FEBRERO 2024

lunes, 29 de diciembre de 2014

LA FELICIDAD A TRAVÉS DEL TRABAJO



Por Guillermo Ceballos Serra

El día que fui decidido a inscribirme a la facultad de derecho para iniciar mis estudios universitarios, vi un cartel que decía “estudie  cinematografía” o un mensaje parecido. Hasta el día de hoy me pregunto qué hacía allí ese letrero, porque mi universidad no tenía ni tiene esa carrera, ¿ probablemente se trataría de un curso o seminario? Recuerdo que al verlo pensé “si tuviera… (Digamos,…coraje), me anotaría para estudiar eso”.

Debo confesar que mi padre me había dicho que estudiara lo que quisiera, pero estaba implícito que su amplitud de criterio se limitaba a las cuatro o cinco carreras tradicionales de la época y nunca a nada relacionado con las artes. Lo concreto que ese “valiente” estudiante que era, se anotó como “correspondía” en abogacía y por mucho tiempo la ejerció con entusiasmo en el mundo corporativo.

Si bien estaba convencido a dedicarme a lo jurídico desde los quince años, siempre me llamó la atención ese súbito momento de duda que me impactó en mis comienzos universitarios.

Más de dos décadas más tarde,  después de haber migrado a recursos humanos y en el rol de responsable del área, me encontraba hablando a un grupo del programa de jóvenes profesionales, sobre vocaciones, dudas,  carreras profesionales y las distintas oportunidades que se abren a las personas, comenté esta anécdota en un momento de la charla.

Pocos meses después, me comentan que uno de los jóvenes que había identificado como más prometedores había presentado su renuncia. Sorprendido, desilusionado y también, porque qué no decirlo,  algo molesto, lo llamé a mi oficina y le pregunté los motivos de su decisión, más aún considerando que había recibido algunos beneficios aún mayores que sus pares.

El joven  me dijo: “Hice por lo que Ud. nos dijo, pensé que tenía que tener “coraje” para hacer lo que realmente me gustara. Decidí dedicarme al golf y pienso trabajar enseñando este deporte que me apasiona”.

Tuve referencias posteriores de que se estaba ganando la vida enseñando golf a ejecutivos, sin duda, un buen nicho de mercado.

Sin saberlo en ese momento, me había topado primera vez, con alguien de la  "tribu" de personas, que en los últimos años, denominamos “happyshifters”(*). Me refiero a aquellos que cuentan con el coraje suficiente para encausar sus carreras profesionales hacia la búsqueda de la felicidad a través del trabajo, con profesiones o actividades que coincidan con sus valores y  preferencias. Una idea absolutamente consistente con mi visión sobre la función esencial de recursos humanos: “Desarrollar personas  a través del trabajo”.

Muchas veces se habla de “worklife balance”, como si estuviéramos frente a un balance contable, debe y haber, opuestos, propios de la las leyes de la partida doble. ¿Balance de trabajo y vida? ¿No suena como un contrasentido absoluto? Suena más a vive o trabaja. ¿Cuándo se trabaja, se está muerto? ¿Cuándo se vive, se holgazanea?

Pareciera que no tenemos en cuenta que no estamos frente a trabajadores o recursos, estamos frente a personas, seres integrales, con todo lo que ello implica, de bueno y de mejorable, en la prosecución continua de la propia felicidad, cualquiera sea el modo que cada uno la entienda. Integralmente, un microcosmos, en la búsqueda permanente por integrar éxitosamente, la dimensión  profesional, la dimensión socio-familiar y la dimensión individual.

Obviamente estos valores coinciden bastante con los de la Generación Y, más acostumbrados a cambiar en busca de nuevos horizontes y porque como ellos, se requiere de cierto bienestar económico para tomar el riesgo de  hacer un cambio radical en la orientación profesional y no todos pueden hacerlo.

Pero creo que también que no corresponde desacreditar otras formas de ser feliz a través del trabajo.

En efecto, así como hablamos del colesterol bueno o malo o del stress bueno o malo, hay dos formas de ser adicto al trabajo (workaholic), la negativa, propia de quien se siente obligado a hacerlo por cualquier causa o la positiva, propia de quien disfruta del mismo, colocándolo al tope o cercano a la cima de sus prioridades personales, obviamente esto requiere de un contexto familiar que comparta dichos valores.

Creo que sería conveniente tener presente que o disfrutamos de lo que hacemos o nadie disfrutará de nuestra compañía, ni aún nosotros mismos.


(*) El término "happyshifting" se debe a los españoles Daniel Lyons y Montse Ventosa.

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