Por Ricardo
Backer. Founder & Chairman de Backer & Partners.
Todas las personas, inevitablemente, tendrán que atravesar el proceso de trabajar hasta envejecer y vivir de sus ahorros. El problema está en cómo se hace para mejorar eso.
Se habla mucho de cambios, de adaptación, de
transformación. Pero no siempre tenemos claro qué nos tocará vivir a cada uno.
Lo que comparto aquí apunta sobre todo a quienes trabajan en empresas,
aunque también alcanza, en parte, a los autónomos.
Primera transición: del empleo único a múltiples
clientes
¿Qué
significa trabajar en una empresa? Básicamente, ganarse la
vida ofreciendo valor a un solo cliente: el empleador, ya sea un
empresario o una sociedad. Cada mes, él pone dinero de su bolsillo para
retribuir lo que aportamos. Y el día que perciba que ya no generamos valor,
inevitablemente prescindirá de nosotros.
La primer transición es trabajar para ganarse la vida
ofreciendo valor a un solo cliente.
Hoy,
además, enfrentamos un escenario complejo: los sistemas jubilatorios
están quebrados o en crisis, y pocos pueden vivir solo de su jubilación. A
eso se suma que vivimos mucho más tiempo que antes. Si antes nos retirábamos
cerca de los 60 —cuando la expectativa de vida estaba entre 70 y 80—, ahora
debemos proyectar alguna década más sin un empleo formal. Ni los
ahorros ni las jubilaciones alcanzan. Por lo tanto, la mayoría de las
personas tiene previsto seguir trabajando. Esto es un cambio importantísimo que
se ha ido dando.
Pero se seguirá trabajando ya no para una empresa,
sino como independiente.
La primera
gran transición, entonces, será doble: por un lado trabajar más años de
lo originalmente previsto adaptando los planes a esto, y por el otro,
dejar de trabajar para “un solo cliente” (la empresa) y comenzar a
generar valor para varios clientes. Puede ser ofreciendo servicios, abriendo un
negocio o desarrollando alguna otra actividad.
La ventaja:
ya no depender de un solo empleador.
La
desventaja: tener que salir a buscar clientes, transformarse en “comercial” de
lo propio.
Este cambio
es trascendente. La empresa brinda seguridad, ingresos estables
(mientras duran) y beneficios. La vida fuera de ella exige más esfuerzo en
conseguir ingresos, aunque también nos libera de las luchas internas de la
organización. El desafío es decidir cuál será la nueva actividad. Esto genera
ansiedad y cuanto mejor se planifica, mejor será. Hay un proceso a seguir que
pasa por conocerse a uno mismo, identificar lo que sabemos hacer bien y lo que
disfrutamos, y entender el mercado al que podemos aportar valor. Para quienes nunca
se sintieron vendedores, este camino puede ser un esfuerzo importante.
Una vez
elegido, resulta hoy en día que rara vez es algo estático: el
mercado cambia vertiginosamente y por eso, más allá de la decisión inicial,
para seguir siendo atractivos, debemos estudiar, actualizarnos y estar en
movimiento. Lejos de aquella imagen tranquila que muchos proyectábamos sobre la
vida después del mundo corporativo.
En este
trayecto, como en todo desafío grande, conviene no estar solos: apoyarnos en
amigos, colegas o mentores puede hacer toda la diferencia.
Segunda
transición: del trabajo a la vida sin trabajo
Después de
varios años en esta dinámica, llega la segunda transición: dejar
de trabajar definitivamente y vivir de los ahorros y la jubilación. Es
otro cambio fuerte, pero por razones opuestas: aparece la falta de desafíos, un
posible golpe a la autoestima, la sensación de ya no ser tan relevantes. Damos
paso a las nuevas generaciones, que llevan el ritmo, y quizás nos encontramos
con menos atención de quienes están ocupados con sus propias vidas.
La segunda transición es dejar de trabajar
definitivamente y vivir de los ahorros y la jubilación.
A eso
pueden sumarse situaciones de salud, y la sensación de vacío o soledad.
Es aquí donde cobra enorme valor contar con un grupo de amigos con quienes
compartir, aprender y sostenernos mutuamente. Porque a veces descubrimos que,
por haber estado tan ocupados antes, no cultivamos tantas amistades; y los
hijos, a su vez, están en su etapa de mayor actividad y no siempre pueden
llenar esos espacios.
Por eso, la
invitación es a ser proactivos: desarrollar grupos de afinidad,
ampliar círculos, sumar personas que nos complementen más allá de los íntimos
de siempre.
En
definitiva
Todos, de
una manera u otra, atravesaremos estas transiciones. Si
tomamos conciencia hoy de lo que implican, podremos prepararnos mejor, evitar
sorpresas y aprovechar lo bueno que cada etapa ofrece. Porque la vida, al
final, es eso: una sucesión de etapas que, si sabemos transitar, nos permitirán
disfrutar todo lo maravilloso que aún tienen para ofrecernos.
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