The Economist. The working -from- home illusion fades
Hay en marcha una migración inversa, del
Zoom a las salas de reuniones. Inicialmente, las que más presionaron a sus
empleados para que volvieran a la oficina fueron las firmas de Wall Street,
pero en los últimos meses, incluso de las grandes tecnológicas como Apple,
Google, Meta y otras, empezaron a exigirles a sus empleados que se presentaran
a trabajar de manera presencial al menos tres veces por semana. Para los
creyentes en el teletrabajo, es como la venganza de las corporaciones
resentidas, ¿o acaso durante la pandemia no aparecieron un montón de
investigaciones que demostraban que trabajar desde casa era más productivo que
arrastrarse hasta la oficina?
Lamentablemente para esos creyentes, ahora
las nuevas investigaciones dicen todo lo contrario, y muestran que las
oficinas, por más falencias que tengan, siguen siendo indispensables. Un
buen punto de partida es una investigación laboral de Natalia Emanuel y Emma
Harrington, por entonces ambas doctorandas de la Universidad de Harvard, que
fue muy comentada tras su publicación en 2020. El estudio había encontrado un
8% de incremento en la cantidad de llamadas atendidas cada hora por los
empleados de un vendedor online que habían cambiado su lugar de trabajo, de la
oficina a sus hogares. Pero mucho más desapercibida fue la actualización de ese
informe, publicado en mayo de este año por la Reserva Federal del Banco de
Nueva York: aquel aumento de la eficiencia se había convertido, por el
contrario, en un descenso del 4%.
No es que los investigadores hubieran cometido
un error, sino que después recibieron datos más precisos, incluido el detalle
de los cronogramas de trabajo. Cuando trabajaban de manera remota, los
empleados no solo atendían menos llamadas, sino que también decaía la calidad
de la atención: dejaban a los clientes es espera durante más tiempo, y muchos
tenían que volver a llamar, indicio de que su problema no había sido resuelto.
Las razones del hallazgo probablemente no
sorprendan a quienes se pasaron gran parte de los últimos años trabajando desde
la mesa del comedor: ellos saben que desde casa cuesta más. Entre otros cosas, los
trabajadores que participaron del estudio de la Reserva Federal dijeron
extrañar a sus compañeros “a quienes podían recurrir en busca de ayuda”. Y
otros investigadores que analizaron los registros de comunicaciones de casi
62.000 empleados de Microsoft detectaron que los vínculos profesionales dentro
de la empresa se resentían y se volvían más estáticos. Las teleconferencias,
además, resultaron ser una mala copia de las reuniones presenciales, según
concluyeron los investigadores de la Escuela de Negocios de Harvard.
Es probable que parte del precio de descoordinación que se paga por el trabajo remoto disminuya a medida que las personas se acostumbren. A partir de 2020, muchos seguramente se habrán convertido en expertos en el uso de Zoom, Webex, Teams o Slack. Pero hay otro costo que puede aumentar con el tiempo: el subdesarrollo del capital humano. En un estudio hecho a ingenieros de software y publicado en abril, los investigadores Emanuel y Harrington, junto con Amanda Pallais, todos de Harvard, descubrieron que los intercambios profesionales entre colegas se redujeron drásticamente cuando empezaron a trabajar de manera remota.
El precio de la felicidad
En el trabajo, como en la vida, la
productividad no lo es todo. Quizás la mayor virtud del teletrabajo es que
los empleados son más felices. Las personas pasan menos tiempo viajando, lo
que desde su punto de vista puede parecer un aumento de su productividad, por
más que las mediciones convencionales no lo detecten. También pueden acomodar
mejor los turnos médicos o el retiro de los hijos de la escuela, por no hablar
del descanso de media mañana o la salida a trotar a media tarde. Y algunas
tareas, sobre todo las que requieren una concentración ininterrumpida durante
períodos prolongados, suelen ser más fáciles desde casa que en oficinas de
planta abierta. Todo esto ayuda a explicar por qué tantos empleados son
reticentes a volver a la oficina.
De hecho, varias encuestas muestran que los
empleados están dispuestos a aceptar un menor salario a cambio de poder
trabajar desde su casa. Y empleados satisfechos con sueldos un poco más bajos a
su vez podría poner contentos a los ejecutivos de las empresas. Así que para
muchos el futuro del trabajo seguirá siendo híbrido, pero es probable que el
grueso de la semana laboral vuelva a transcurrir en la oficina y no en los
hogares, y no porque los jefes sean sádicos a los que les gusta que sus
empleados sufran el tráfico de la hora pico, sino porque ese es el camino de la
mayor productividad.
Articulo de The Economist, publicado en español por La Nación. 22 de julio 2023 "Volver a la Oficina. La ilusión de trabajar desde casa se desvanece"
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