NOVIEMBRE 2024

jueves, 4 de febrero de 2010

EL MANDATO DEL TALENTO


Por Guillermo Ceballos Serra

Uno de los más grandes dramaturgos que mejor ha documentado en la literatura la historia rioplatense, ha sido sin duda el uruguayo Florencio Sánchez, quien con su mítica obra M`Hijo El Dotor, reflejó la idiosincrasia de la época y su vocación por el ascenso social.
La obra de 1903, reflejaba un modelo de desarrollo de país y el prestigio que crecimiento personal llevaba implícito.

Las familias del campo, las familias inmigrantes de todas latitudes, concretaron esfuerzos de todo tipo por la satisfacción de tener hijos universitarios que fueran capaces de concretar sus sueños y proyectar sus aspiraciones, inclusive a costa de las propias expectativas de las nuevas generaciones, ya fueran estás las primeras generaciones urbanas o las primeras generaciones nacionales.

Así se generó la grandeza de nuestra patria, con la mixtura de familias arraigadas y con miles de inmigrantes que volcaron su esfuerzo en su nuevo hogar. Una época donde el esfuerzo contaba, donde era importante alcanzar un escalón más, aunque el alcanzado ya hubiera sido por si mismo un gran logro. El orgullo del trabajo bien hecho, la sensación de sentir que a pesar de lo obtenido, no se había llegado, sino que estábamos siempre en camino de ida.
Es la época de los emprendedores, de los pioneros, de los que no necesitan mapas de ruta, sino que como dice el poeta, hacen camino al andar. Una época donde se premiaba el esfuerzo, distinguirse por el esfuerzo y sobre todo el hacer mejor las cosas. Una época donde era más importante ser mejor que popular, donde era mejor ser respetado que adulado.
El contexto social acompañaba. La escuela privada y desde luego la pública, pilar de la movilidad social ascendente, premiaban al mejor alumno con el cuadro de honor aunque también reconocían al buen compañero. Había notas que distinguían, en vez de letras o simples aprobados o no aprobados, ni siquiera reprobados. Los exámenes eran corrientes y no traumáticos, necesitados de diván. Desde luego podríamos decir que había menos dialogo y más orden y disciplina, pero ninguno de estos términos es excluyente y podían convivir entre la gente razonable.
Se reconocía ser diferente por mérito, por el logro, por la hidalguía y la hombría de bien. Mientras escribo esta frase, tengo la sensación que escribo en sánscrito y no en español actual.

Después llegó el tiempo del igualitarismo, la uniformidad, se cambió la aspiración de la igualdad de oportunidades, por la aspiración de la igualdad en las recompensas para los que no han contribuido. Se generó la nueva categoría de los acreedores sociales, los que merecen sin participar en el esfuerzo, de los que reclaman parte y representación a costa de los que hacen, a costa de los que generan empleo o de los que generan riqueza, cuando son parte integrante de la “máquina de impedir”.

¿Donde estará el futuro de las sociedades si no se impone el mandato del talento, de la meritocracia por las obras y los logros? ¿Quién generará excedentes de riqueza que servirán para atender a los más necesitados si los que la crean se convencen que el esfuerzo no vale la pena? ¿Dónde estará el futuro de nuestras sociedades si aniquilamos lo mejor del espíritu humano, su capacidad de superación?

El refugio, la esperanza, entre algunos pocos, está en las empresas, en las organizaciones que tenemos el honor y la responsabilidad de conducir o contribuir a administrar. Cuando reconocemos a los emprendedores, a los que tienen vocación protagónica para marcar la diferencia, para agregar valor, para no aceptar el status quo, que no olvidan la satisfacción de los intereses de todos los stakeholders más allá de los específicos de los accionistas.

Cuando reconocemos compensaciones variables con algún mecanismo medianamente objetivo, no hacemos otra cosa que reconocer y compensar el mandato del talento.
Reconocemos el mandato del talento en nuestros programas de desarrollo, en la capacitación individualizada, en la selección de perfiles con vocación transformadora, en el coaching que realizamos para reciclar o transformar colaboradores para que sus capacidades se enriquezcan y cuenten con propio peso específico.

El mandato del talento que se fundó en el esfuerzo de nuestros mayores, en las familias o nuestros antecesores en las organizaciones; fue la clave de nuestro desarrollo y lo seguirá siendo. Lo planteamos con total claridad porque nos sentimos orgullosos contribuir a administrar o conducir nuestras organizaciones, con nuestros aciertos y errores, pero con el firme convencimiento, que con esfuerzo y honestidad profesional, somos capaces de mejorar la calidad de vida de nuestros semejantes.

7 comentarios:

ST dijo...

Excelentes los conceptos. No hubiera podido coincidir más, hubiera escrito lo mismo
Un abrazo

Sergio Tarallo

GUILLERMO CEBALLOS SERRA dijo...

Sergio, muchas gracias. Estoy convencido que tenemos que sumar mas gente al lado de los que crean y aportan.
Un abrazo

Guillermo

Anónimo dijo...

Guillermo me gustó mucho tu articulo sobre “El mandato del talento”, refleja buena parte de los problemas sociales y empresariales que tenemos.

Últimamente estoy trabajando en intentar entender este tipo de problema y de que forma encontrar algún camino de solución

Creo que hay personas con talento, el problema es que muchas veces:

a- La persona talentosa no vé campo fértil en su empresa para decidir explotarlo.

b- La empresa o el management no tiene el foco puesto en detectar personas con talento para explotarlos y maximizarlos.

El primer caso, uno de los problemas que encuentro es el de diferencias de expectativas entre lo que el empleado cree que debe ser su recompensa por el talento que cree tener y está dispuesto a ofrecer y las recompensas reales que encuentra en su ámbito laboral. El otro problema es que el talento lo tiene pero no sabe como desarrollarlo.

El segundo caso, en las empresas por lo general no hay, orgánicos y metódicos, procesos de búsqueda, maximización y aplicación operativa de talentos.

El segundo caso creo que es el mas difícil de trabajar, ya que los problemas son dos, los procesos de detección de la persona con talento y el como direccionar positivamente el talento detectado.

Los planes de incentivos y remuneraciones variables, son importantes y muchas veces apuntan a concretar los objetivos que la empresa tiene, pero no a que la persona desarrolle su talento natural.

Llamo talento natural a la capacidad de algunas personas a mejorar los procesos y poner valor adicional a su trabajo mas allá de lo que él mismo cree que la empresa le pide. Es una cuestión de percepción y por otro lado innato del individuo.

Falta de modelos de conducta, visión cortoplacista y acotada del trabajo, y falta de esquemas claros de esfuerzo vs. beneficios son factores claves a la hora que el empleado decida poner a disposición su talento para el bien de la empresa. Por el otro lado cierta mezquindad del management a reconocer talentos y ayudar a explotarlos.

Solución.

Seguramente no hay una sola solución pero me parece que el camino debe estar por:

a- Clara visión que los recursos humanos son la herramienta y capital más importante que tiene una empresa.

b- Reconocer y potenciar dentro de la empresa aquellos empleados que cumplen con la condición de “modelos”.

c- Aplicar planes de Endomarketing apuntando a fortalecer la imagen de la empresa en los colaboradores y sus familias.

d- Reforzar la sensación de seguridad en el trabajo, como forma de retener empleados con potencial y crear la base para un pensamiento a mediano y largo plazo por parte del grupo humano.

e- Ayudar e inducir a los empleados a que apliquen sus talentos en pos del bien de la empresa. Encontrar los beneficios que cumplan con las expectativas de reconocimiento de cada empelado.

Creo que los tiempos han cambiado y las condiciones que había en el país hace 100 años no son las que hay hoy, sin embargo tenemos que encontrar los caminos para que los empleados en sus ámbitos de trabajo, sientan y crean en lo mismo que nuestros abuelos cuando se bajaron de los barcos.

Te mando un abrazo y muchas gracias por abrirnos las cabezas a mas de uno.

Federico Garat

GUILLERMO CEBALLOS SERRA dijo...

Federico, muchisimas gracias por tu aporte. Los tiempos y las circunstancias cambian y debemos ser flexibles adaptarnos, en definitiva crecer; pero tambien hay valores y conceptos permanentes, no todo lo nuevo por nuevo es mejor o superador de lo anterior.
Creo que debemos encontrar la sabiduría para distinguir lo nuevo que nos perfecciona de lo simplemente novedoso.
El siglo XXI puede ser maravilloso.

Anónimo dijo...

Guillermo - Sencillamente EXCELENTE. No pude evitar, mientras te leía, verme reflejada en tus palabras... en breve te envío un trabajo que presenté hace algunos años en la UP y que creo reviste el mismo espíritu.

Saludos,
Paula Portal

PD: Y no... no suena a sánscrito, sino más bien al Castellano que nunca debimos perder :-)

Mario Balzarini dijo...

Estimado Guillermo

No creo en la aristocracia de la sangre, pero creo que hay personas mejores que otras. Personas que han aprendido más, que se han esforzado por ser mejores, y que realmente son mejores. Y creo en un sistema que distinga lo bueno de lo malo y premie lo que es mejor, aunque suene "políticamente incorrecto", aunque parezca sánscrito

Un abrazo fuerte

GUILLERMO CEBALLOS SERRA dijo...

Mario, muchas gracias por tus comentarios. Te diste cuenta que hace 30 años que pensamos sobre estos y otros temas y me enriqueces desde entonces?
Un abrazo

Guillermo