NOVIEMBRE 2024

viernes, 18 de diciembre de 2015

SHAKESPEARE Y LOS LIDERAZGOS FALIDOS - Parte 1: EL REY LEAR


Por Luis del Prado, Rector de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas - Instituto Universitario). 
Socio de Marble Tree Group - Consulting firm.

Muchos lectores y espectadores de la obra de Shakespeare sufren una  desilusión al observar como fracasan de manera estruendosa algunos de sus personajes.

El protagonista de esta primera parte es el Rey Lear, quien, al cabo de un largo y aparentemente exitoso reinado cree que el hecho de tener sangre real le da poder ilimitado.
En esta obra, como en todas las obras que Shakespeare escribió sobre reyes, hay muchas perspectivas diferentes acerca del poder y de cómo usarlo.

El punto de vista que prevalece en la obra es el de Lear, según el cual la autoridad proviene de su poder personal como rey y no está dispuesto a compartir ni siquiera una pequeña porción de ese poder con nadie.

Una de las lecciones de Shakespeare es que cuando una persona concentra demasiado poder, existen muchas posibilidades que dicho poder sea ejercido de forma caprichosa y arbitraria.
Si eso ocurre, el que aparenta ser un líder con gran autoridad, en realidad es alguien frágil e inestable que puede perder su condición en cualquier momento.

Aquel que haya ocupado un puesto de mucho poder en una empresa familiar, una multinacional o un gobierno, en algún momento debería preguntarse quién puede ser su sucesor y trabajar para ayudarlo en su desarrollo.

Las tribulaciones de Lear son centrales a casi todos nosotros, ya que el conflicto que genera la sucesión generacional es universal.
Se dice que el que busca un sucesor se debate entre dos deseos contradictorios: por un lado, asegurar que la organización siga adelante y por el otro la necesidad de demostrar que nadie puede hacer las cosas tan bien como él.

Lear había pospuesto durante mucho tiempo el tema de la sucesión, pero ya contaba con más de ochenta años y sentía la necesidad de desprenderse de las preocupaciones y las fatigas de la dirección.
En la primera escena de la obra Lear tiene que decidir cómo dividir su reino entre sus tres hijas. Y decide hacerlo basándose en la habilidad de sus hijas para demostrarle cuánto lo aman a través de sus palabras.

Esta decisión genera la división del reino y crea una situación de caos que permanece a lo largo de toda la obra.

Las dos hijas mayores acceden al “test de adulación” que les propone el padre, pero la hija menor, Cordelia, se rehúsa a entrar en el juego[i]:

Nada tengo para decir. Infeliz como soy, no logro elevar mi corazón hasta mis labios. Os amo conforme a nuestro vínculo, Majestad, ni más ni menos.

Lear se enfurece por la respuesta de su hija menor y en ese mismo instante la deshereda y reparte el reino entre sus dos hermanas. En ese acto demuestra que tiene el poder para hacer lo que quiera.
En la misma escena, Kent, uno de sus más leales colaboradores trata de que el Rey revea su decisión[ii]:

¿Qué vas a hacer anciano? ¿Piensas acaso que el deber tiene miedo de hablar cuando el poder se inclina ante la adulación? El honor se somete a la sinceridad cuando la realeza sucumbe a la locura. Mantente en el poder y a tu más honda consideración somete este arrebato sin sentido. Tu hija menor no es la que te ama menos, ni vacíos están los corazones de aquellos que en voz baja no hacen sonar la hipocresía.

Kent tiene el coraje de decirle a su jefe lo que piensa, aunque ello no sea lo que Lear quiere escuchar. Esta actitud es la que deben tener los colaboradores leales cuando se enfrentan a decisiones catastróficas de sus superiores.

El premio a la sinceridad de Kent es el destierro. Es imposible para alguien como Lear, con su visión acerca del poder, reconocer un error en público y cambiar una decisión equivocada.
Lear percibe muy rápidamente las consecuencias de su decisión: al perder el poder, deja de tener privilegios y cambia su nivel de vida.

Las hijas mayores finalmente echan a Lear del palacio. Se ha convertido en un cero a la izquierda. Una situación muy habitual en las organizaciones para aquellos gerentes que ven debilitada su posición de poder.

Al final de la obra lo único que le queda es el amor de Cordelia, la hija desheredada y el de Kent, su fiel amigo, al que desterró por decirle lo que pensaba.
Lear sigue percibiendo al mundo a través de los ojos de alguien con poder absoluto, pero el problema es que ya no tiene más poder efectivo. Este desajuste entre su creencia acerca de la realidad y el mundo real solo puede tener un desenlace psicológico: la locura como consecuencia de su imposibilidad de aceptar el cambio.

Lo trágico del caso es que el mismo poder absoluto del que disponía Lear fue utilizado por él mismo de manera caprichosa y, como consecuencia de ello, destruyó su propia posición.

Las lecciones que nos brinda El Rey Lear son duras: si proteges a la organización y a vos mismo del cambio, vas a fracasar. Cuanto mayor es la resistencia, mayores son las probabilidades de ser engullidos por fuerzas que no pueden detenerse.




[i] Shakespeare, William. El Rey Lear.Acto 1 Escena 1.
[ii] Shakespeare, William. El Rey Lear.Acto 1 Escena 1

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