OCTUBRE 2025

jueves, 25 de septiembre de 2025

UN MAL COMIENZO NO DEFINE TU FINAL. ¿QUICK WINS OR GREAT ENDS?

 

Por Guillermo Ceballos Serra

En muchas ocasiones, solemos darle demasiado peso a cómo comenzamos algo. Si el arranque no es perfecto, pensamos que todo el esfuerzo ya está condenado al fracaso. Sin embargo, la experiencia personal y profesional demuestra lo contrario: un mal comienzo no necesariamente significa un mal final. De hecho, muchas veces es el punto de partida hacia un proceso de aprendizaje profundo y de crecimiento verdadero.

El mito del "buen inicio"

Vivimos en una cultura que premia a quienes parecen despegar con fuerza desde el principio. Nos admiramos de las historias de éxito rápido, de las startups que triunfan en poco tiempo, de las personas que parecen tener todo resuelto desde sus primeros pasos. Pero lo que no siempre se ve es la cantidad de tropiezos, ajustes y reinicios que forman parte del trayecto de cualquier logro.

En el mundo corporativo, este mito se relaciona con la búsqueda de los famosos quick wins: resultados rápidos y visibles que validen un proyecto o estrategia. Si bien son útiles para generar confianza inicial, enfocarse únicamente en ellos puede crear una visión distorsionada del éxito. Los quick wins son valiosos, pero no deben convertirse en el único parámetro de evaluación. El verdadero impacto se mide en la capacidad de sostener resultados a largo plazo, incluso si el inicio fue difícil.

En realidad, un inicio complicado no es un obstáculo insalvable, sino una oportunidad para cultivar resiliencia, creatividad y determinación.

Lecciones que nos deja un mal comienzo

  1. El error es parte del aprendizaje.
    Un inicio complicado nos obliga a salir de la zona de confort, a buscar nuevas soluciones y a entender qué no funciona. Cada tropiezo es un maestro disfrazado.

  2. La resiliencia se forja en los malos comienzos.
    Las personas y equipos que saben levantarse tras una caída desarrollan una fortaleza interna que no se adquiere con los éxitos fáciles.

  3. El proceso es tan importante como el resultado.
    Un mal inicio puede hacernos más conscientes del camino. A veces, lo que aprendemos durante la carrera vale más que la medalla al final.

  4. La visión a largo plazo cambia la perspectiva.
    Cuando nos enfocamos en la meta, entendemos que un traspié inicial es solo un capítulo de una historia mucho más grande.

Ejemplos en el mundo profesional

  • Apple: en los años 90 estuvo al borde de la quiebra, con productos poco exitosos y un mercado que la daba por perdida. Sin embargo, tras el regreso de Steve Jobs y una reinvención estratégica, la empresa no solo se recuperó, sino que se convirtió en una de las marcas más valiosas del mundo.

  • Netflix: comenzó como un servicio de renta de DVDs por correo, con un modelo de negocio que parecía limitado. Tras varios ajustes y decisiones arriesgadas, se transformó en líder global del streaming, revolucionando la industria del entretenimiento. Hoy, además, sigue diversificando sus negocios con nuevas líneas como videojuegos, experiencias en vivo, restaurantes temáticos y tiendas de productos relacionados con sus series más icónicas, demostrando que incluso las empresas consolidadas deben reinventarse constantemente.

  • Starbucks: en sus primeros años de expansión internacional enfrentó pérdidas millonarias y el cierre de tiendas. Sin embargo, aprendió de esos tropiezos y reenfocó su estrategia en la experiencia del cliente, consolidándose como referente mundial en su sector.

  • Proyectos corporativos internos: muchas empresas inician programas de transformación digital con errores de implementación o resistencia al cambio. Sin embargo, aquellas que perseveran, ajustan y se enfocan en la cultura organizacional, logran resultados sostenibles más allá de los quick wins iniciales.

Cómo transformar un mal inicio en un gran final

  • Acepta los tropiezos como parte natural del camino. No los ignores, pero tampoco dejes que te definan.

  • Aprende y ajusta. Cada error trae una pista sobre lo que se debe mejorar.

  • Mantén la constancia. La disciplina diaria pesa más que un inicio brillante.

  • Confía en el proceso. A veces, los mejores resultados llegan después de los momentos más difíciles.

Reflexión final

Un mal inicio no es una sentencia, es un desafío. Lo que marca la diferencia no es la perfección en el arranque, sino la capacidad de avanzar, aprender y levantarse una y otra vez. En la vida y en el trabajo, lo que realmente importa no es cómo empiezas… sino cómo terminas.

lunes, 15 de septiembre de 2025

ECONOMÍA SILVER Y LUEGO EL RETIRO: COMO PREPARARSE PARA LO QUE VENDRÁ

 


Por Ricardo Backer. Founder & Chairman de Backer & Partners.

Todas las personas, inevitablemente, tendrán que atravesar el proceso de trabajar hasta envejecer y vivir de sus ahorros. El problema está en cómo se hace para mejorar eso.

Se habla mucho de cambios, de adaptación, de transformación. Pero no siempre tenemos claro qué nos tocará vivir a cada uno. Lo que comparto aquí apunta sobre todo a quienes trabajan en empresas, aunque también alcanza, en parte, a los autónomos.

Primera transición: del empleo único a múltiples clientes

¿Qué significa trabajar en una empresa? Básicamente, ganarse la vida ofreciendo valor a un solo cliente: el empleador, ya sea un empresario o una sociedad. Cada mes, él pone dinero de su bolsillo para retribuir lo que aportamos. Y el día que perciba que ya no generamos valor, inevitablemente prescindirá de nosotros.

La primer transición es trabajar para ganarse la vida ofreciendo valor a un solo cliente.

Hoy, además, enfrentamos un escenario complejo: los sistemas jubilatorios están quebrados o en crisis, y pocos pueden vivir solo de su jubilación. A eso se suma que vivimos mucho más tiempo que antes. Si antes nos retirábamos cerca de los 60 —cuando la expectativa de vida estaba entre 70 y 80—, ahora debemos proyectar alguna década más sin un empleo formal. Ni los ahorros ni las jubilaciones alcanzan. Por lo tanto, la mayoría de las personas tiene previsto seguir trabajando. Esto es un cambio importantísimo que se ha ido dando.

Pero se seguirá trabajando ya no para una empresa, sino como independiente.

La primera gran transición, entonces, será doble: por un lado trabajar más años de lo originalmente previsto adaptando los planes a esto, y por el otro, dejar de trabajar para “un solo cliente” (la empresa) y comenzar a generar valor para varios clientes. Puede ser ofreciendo servicios, abriendo un negocio o desarrollando alguna otra actividad.

La ventaja: ya no depender de un solo empleador.

La desventaja: tener que salir a buscar clientes, transformarse en “comercial” de lo propio.

Este cambio es trascendente. La empresa brinda seguridad, ingresos estables (mientras duran) y beneficios. La vida fuera de ella exige más esfuerzo en conseguir ingresos, aunque también nos libera de las luchas internas de la organización. El desafío es decidir cuál será la nueva actividad. Esto genera ansiedad y cuanto mejor se planifica, mejor será. Hay un proceso a seguir que pasa por conocerse a uno mismo, identificar lo que sabemos hacer bien y lo que disfrutamos, y entender el mercado al que podemos aportar valor. Para quienes nunca se sintieron vendedores, este camino puede ser un esfuerzo importante.

Una vez elegido, resulta hoy en día que rara vez es algo estático: el mercado cambia vertiginosamente y por eso, más allá de la decisión inicial, para seguir siendo atractivos, debemos estudiar, actualizarnos y estar en movimiento. Lejos de aquella imagen tranquila que muchos proyectábamos sobre la vida después del mundo corporativo.

En este trayecto, como en todo desafío grande, conviene no estar solos: apoyarnos en amigos, colegas o mentores puede hacer toda la diferencia.

Segunda transición: del trabajo a la vida sin trabajo

Después de varios años en esta dinámica, llega la segunda transicióndejar de trabajar definitivamente y vivir de los ahorros y la jubilación. Es otro cambio fuerte, pero por razones opuestas: aparece la falta de desafíos, un posible golpe a la autoestima, la sensación de ya no ser tan relevantes. Damos paso a las nuevas generaciones, que llevan el ritmo, y quizás nos encontramos con menos atención de quienes están ocupados con sus propias vidas.

La segunda transición es dejar de trabajar definitivamente y vivir de los ahorros y la jubilación.

A eso pueden sumarse situaciones de salud, y la sensación de vacío o soledad. Es aquí donde cobra enorme valor contar con un grupo de amigos con quienes compartir, aprender y sostenernos mutuamente. Porque a veces descubrimos que, por haber estado tan ocupados antes, no cultivamos tantas amistades; y los hijos, a su vez, están en su etapa de mayor actividad y no siempre pueden llenar esos espacios.

Por eso, la invitación es a ser proactivos: desarrollar grupos de afinidad, ampliar círculos, sumar personas que nos complementen más allá de los íntimos de siempre.

En definitiva

Todos, de una manera u otra, atravesaremos estas transiciones. Si tomamos conciencia hoy de lo que implican, podremos prepararnos mejor, evitar sorpresas y aprovechar lo bueno que cada etapa ofrece. Porque la vida, al final, es eso: una sucesión de etapas que, si sabemos transitar, nos permitirán disfrutar todo lo maravilloso que aún tienen para ofrecernos.

 

Publicado originalmente en Ámbito Financiero el 9 de septiembre de 2025.