Por Guillermo Ceballos Serra
Big Data es
el concepto que abarca gigantescos volúmenes de datos, tanto estructurados como
no estructurados. Se trata de una cantidad de datos tan variada, compleja y
grande imposible de administrar por las herramientas tradicionales de gestión.
El Big Data
podríamos describirlo como un “monstruo” que se alimenta y multiplica por sí mismo,
ya que su primer factor de crecimiento proviene justamente del desarrollo
exponencial de internet. Según la plataforma Hootsuite [1],
el 62, 5 % de la población mundial, casi 5000 millones de personas, son
usuarios de internet. Obviamente, hay creadores de contenidos y algunos son
simples paseantes por la web, pero aun estos, comentan, “likean” y dejan su
huella en el ciberespacio.
Otro factor
importante del crecimiento es paso del “mass media al social media”. Donde
antes pocas empresas generaban información y el resto a la consumía, pasamos al
nuevo modelo donde todos generamos y consumimos información.
Revisando
artículos en internet sobre que ocurre en un minuto en la red resulta que en
2021 había más de 6.100.000 búsquedas en Google en un minuto; en torno a
101.000 búsquedas de Google en un segundo. De modo que las búsquedas de Google
han aumentado cerca de un 60 % desde 2019, cuando los usuarios hacían unos
3,8 millones de búsquedas en un minuto, más de 188 millones de emails en un
minuto; en torno a 3.140.000 de correos electrónicos enviados en un segundo y
por nombrar solo un par, los usuarios de Netflix reprodujeron unas 452.000
horas en un minuto y los usuarios de Facebook compartieron mil millones de
historias cada día. Es decir, más de 690.000 historias en un minuto[2].
El tercer
factor cada vez mas creciente es internet de las cosas, donde infinitos objetos
físicos con sensores, capacidad de procesamiento y software se conectan e
intercambian datos con otros dispositivos y sistemas a través de internet u
otras redes de comunicación.
Habitamos
un mundo donde el ser humano es desde hace décadas, incapaz de procesar la
información que recibe y mucho menos adquirir los nuevos conocimientos que se
brotan en todas las latitudes sin limites ni barreras de tipo alguno.
Estamos, en
consecuencia, en un mundo sin gurúes, porque todos los conocimientos sufren de
obsolescencia prematura. ¿Qué vigencia tiene un conocimiento? Obviamente la
fecha de vencimiento es variable según el saber de que se trate, pero en todos
los casos su validez es dramáticamente más efímera que en el pasado hasta ser aceleradamente
reemplazado por un nuevo paradigma.
Estamos en
un mundo sin gurúes, donde los que realmente lo eran han comprendido que han
dejado de serlo, y quienes creían que lo eran, sin serlo, han desnudado su
pobreza intelectual.
La
pontificación ha dejado lugar a frases más aceptables, tales como: “yo creo”,
“me parece”, “en mi experiencia”. “pienso que” y no más de allí. Quien podria
presumir de un saber que sólo con una vigencia de unos pocos minutos de la
historia.
Por tanto,
transitamos un mundo sin certezas. Sea VUCA o BANI, o el próximo acrónimo que
lo defina, tendremos que transitarlo al mejor estilo del poeta Antonio Machado,
“haciendo camino al andar”.
Un mundo
donde los líderes han explicitado, voluntaria o involuntariamente, su
vulnerabilidad.
Un mundo
donde la innovación deberá apalancarse en la experiencia para tener algún grado
de efectividad y eficiencia.
Un mundo
donde no habrá zona de confort donde afincarnos.
Un mundo
donde seremos nómades en la búsqueda del conocimiento.
¿Habrá
certezas en los datos y nos fundamentaremos en ellos? Hoy sobran datos,
tendremos que desarrollar la capacidad de dar sentido e interpretación.
¿Confiar en el análisis predictivo que nos diga que es lo más probable que
suceda? O ¿deberemos entregarnos al análisis prescriptivo que nos indique que
deberíamos o que necesitamos hacer?
Sin duda
los datos serán de gran ayuda, nos permitirán transitar de la alquimia a la
química. No por ello dejará de haber paradojas e inconsistencias, esencialmente
porque la administración es una social, no una ciencia exacta. Del “En Dios
confiamos, todos los demás tienen que traer datos” de Edwards Deming al “No
todo lo que se puede contar cuenta y no todo lo que cuenta se puede contar” de
Albert Einstein, vemos explicitada una suerte de paradoja del mundo moderno.
Paradoja que surge entre la exaltación y reverencia por el dato como fuente de
certeza y la modestia del análisis del espíritu humano como punto de partida de
la formación de las convicciones personales, aunque no alcancen la categoría de
certezas.
En el
pasado el mundo era blanco o negro, en el algún sentido, más simple y sencillo.
Lo malo era malo y lo bueno impoluto. Hoy habitamos un mundo de infinitos
grises, color propio de las transiciones de un mundo que se reinventa
continuamente a sí mismo y demanda una adaptación perpetua.
“Creo” que es
necesario profundizar la comunicación y la empatía para aportar mayor claridad
a los grises, donde las preguntas serán más importantes que las respuestas y
poder generar así nuevas perspectivas de aproximación a una realidad
multifacética.
Aunque en
otro contexto, posiblemente más cercano al negro que al gris, podríamos
recordar la frase de Winston Churchill, “El verdadero genio reside en la
capacidad de evaluación de información incierta, peligrosa y contradictoria” y
por mi parte, hoy, me animaría a agregar también fascinante.
[1]
Digital 2022: Global Overview Report https://bit.ly/3biRoTL
[2] ¿Qué pasa en internet en un
minuto https://bit.ly/3S6xxI4
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