Documento de época. Argentina 1974
Por Guillermo Ceballos Serra
A propósito de la reunión del gobernador Axel Kicillof con la CGT el pasado 26 de diciembre de 2025.
Pasaron 51 años. El mundo es otro. Hace años que no existe el trabajo vitalicio. La relación de dependencia no desaparece, pero se transforma, atravesada por cambios tecnológicos, nuevos modelos productivos y una velocidad de transformación sin precedentes. Hoy el trabajo debe ganarse todos los días.
Pretender regular el trabajo del siglo XXI con categorías del siglo XX no solo resulta ineficaz: termina siendo injusto para quienes hoy necesitan insertarse y sostenerse en un mercado laboral dinámico y cambiante.
Hace más de quince años que en la Argentina no crece el empleo privado formal. Ese dato, por sí solo, debería obligarnos a cambiar el eje del debate. El foco no puede estar únicamente en conservar estructuras que ya no responden a la realidad, sino en ayudar a las personas a adaptarse, adquirir nuevas herramientas, reconvertirse y construir empleabilidad a lo largo de toda la vida laboral.
Dado que en la reunión señalada al inicio se utilizaron expresamente estos conceptos, resulta necesario, en este contexto, revisar con seriedad la calificación de regresiva, flexibilizadora o precarizadora aplicada a cualquier intento de actualización del marco laboral.
Regresivo es un sistema que excluye. Un mercado laboral que no genera empleo formal desde hace más de una década no amplía derechos: consolida desigualdades. Defender reglas que solo protegen a quienes ya están dentro del sistema, mientras millones permanecen en la informalidad o directamente afuera, no es progresista: es conservador. Modernizar para incluir no es retroceder.
Flexibilizar tampoco debería ser un insulto. Flexibilizar no es desproteger, es adaptar. Las organizaciones trabajan hoy con proyectos, ciclos más cortos y reconversiones permanentes. Un marco normativo que no contemple esta realidad no protege al trabajador: lo deja afuera.
La verdadera precarización no surge de actualizar reglas, sino de la informalidad, del desaliento a la contratación y de la falta de oportunidades. No tener trabajo en blanco, no poder planificar, no acceder a derechos básicos: esa es la precariedad real.
Desde una mirada profesional de Recursos Humanos, el desafío no es sostener estructuras del pasado, sino construir un sistema laboral sostenible, inclusivo y orientado al futuro. La estabilidad ya no la da un puesto, sino la capacidad de mantenerse empleable.
El rol del Estado, de las organizaciones sindicales y de las empresas debería centrarse en educación, formación continua, reconversión laboral y desarrollo de habilidades técnicas y socioemocionales. Preparar a las personas para el mundo del trabajo real es la forma más genuina de protegerlas.
El verdadero derecho laboral del siglo XXI no es la promesa de un empleo eterno, sino la posibilidad real de construir empleabilidad a lo largo de toda la vida.


