Por Renato Spadafora, International Business Director - Asia, ASSIST CARD International
Acá estoy: cruzando el océano una vez más
rumbo a Asia.
Un desafío que tomé hace diez meses como
International Business Director de ASSIST CARD, una corporación ya
multinacional pero que necesitaba de un foco para Asia para un mejor entender,
invertir y crecer en esta parte del mundo. Como ya me imaginaba, me está
sorprendiendo: no solo por el gigantesco potencial económico, sino también por
las grandes diferencias de cultura organizacional y estilo de trabajar que
tienen la gente en esta parte del mundo.
Seguramente un desafío más complicado que
los tradicionales desafíos a los cuales estaba acostumbrado, de naturaleza
mercadológica, como conocer bien el mercado consumidor, conocer sus competidores,
conocer la regulación local y de allí en adelante. Percibí que cuando uno
necesita trabajar con sus compañeros asiáticos, no le resta otra opción que
construir un sólido puente de relacionamiento sobre el profundo valle de las
diferencias culturales, idiomáticas y horarias, buscando establecer de primero una
base relaciones confiables con mis interlocutores.
Cuando uno trabaja en su propio
país, donde encuentra su idioma y su cultura, muchas veces le cuesta
relacionarse y desarrollar negocios. La realidad es que las dificultades que he
encontrado son proporcionales a las distancias. Reflexionando sobre esto, sigo
a cada viaje siento más la importancia de conocer la gente y dejarme conocer. Esto
me ha fascinado.
En mi primer viaje, percibí inmediatamente
que la idiosincrasia también es muy variada entre los propios países de este continente
increíble. Cuando comparamos las diferencias de culturas entre dos países como
Filipinas y Corea del Sur, se puede notar una diferencia mucho más acentuada que
cuando comparamos, las de Filipinas con Latinoamérica. Lo mismo pasa con
Indonesia que, además de no haber recibido influencia española, como Filipinas,
tiene una cultura completamente distinta de países como Corea o Japón. O sea,
la diversidad está por todos los lados.
Por eso no hay modelo. Mucho menos un
instructivo de cómo manejar estas relaciones. Nada puede sustituir el contacto
directo y la convivencia. Para conocer personas, el tiempo y la sensibilidad
son claves y solo logramos progresar gradualmente mapeando la manera de pensar,
sentir y por supuesto reaccionar de la gente.
Es como aprender a andar de bicicleta: no
hay forma de aprender a andar sin probarla y sin caer.
Sin tener la pretensión de enseñar nadie a
‘andar en bicicleta’, me propongo humildemente compartir algunas percepciones
acumuladas en mis últimos viajes a Asia.
Como habitualmente he comentado, Asia es
más que un continente: es casi la mitad del mundo. O mejor, corrigiendo, es más
que la mitad tanto en extensión geográfica como en cantidad de gente. También
en su espectro cultural es infinitamente más diversificado que cualquier otro
continente. La diversificación cultural no se puede comparar con cualquier otra
del nuestro continente. Además, las culturas de miles de años son tan
diversificadas cuanto antiguas.
El tsunami de las nuevas
generaciones
Desde soy responsable por la región,
percibí que no solo yo y mis compañeros asiáticos estamos adaptándonos unos a
los otros: además encontramos diferencias
de culturas en estos países con tantos jóvenes con una fuerte cultura
tecnológica, hay otro fenómeno que se nota en movimiento: el choque de la cultura inmediatista en un ambiente corporativo
anteriormente marcado por jerarquía, tiempos de acumulación de experiencia
y respecto a los más grandes. La falta de paciencia de las generaciones post internet
pasa en todo el mundo, no es una novedad. Destaco este punto porque en Asia existen
países fuertemente fundamentados en la acumulación de experiencia de los más
grandes.
Cordialidad y gentileza
siempre abren puertas
Por otro lado percibí un estilo de
relacionarse muchas veces medio frío, demasiado objetivo, aspecto este bastante
diferente de nuestra cultura latina. Pienso que cuando queremos establecer
relaciones profesionales el respecto y la gentileza no pueden dejar de estar
presentes, independientemente de la
cultura o de la generación a la cual pertenecen los protagonistas. Por más
urgente que sea la necesidad por una información solicitada por whatsapp o
viber, el respecto y la gentileza son fundamentales. Por más distinta que sea
la cultura, sin duda la mejor y más confiable manera de establecer una conexión
será una demostración de cordialidad y respecto, que son universales.
El reverso es fatalmente ineficaz. El
choque cultural y la rispidez sin duda intensificarán el fracaso.
Como sugerencia extremadamente simple y
que puede traer una importante contribución, es buscar aprender como se dice en
el idioma con el cual vamos a tratar de comunicarnos, algunas palabras
planetariamente importantes como ‘gracias’ y ‘adiós’. El resultado puede
sorprender.
Atención con la intimidad
Amistad y un cierto relajamiento en las
relaciones no significa intimidad. Ya vi casos así, donde un comentario inofensivo
que podría haber sido hecho de un latino para otro latino, resultó en un desagradable
malentendido. O sea, las relaciones humanas, que ya son complicadas por
naturaleza, son aún más frágiles cuando se desarrollan entre culturas muy
distintas. Todo el cuidado es permanentemente válido, principalmente con el sentido
del humor y temas que llevan a posiciones más radicales, obviamente polémicos y
potencialmente desastrosos.
Preconceptos X
Predisposición
Otro peligroso factor es rotular por notar
hábitos raros, diferentes de nuestra cultura o patrones de etiqueta. Los
rótulos y pre-conceptos seguramente no contribuyen a establecer
relacionamientos profesionales. Si uno tiene una misión a desarrollar en una
cultura diferente, lo mínimo que debe hacerse es informarse sobre estos
costumbres para no escandalizarse. Para que una buena relación se mantenga, es
necesario que una mano vaya y la otra venga, como se dice un antiguo dicho
italiano.
No intente ultrapasar los
límite de velocidad!
Como cada país establece sus propios
límites de velocidad para manejar un auto, igualmente pasa con el ritmo de
trabajar o intentar desarrollar negocio. Si por un lado hay culturas más
aceleradas para las relaciones laborales, como Singapur, Corea o China, por
otro lado en Indonesia y Filipinas, la velocidad es seguramente otra. Por
experiencia ya enfrenté problemas en manejar el balance y entender estos
límites. Estresar este ritmo también pude ser muy ineficaz.
Trabajar
con extranjeros no es vacaciones…
Quizás estamos todos acostumbrados a
viajar, desfrutar de conocer otras culturas, enfrentar algunas dificultades de
entendimiento cuando estamos viajando, pero después siempre terminamos
volviendo a nuestros ambientes y trabajando con la gente con quién ya estamos
acostumbrados. Hacer negocios o trabajar en equipo con compañeros de culturas
distintas, es completamente distinto. La paciencia, flexibilidad y pre
disponibilidad para convivir con las diferencias es completamente otra
historia.
¿Cómo pueden nuestros
departamentos de Recursos Humanos contribuir en este desafío?
En un mundo cada vez más dependiente de
integraciones intercontinentales, ¿no sería la preparación de nuestros managers
para esta realidad, una oportunidad en términos de desarrollo de recursos
humanos?
Las corporaciones invierten constantemente
buscando mejorar su comunicación interna y son raras las corporaciones que
están satisfechas. Es un proceso continuo. Pero, ¿no sería una necesidad y
oportunidad pensar en preparar la propia gente para relacionarse cuando tienen
culturas tan distintas?
Además de posibles intercambios
internacionales de equipos, la gente necesita conocerse, entender el contexto
en viven sus compañeros y sobretodo aprender a relacionarse con culturas
diferentes de una manera eficiente. Dejo la reflexión para los profesionales de
recursos humanos.
Estoy seguro que con
la constante búsqueda de eficiencia que vivimos en los ambientes corporativos
este tema será en breve percibido como una prioridad.
* Renato Spadafora es brasileño.
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