy estamos en un escenario distinto.

Muchas empresas tienen culturas nacidas o sostenidas en la virtualidad, relaciones más débiles y equipos que nunca han convivido fuera de una videollamada. El tejido cultural se sostiene “con alfileres”: funciona… mientras nada lo tensione demasiado.

Y entonces aparece la pregunta clave:

¿Qué pasaría si tuviéramos que enfrentar una nueva pandemia con las culturas organizacionales actuales?

Probablemente enfrentaríamos desafíos mayores que los de 2020:

  • Sentido de pertenencia más débil.
  • Vínculos laborales superficiales o efímeros.
  • Menor resiliencia colectiva.
  • Equipos fragmentados por la distancia y por la falta de experiencias compartidas.
  • Menos cultura acumulada para sostener el trabajo en momentos críticos.

Una crisis de aislamiento hoy pondría en evidencia que muchas organizaciones han construido funcionamiento… pero no cultura.


6. ¿Cómo recuperar —o construir— una cultura firme en tiempos híbridos?

Empatía como habilidad estratégica. Programas de inteligencia emocional, escucha activa y comunicación consciente.

Rituales que sostengan la identidad. Encuentros periódicos, espacios de integración, ceremonias simples pero significativas.

Liderazgo con presencia, aun a distancia. Líderes visibles, disponibles y capaces de generar cohesión.

Fomento del “nosotros” sobre el “yo”. Metas compartidas, colaboración real y reconocimiento colectivo.

Educación digital.  La tecnología debe servir al equipo, no desplazar los vínculos humanos.


7. ¿Es posible recuperar la comunidad?

La imagen del motorista no es solo un meme; es una advertencia.
En un mundo hiperconectado, podemos perder la empatía sin darnos cuenta.
En organizaciones con equipos dispersos, podemos perder la cultura sin notarlo.

Pero no es un destino inevitable.

Podemos usar la tecnología sin sacrificar humanidad.
Podemos construir culturas sólidas, incluso en modelos híbridos.
Podemos elegir ayudar antes de grabar.
Podemos volver a ser comunidad.

El desafío no es técnico, es humano: volver a poner a las personas en el centro, incluso cuando todo a nuestro alrededor nos empuja hacia la pantalla.

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