NOVIEMBRE 2024

domingo, 29 de agosto de 2021

SU ZONA DE CONFORT SERÁ EL FIN DE SU PROGRESO

 















Por Horacio Gennari. Fundador y Presidente del Directorio de Business Bureau.

Que mejor podía estar Lucrecia (Lu) que trabajando desde su nuevo departamento, alquilado con mucho esfuerzo y bajo garantía de sus padres. Era mínimo, pero vestido con buenos colores y con permanente música “chill out” le daban la atmósfera ideal para querer estar siempre allí. Lu podía caminar descalza por él, ya que su profesora de yoga le había enseñado que a través de la planta de sus pies y complementando con una buena respiración, el “prana” fluiría por su sistema nervioso dando más armonía a cuerpo y mente. Coronaba el cuadro unas lindas velas aromáticas que le había regalado Agustín (Agus) su reciente compañero conocido en Tinder y con quién ya llevaban algunas semanas de tórridos intercambios. Lu se sentía feliz, sobre todo porque la empresa había anunciado que hasta marzo del año entrante no debería volver a la oficina. Esto significaba ahorrarse un par de horas en el 138 y estar expuesta a los consabidos peligros de la calle. Ella odiaba la cercanía colectiva de extraños que encorsetados viajaban casi cual ganado. Su casa era estar en el paraíso, ya que podía manejar sus horarios fácilmente, en el Zoom se “muteaba” y hasta apagaba su cámara, salvo cuando aparecía algún retrógrado jefe que le exigía prenderla. La elasticidad de la nueva vida le permitía usar los amenities del edificio (un par de cintas para correr y una bicicleta). Por un momento pensó que había alcanzado su plenitud y nada más quería que el futuro fuera igual o parecido a este pandémico presente. Lu se sentía a resguardo. Ella era feliz aquí y ahora y era consecuente con un libro que había leído (en realidad en forma salteada y unas pocas páginas) acerca que lo importante es el hoy ya que lo demás vendría solo.

Tengo muy claro que ciertos relatos míos deben parecer que vienen emanados por alguien que aún vive en el paleolítico. Desde este espacio he combatido la “educación a distancia”, la adoración casi religiosa por el “home office”, la estupidez de una sociedad “donde no se premie el mérito” y hoy vengo a entrarle de punta a una de las más sublimes de las necedades como es la “zona de confort”. Primero vamos a definir a dicha zona según el entendimiento más masivo, que es el de un espacio donde una persona sencillamente se encuentra cómoda y satisfecha, manteniendo allí un equilibrio entre sus ingresos y necesidades. Vive bien con lo que tiene, le gusta lo que hace, no quiere salirse de ese espacio y cree incluso que manteniendo esa posición de alguna manera mágica le vendrán más oportunidades. La persona se siente plena y auto realizada. Su frase de cabecera es “deben aceptarme como soy”. En estos años de pandemia comenzaron a pulular acérrimos defensores de las “zonas de confort”, bendecidos porque la mayoría de las empresas (sobre todo las de servicios) trataron de mantener sus plantillas de personal, pagando sueldos para que las personas trabajen desde sus casas. Dichas empresas entraron en estos tiempos de encierro, sin tener tanto software de control, sistemas de reuniones ni nada de todo lo que en Silicon Valley existe. Para aquellos que no tienen hijos, que quizás viven solos o en pareja, con muy buena banda ancha y están en empresas que no requieren de contactos interpersonales presenciales, sin dudarlo que esto fue y es un enorme encantamiento.

El gigantesco y monumental error de los que piensan de esta forma, es creer que el futuro será una mera traslación del presente. En otras palabras, que todas las variables sociales, económicas, competitivas seguirán iguales desde hoy y hacia siempre jamás. No solo no será así, por el contrario, en situación post pandemia aparecerán aquellos que saldrán muy rápidamente de su “comodidad” para ascender y ganar más que los apoltronados en onda zen. A la inversa, aquellos lobos esteparios que creen que llegaron al paraíso por que pueden trabajar desde su living verán como indefectiblemente en cuestión de unos pocos años quedarán cada vez más atrás en la pirámide social-económica. Una persona que no esté expuesta a la efervescencia de un grupo, a estar bajo presión de ambientes laborales competitivos o que no pueda aprender de terceros y que no tenga el coaching de pares o superiores se tornará calmosamente en un perdido pez sin cardumen y ya ni siquiera será ese lobo antes mencionado. Messi es más Messi por que juega contra los grandes. Si jugara siempre con equipos de ligas menores, la ley del mínimo esfuerzo también le correría a nuestro ídolo. En tiempos pasados, cuando aún los modernos no habían irrumpido con estos léxicos superficiales, pretendiendo dar por tierra que todo lo pasado era malo, todos en el barrio bien sabíamos quién era un vago o quien la remaba todo el día. No encuentro un sinónimo a “zona de confort” que fuera usado décadas atrás. Quizás terminaría cayendo en palabras como dejadez, quedado, gandulería, en contra posición a dinamismo, laboriosidad, diligencia.

Usted sabrá que en mis trabajos siempre trato de hacer un aporte de conocimientos, tratando de desasnarme primero a mí mismo y luego a mi seguidor. Los estudios que dieron pie a todo lo que hablamos fueron realizados por Robert Yerkes y John Dodson en el año 1908. Llegaron a la conclusión de que el rendimiento aumenta ante una excitación fisiológica o mental, pero hasta un punto determinado, ya que, si se aplican demasiados estímulos, el rendimiento decrece. Cuando los niveles de excitación se vuelven demasiados altos el rendimiento disminuye. La curva que mejor lo ilustra es la que ellos mismos trazaron:

Para llegar a esta conclusión, utilizaron ratas a las que les sometían tenues descargas eléctricas para que puedan encontrar la solución y salir de un laberinto. Las ratas que no recibían ningún estímulo tendían a quedarse en su lugar, comer lo que tenían y solo esperaban a que le volvieran a dar comida (zona de confort). Aquellas otras ratas que recibían leves descargas tendían a andar por el laberinto en busca de más comida, pero cuando la descarga era mucho más alta, las mismas ratas se alteraban de tal manera que perdían el rumbo y trataban de escapar o terminaban chocando contra las paredes de la caja. Por lo tanto, bajo un nivel moderado de stress, el rendimiento y motivación eran mejores que sin los mismos.

Claramente el concepto de “zona de confort” es el espacio donde la persona se siente segura, ya que bajo su control están las coordenadas de tiempo y espacio. Es allí donde Lucrecia (Lu) no siente ni ansiedad ni miedo pues no corre riesgo alguno. Alguien en algún momento deberá decirle que, en ese rincón, nunca crecerá. Se me puede saltar a la yugular y decirme que no crecer es una opción del ejercicio de la libertad. Sin embargo, en la sociedad moderna, no crecer no es estancarse, directamente es retroceder lenta e indefectiblemente en la escala de valores que Ud. decida (economía, conocimientos, sociabilización). Con el correr de los años, esa persona terminará entregada a la apatía, a la monotonía, al desgaste y al tedio. Será un sombra de la radiante Lucrecia del mono ambiente con máquinas en el gimnasio. Quedarse allí nos limita y falsamente nos da una sensación de saciedad, la cual es una sentencia final a nuestro fracaso.

No lejos de la casa de Lucrecia y bien de mañana temprano, Yanina salía a la calle enfrentando el viento y la lluvia. Yani vivía aún con sus padres y compartía dormitorio, baño y sueños con su hermana Zaira. Si bien la empresa no había sido clara sobre volver o no a las oficinas, ella prefería salir de combate, ponerle la jeta y el cuerpo al esfuerzo y sobre todo quería estar en contacto directo con los pocos compañeros que metían agitación en las oficinas. Yani sentía que ese era el lugar donde se tomaban las decisiones, donde todos podían verse y donde seguramente si hubiera oportunidad de algún reparto de nuevas funciones y responsabilidades, ella estaría cerca de ese “queso”. Ella sabía que detrás de un monitor y en su casa, sería más fácil que se olvidaran de su existir. Va de suyo que en la escuela era de las que siempre se sentaban adelante y estaba siempre a tiro de la mirada de la maestra. Se sentía segura de si misma y creía que casi ninguna adversidad podría hacer mella sobre ella. Era consciente que seguramente perdía un par de horas en viajes, pero había sido formada por el ejemplo de los viejos que trabajaron de sol a sombra durante muchos años de sus vidas. Le pregunto, ¿cuál de las dos tienen alguna chance de llegar más lejos?


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