Los temores de que la máquina y la automatización generen despidos masivos se remonta al siglo XIX y hasta el presente nunca ha ocurrido, porque por cada empleo destruido se crearon nuevos empleos en cantidad superior, generando mejoras en los niveles de vida de la población.
La revolución digital ¿generará el mismo efecto? La realidad es que no tenemos la menor idea de sobre cómo será el mercado laboral en 2030. Si pensamos que quienes comiencen la educación primaria en 2020, se jubilarán en el 2080 aproximadamente, menos aún tenemos idea de cómo tendremos que formar a nuestros niños ni cuáles serán las materias que deberían contener la currícula, ni cuales ni cuantos tipos de empleos se crearán y extinguirán en el camino.
¿Podemos ser optimistas sobre la creación de uno o más empleos por cada uno que se extingue? Hasta ahora lo hemos conseguido. Pero ¿seguirá ocurriendo?
Los humanos, dice Yuval Harari[1], tenemos dos capacidades específicas, la física y la cognitiva. La máquina compitió exitosamente con el ser humano con el campo físico, pero el hombre mantuvo la ventaja en el campo cognitivo. Sin embargo, ahora en la era digital, la Inteligencia Artificial avanza cada vez más aceleradamente para superar a los humanos. Si contar que no sólo está a “minutos” de hacerlo, sino que cuenta con competencias específicas en las que supera exponencialmente a los humanos: la conectividad y la capacidad de actualización.
Las grandes innovaciones tecnológicas han multiplicado su impacto en la vida diaria de las personas. Todas las actividades de la economía de mercado están sujetas a procesos acelerados de transformación o serán condenadas a la desaparición.
Ante estos desafíos, se abre una disyuntiva que divide tajantemente las opiniones de los actores sociales.
¿La sociedad debería volcarse a proteger los empleos o proteger las personas?
¿Cómo se defenderán empleos, por naturaleza efímeros, si dicha volatilidad atentará contra el proceso de sindicalización?
No sabemos cuáles serán los empleos, pero si podemos imaginar cómo serán las personas.
Por tanto, si es una utopía improductiva pretender defender empleos, podemos en cambio focalizarnos en defender la empleabilidad de las personas.
En estos años han proliferado opiniones sobre que competencias debe contar una persona para ser empleable en la era digital. Estas opiniones fueron fruto de subjetividades de distintos expertos, pero sin consenso alguno entre ellos. ¿Cómo encarar una formación en materia de competencias digitales si no concordamos en cuales concentrarnos?
Este escenario volátil y caótico ha comenzado a encarrilarse. La Comisión Europea ha emitido el “European Digital Competence Framework for Citizens” que aborda el tema de las competencias digitales para el nuevo tiempo definiendo como de interés directo de los miembros de la comunidad 21 competencias digitales.
- Vivimos en una sociedad digital y es esencial que todos sean "digitalmente competentes" para acceder a las nuevas oportunidades para aprender, trabajar, crear y participar en una sociedad formada por la tecnología digital.
- Ser digitalmente competente significa que las personas necesitan tener cierto grado de conocimiento en todas las áreas de Competencias Digitales (DigComp).
- La Comisión Europea ha desarrollado el Marco Europeo de Competencia Digital como un marco de referencia para explicar lo que significa ser "digitalmente competente".
- La Comisión sostiene: "Una nueva agenda de habilidades para Europa: Trabajar juntos para fortalecer el capital humano, la empleabilidad y la competitividad", proponiendo maneras de abordar los desafíos de habilidades que Europa enfrenta actualmente.
- El objetivo es que todos tengan el conjunto clave de competencias necesarias para el desarrollo personal, la inclusión social, la ciudadanía activa y el empleo.
Para conseguir ese cambio necesitamos crear nuevos hábitos de pensamiento. La mayoría de los líderes políticos no han encontrado mejor forma de pensar en amortiguar el “desempleo tecnológico” que, oponiéndose al progreso, fomentando prohibiciones o intentando regular las industrias del siglo XXI con normativas de comienzos del siglo XX.
La apuesta por el pasado no ha funcionado nunca en la historia de la humanidad.
El futuro no está exento de riesgos, pero también está pleno de oportunidades. Si nuestros dirigentes no se suman a co-crear el futuro con los ciudadanos comunes, serán dejados de lado por jóvenes impertinentes que, con sandalias, bermudas y una tableta diseñarán el futuro para ellos.