Por Alejandro Melamed, General Director Humanized Consulting. International Speaker
Para
comprender las implicancias de la transformación digital, no tenemos más que
tomar nuestro teléfono celular "inteligente" y observar la cantidad
de actividades que realizamos a través de éste, que hasta hace no mucho tiempo
lo hacíamos de manera analógica. Lo más interesante, es que todo eso lo
realizamos sin pagar nada adicional -la desmonetización-, sólo a través de una
aplicación que nos demora un par de segundos instalarla para portarla con
nosotros y utilizarla en cualquier lugar y momento.
Podríamos
definir a la transformación digital como la conversión de actividades,
procesos, capacidades y modelos de negocio a partir de la aplicación de nuevas
tecnologías- las digitales-. Desde ya, hoy ya no es un factor de ventaja
competitiva, pero el no contar con ella es un camino muy posible a la rápida
desaparición. La digitalización ya no es una opción, es una función necesaria
para sobrevivir. No hay industria ni profesión que no esté atravesada por la
transformación digital. Ya es habitual mencionar a la tecnología aplicada en
-entre muchas otras- finanzas (fintech); seguros (insuretech); publicidad
(adtech); educación (edtech); agricultura (agritech) ;moda (fashiontech);
negocios inmobiliarios (proptech); turismo (tourtech); comida (foodtech);
jurídico-legal (legaltech); energías renovables; cuidado del medioambiente
(greentech) y cuidado de la salud (healthtech).
Pero
hay un aspecto oculto: el impacto en las personas involucradas. Si bien la
punta del iceberg es la utilización de diferentes tecnologías, la base para
asegurar su sustentabilidad es mucho más profunda; es cultural. Y es aquí donde
debemos diferenciar el hacer digital con el ser digital: el adquirir nuevas
tecnologías y ponerlas en funcionamiento, sin creer en ellas, sin actuar en el
día a día con esa actitud, de poco sirve. El ser digital implica transformar,
fundamentalmente, el "mindset", la mentalidad, la manera como
pensamos, sentimos y -en consecuencia- nos comportamos. Es modificar y
evolucionar nuestras más profundas creencias. Es transformarse. Porque implica
una nueva manera de trabajar, de decidir, de colaborar, de pensar, de
interactuar.
La transformación humana que trae aparejada nos compromete a
entender la idea de agilidad - mental, actitudinal, de estructuras, de
aprendizaje y de desaprendizaje- como un concepto amplio y dinámico; esa
velocidad, claridad y curiosidad para simplificar la complejidad y manejar la
incertidumbre y ambigüedad, generando acciones innovadoras de valor. Es una
invitación a estar entrenándonos permanente para lo nuevo, abrazando las
oportunidades que se presentan, y convirtiendo las barreras en puentes.
Y
he aquí que la empleabilidad -la habilidad de tener empleo en cualquiera de sus
múltiples modalidades, hoy, en el corto, mediano y largo plazo- pasa a ser la
nueva Responsabilidad Social Empresaria, en la que deben ocuparse tanto las
empresas como el Estado, las universidades y las organizaciones sindicales,
cuidando a los seres humanos y no sólo a los puestos de trabajo. Porque hay una
necesidad de desarrollar las nuevas competencias y destrezas para poder
enfrentar desafíos para los que no fuimos preparados previamente. Es una tarea
que solo en conjunto se puede lograr.
Esta
revolución 4.0, que viene impulsada por las tecnologías exponenciales -
inteligencia artificial, big data, nube, biotecnología, nanotecnología,
internet de las cosas, blockchain, robótica, neurociencias, impresoras 3D,
realidad virtual y aumentada, machine y deep learning etc.- es una fuente de
posibilidades laborales y del mismo modo, pone en riesgo muchísimas otras. Sin
dudas, a mayor desafío tecnológico, más se incrementa el valor de las personas.
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