FEBRERO 2024

martes, 18 de agosto de 2015

EL LIDER GESTIONA HUMANOS, NO RECURSOS



Por Guillermo Ceballos Serra

Los momentos difíciles potencian lo mejor y lo peor del ser humano según que sea lo que predomine en su interior. Cuanto más extremas las situaciones, mayor es la manifestación de los valores o carencia de los mismos en el corazón de las personas involucradas. Es así que, ante un accidente o siniestro, algunos  ayudan hasta el heroísmo y otros roban billeteras u objetos de valor  cual animales carroñeros.

Los momentos duros nos permiten exhibir nuestras creencias y sentimientos más profundos, aquellos que yacen bien cubiertos bajo la superficie, hasta que una grieta les permite emerger y evidenciarse a la luz del día.

Los líderes, reales o aparentes, no escapan a lo antedicho. Más aún, situaciones extremas, nos permiten despejar a los verdaderos de los aparentes, porque en circunstancias extraordinarias, los identificamos con claridad y generan nuestra admiración.

Las organizaciones, como sistemas abiertos, están sujetas a los vaivenes de la vida, de los mercados, de la política y de los picos y valles de los ciclos de la economía. Deben por tanto, visualizar los cambios, generarlos, anticiparlos para aprovechar las oportunidades o minimizar dificultades. Las organizaciones actúan manifestando sus valores y creencias en el día, pero tal como ocurre con los seres humanos,  los ponen a prueba en situaciones extremas, como también a sus líderes.

Conocemos el caso que en 1982 enfrentó  a Johnson & Johnson con el envenenamiento de Tylenol, que aún siendo absolutamente inocente de la acción causada por un tercero ajeno a la empresa, que causó la muerte de varias personas, retiró el producto del mercado hasta lograr un envase inviolable, perdió millones de dólares y 30% de market share, por honrar su valores y creencias. (www.jnjcolombia.com/nuestro-credo).

Existen múltiples casos no tan extremos, donde el liderazgo se pone a prueba, pero que muestran a los verdaderos líderes, aquellos que son capaces de  trascienden las cifras y sostienen valores fundamentales además de la necesaria rentabilidad.

En ocasiones críticas, las organizaciones recurren a reducciones de personal para disminuir costos. El camino fácil es el cálculo del costo que es necesario reducir, dividido el salario promedio, para deducir con simpleza que hace falta desvincular “x” cantidad de “recursos”. Es sin duda, el camino fácil, facilista y claramente muy poco profesional.

En primer lugar, siempre existen prácticas que pueden abandonarse o sustituirse; aquellas que  nunca encontramos una buena razón para hacer el intento, existen oportunidades de mejora de procesos e incrementos de la productividad industrial y/o administrativa, reformas o  transformaciones organizacionales que tornan las estructuras corporativas en  mucho más eficientes si sólo se decide a enfrentar la resistencia a los cambios.
En segundo término, si la reducción de la plantilla, fuera el criterio debido a seguir, este criterio meramente matemático es a todas luces insuficiente. No ayuda en nada a determinar qué áreas habría que impactar, ni individualiza a las personas que habría de “liberar” de la prestación de servicios.

Durante los últimos años hemos hablado hasta el hartazgo del talento y la ventaja estratégica que significa para las organizaciones que lo desarrollan y capitalizan. Sabemos y sostenemos públicamente que el talento se encuentra en todos los niveles organizativos. Sin embargo, la mayoría de las veces los recortes de personal se realizan de la mitad hacia la base de la pirámide y con escasas bajas en los niveles directivos.

Sin duda resulta dificultoso  ejercer un liderazgo contenedor e inspirador cuando se adoptan estas decisiones, en particular, cuando se requiere compromiso, esfuerzo, creatividad, innovación, más complicado aún es que esto ocurra en un medio ambiente turbulento propio de períodos estabilidad laboral.

Sabemos que el mundo ha cambiado mucho y las organizaciones y las personas no son lo que eran. Obviamente hace tiempo que dejó de existir el modelo de empleo vitalicio y no hay ningún indicio que resucite; los jóvenes no lo imaginan, ni desean asumir semejante compromiso personal; tampoco las organizaciones pueden prometerlo aunque lo desearan. Pero no por ello pueden las organizaciones prescindir de un mínimo de cuidado y respeto por la gente, que evidencie que las personas son algo más que números. ¿Quién se comprometería con estas empresas aún por cortos períodos?

Si las organizaciones desean gente comprometida, creativa, innovadora, aún con los modernos estándares de permanencia, deben evidenciar un liderazgo sustentable, es decir, más allá de los indicadores referidos exclusivamente a la maximización de beneficios económicos.

Es complejo, pero se requiere un estilo de liderazgo que armonice “sensibilidad” con presupuestos. Así como pretendemos un liderazgo que  inspire y  seguidores que confíen en sus líderes; estos deberán confiar y apoyarse en sus seguidores en épocas críticas y creer sinceramente que hay talento a lo largo y a lo ancho de las organizaciones y ser por tanto más cuidadosos  a la hora de analizar despidos y ser conscientes de la necesidad de explorar previamente acciones alternativas.


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