Por Guillermo Ceballos Serra
Cubrir una vacante, con la persona correcta, es
una de las mayores satisfacciones de esta profesión de gestionar talento. La satisfacción
es, sin lugar a duda, directamente proporcional a la dificultad que genera el
hallazgo. Encontrar un talento en un mundo
hiperdinámico, donde quien está disponible hoy, deja de estarlo al día siguiente,
donde lo que una compañía requiere hoy, es diferente la semana entrante, donde
los roles son un mix de lo que antes estaba claramente definido y hoy lucen
caóticos en estructuras líquidas, merecen con justicia una celebración.
Reclutar es encontrar el mejor candidato
disponible para una posición vacante actual o próxima a abrirse, en el tiempo
y costo adecuado para la naturaleza de la búsqueda. Puede cubrirse con
candidatos internos o externos y de estos últimos puede encargarse el
departamento de Reclutamiento y Selección o consultores expertos, externos a las
organizaciones.
Encontrar el candidato adecuado requiere los
atributos del explorador y es esencialmente un arte, particularmente cuando se trata de
posiciones clave, estratégicas, independientemente de la jerarquía en la “vieja
pirámide” organizacional.
Ser buen reclutador, requiere, a no dudarlo, condiciones
de orfebre. Orfebre es quien realiza
un trabajo artístico con metales preciosos o aleaciones de ellos. ¿Qué material
podría ser más precioso que el talento en todos los ámbitos y en particular en
las organizaciones?
El trabajo de orfebre se inicia por el
reconocimiento de los quilates de talento con que cuentan los postulantes,
la masa de talento y la pureza del mismo, es decir, poder determinar cuánto hay
de cierto y cuanto hay de marketing en el candidato.
Pero donde realmente se transforma en arte, no
es tanto al encontrarlo, trabajo que, aunque complejo, más propio del minero, en
este caso minero de datos, cualquiera sea el método de exploración, sino al visualizar el ajuste de la gema en la parte del cuerpo donde exhibirse,
el ajuste cultural a la organización y a los requerimientos específicos de
la posición. Se trata presentar piezas únicas, imposible de ser reproducidas en
serie.
Aquí aparece la condición de artista del
orfebre, cuando ilumina el horizonte del candidato exhibiendo lo que le es
difícil de ver. El mundo de
posibilidades que se abre ante el candidato tanto para él como para la
organización, cómo transitar el proceso y cómo la posterior incorporación permitirá
expandir su talento, llevarlo a una nueva dimensión y potenciar su carrera.
El reclutamiento requiere del orfebre, otro
ajuste, el del beneficiario del talento, facilitando el encaje, el
cuestionamiento de la idea originaria o la propuesta de una visión alternativa
sobre como incorporar el talento, sugerencias sobre la estructura, las funciones
o los procesos de la operación a efectos de lograr la compatibilización más
fructífera para las partes.
Así como una joya de calidad es apreciada por
el mercado, lo mismo ocurre con el talento. El talento es sensible, va donde lo
aprecian. Siempre hay alguien dispuesto a seducirlo. No se necesita ver una
decena de personas aptas para la posición, sencillamente puede no haberlas. Sin
embargo, esta persona que dejamos esperando, puede recibir invitaciones de
personas que no necesitan ver a diez postulantes, para saber que el primer
entrevistado era valioso. Podríamos no volver a encontrarlo…
Hay que acompañar al postulante durante todo el
trayecto, estar cerca, contener las angustias, gestionar las ansiedades, especialmente
de aquellos que se encuentran en transición laboral, mantener las expectativas sin sobre-prometer mientras no haya certezas, pero dentro de una perspectiva positiva,
evacuar sus dudas, dar feedback continuamente y custodiarlo, como se hace
con todo objeto valioso.
Este acompañamiento no se extingue con el ingreso,
va más allá, continua para asegurar el encaje exacto en la organización, contribuyendo
a eliminar las dudas e inseguridades iniciales, asegurar los compromisos
asumidos y las conversaciones mantenidas. Es recomendable mantener contactos periódicos,
durante los primeros tiempos y luego espaciarlos hasta contactarlos en los
aniversarios.
La función del reclutador continúa evolucionando,
hoy no solo es una marca personal del reclutador, es asesor de la marca
personal de postulante, contribuye en la generación de la marca empleadora, actor
principal de la experiencia del candidato, consejero en materia de
remuneraciones y de desarrollo en el plan de sucesión.
La tecnología ayuda mucho, sin duda, pero
honestamente… ¿Ud. compraría una joya diseñada por impresión 3D o preferiría
una creación cincelada y engarzada por un artista?
2 comentarios:
Interesante tu comentario, Guillermo. Puedo complementar con algo que es fruto de bastantes años de hacer el trabajo, y sin fracasos evidentes. Lo "artesanal" que vos describis, tiene que ver con lo "intuitivo": La intuición muchas veces no es más que procesar información que uno recibe, de una manera tan veloz que uno no se da cuenta del procesamiento, pero el mismo ocurre y uno compara la información con experiencias anteriores, y de ahí surge la conclusión "intuitiva". En el Executive Search ocurre algo similar: Si uno sigue una serie de pasos que te enseñan en las buenas escuelas de la Profesión, llegás a conclusiones sin darte cuenta de dónde aplicas la artesanía. Desde "captar bien"lo que la persona debe hacer y en qué entorno, hasta el "calibre" de persona que es el fit, sus atributos esenciales...y luego leer todo eso en los candidatos, indagando en los puntos justos donde debe indagarse...más referencias...más herramientas de assessement....muchos pasos que se alejan tanto, como bien decis, de un proceso "facil" o automatizado....
Muchas gracias Ricardo por tus comentarios. Muy bien descripto lo de la intuición, también en podríamos encontrar un concepto semejante en el viejo "ojo clínico". Siempre muy claro y profundo.
Un abrazo
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