Por Matías Ghidini - General Manager at GhidiniRodil
Al igual que con la
pandemia y la economía, 2021 resultó el año de la recuperación para el empleo
en la Argentina. Pero... Atención: el cambio de tendencia tuvo casi todo de
rebote y casi nada de solución real. Vale entonces analizar las cifras para
entender qué está pasando.
La tasa de
desocupación informada por el Indec para el segundo trimestre de 2021 resultó
de 9,6% de la población activa, a nivel nacional. Hubo una mejora en 163.000
trabajadores formales en comparación con igual período de 2020, que tuvo un
desempleo de 13,1%. Pero el indicador de ocupados demandantes de empleo
empeoró, al pasar de 11,6% a 17,0%, y la tasa de subocupación subió de 9,6% a
12,4%. Eso refleja que la calidad del empleo (en términos de horas ocupadas) se
deterioró.
Es un
fenómeno que se confirma al comparar los datos, publicados por el Ministerio
del Trabajo, de diciembre de 2019 con los de agosto de este año. La cantidad de
asalariados registrados privados cae 2,1% (127.000 puestos); el número de
autónomos no asalariados se derrumba 6,0%; la cifra de monotributistas sociales
sube 7,9% (52.000 casos), y el número de asalariados públicos crece 1,6%.
Es la peor
combinación. Y eso pasa en el empleo formal. Súmese el mayor impacto de la
pandemia en el mercado en negro. Como si todo esto fuera poco, los salarios
siguen su caída libre: según datos de Invecq, entre 2017 y septiembre de 2021
la caída del sueldo promedio en pesos constantes llegó a 20% (¡cuatro años
consecutivos de pérdida!). La explicación más llana y directa de por qué cada
día nos sentimos un poco más pobres.
- Sin dudas, el Covid-19 deja en el mundo del trabajo cambios fundacionales. Hay varias tendencias que le movieron el piso a las bases del mercado laboral y que –algo no menor– aún están en proceso de asentamiento y consolidación.
- El surgimiento de la revolución global de la Gran Renuncia, un fenómeno socio-laboral a seguir muy de cerca, que cuestiona en sus bases los mandamientos de la tradicional relación de dependencia.
- El malabarismo y el desafío que implica para los jefes gestionar virtualmente a través de múltiples pantallas.
- La definición final del espacio físico del trabajo y la duda existencial sobre cuál es el equilibrio ideal entre home office y oficina.
- La creciente e imparable exportación de servicios profesionales desde la Argentina hacia el resto del planeta, en múltiples rubros y con innovadores formatos.
• ¿Qué deparará 2022 para nuestro mercado laboral? Como es tradición, la Argentina ofrece algunas (pocas) certezas y muchos interrogantes. Entre las certezas, es un hecho que nuestro país dispone de oportunidades en el terreno de las tecnologías de la información aplicadas a productos o a servicios, en sectores como salud, agroindustria, logística, educación y finanzas. Eso lleva a pensar en una genuina generación de empleos de calidad y de exportación de dólares. Con los glamorosos unicornios se confirma el potencial y el talento de nuestro entrepreneurship local. Sin dudas, podría ser la rampa al futuro y a la salida de la pobreza que sufre gran parte de la población. En nuestro país hace por lo menos diez años que, por falta de gente, no se cubren entre 5000 y 10.000 puestos de trabajo en el área de IT.
Del otro
lado de la moneda están las dudas de casi siempre y algunas nuevas. Entre
ellas, si habrá una reforma laboral que, por ahora, nadie se anima, sabe o
quiere encarar (y aún muchos menos entienden cual debiera ser su real hoja de
ruta). Otra se refiere al futuro de Vaca Muerta, cuya suerte depende del humor
de los políticos de turno.
También
está el tema de la búsqueda del sentido y del propósito del trabajo en las
nuevas generaciones, a nivel global. Esas inquietudes jaquean los tradicionales
vínculos de la relación laboral.
El futuro
por definición es incierto. En la Argentina, lo es aún más. La decadencia
laboral local de (por lo menos) la última década es ya crónica, estructural e independiente
de cualquier ideología política. Un mercado del trabajo debilitado y
empantanado entre ridículas prohibiciones, la informalidad, arcaicas
regulaciones y altos costos exige de cirugía mayor cómo única y posible salida.
El análisis
deberá, por un lado, revisar desde sus cimientos a nuestro pobre sistema
educativo, tanto en su contenido como en sus formas y, por el otro, entender,
proyectar y abrazar el futuro del trabajo, con sus nuevas carreras, roles y
tipos de relaciones empleado-empresa. La solución inevitablemente deberá ser de
largo plazo y deberá articular visiones e intereses del sector privado y del
gobierno, un ejercicio muy poco común en nuestra historia.
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