Por Ricardo Bäcker, C Level Coach and Executive Search Consultant; Founding Partner of Bäcker& Partners
Desde hace tiempo, los gobiernos fracasan porque no
dirigen adecuadamente esa organización hipercompleja que es el ESTADO. En la
mayoría de los casos esto ocurre ya que quienes están al mando tienen ideas
políticas, pero no el conocimiento suficiente para llevar adelante
organizaciones.
La mayoría de los individuos, incluyendo a políticos,
piensa que dirigir o gobernar consiste en que una persona ejerce la autoridad
máxima y dispone de medidas con las que mágicamente logrará lo que se proponga.
Sin embargo, se puede ver que con esa fórmula no alcanza.
El líder es una figura importante, tanto para lograr
crear una visión o mística que alinee a la población, como para ser el número 1
de una gran y compleja organización. Cualquier medida que se tome debe ser
analizada por un equipo especializado que pueda evaluar sus impactos en
diferentes ámbitos, y a su vez debe ser bajada en detalle e implementada por un
conjunto de personas preparadas que configuran esa organización que es el
Estado.
En los últimos tiempos lo hemos podido observar
claramente en la Economía, donde los presidentes creen que cuentan con el
conocimiento suficiente y no designan un experto con visión integral en la
materia. Integral se refiere a que, si se aprieta un botón en un lugar, tendrá
un efecto en otro que debe ser anticipado, y para eso hay que estar
adecuadamente formado y capacitado.
Hay cuatro elementos que deben confluir para que una
organización (Empresa o Estado) pueda ser exitosa.
En primer lugar, una estrategia adecuada y compartida
por quienes la integran. Adecuada consiste en que lleve a donde se quiere o
debe llegar, dado que es lo que primero hay que tener en claro. Compartida
implica que debe ser comunicada y aceptada por quienes conducen la
organización.
En segundo lugar, un equipo de personas que se ocupen
de cada sector importante, con los conocimientos suficientes como para ejercer
su rol, estableciendo grandes lineamientos que funcionen, es decir, que
produzcan impacto positivo, trabajando armónicamente entre sí, resolviendo las
dificultades cotidianas alineadamente, teniendo en cuenta la estrategia
compartida y con un espíritu de colaboración en el que cada uno se coordina con
la labor del otro, donde al trabajar en equipo, las virtudes o experiencias de
unos hacen sinergia con las del resto de los integrantes. El mundo es tan
complejo que cada persona requiere de información de otras para lograr ser
efectivo.
En tercer lugar, cada uno de los líderes de equipo,
desde la cúpula hasta los niveles medios y bajos, deben ejercer adecuadamente
su liderazgo, sobre sus propios colaboradores, motivando, formando,
transmitiendo la estrategia, el "para qué" de lo que se hace, siendo
congruente con la estrategia final de la organización.
Por último, en estos momentos en los que hay continuos
cambios en el mundo, bruscos y profundos, el conjunto de la organización debe
estar alerta a las innovaciones y nuevos contextos con el fin de ir adaptando
el accionar a las circunstancias (tecnología, pandemias, variación de precios
de commodities, distinta disponibilidad de financiación, alineamientos
políticos, entre otros).
En muchos países estamos lejos de lograr esa
integración. Los líderes máximos fallan en definir y comunicar una estrategia
apropiada, por lo general no cuentan con la experiencia adecuada para conducir
equipos de trabajo que alcancen los objetivos, no se adaptan a los cambios y
tienden a proponer ideas anacrónicas que son anticuadas, de épocas pasadas. Los
grupos de trabajo en su mayoría no están formados por expertos en los distintos
temas y no sólo no realizan su labor armónicamente, sino que suelen haber
notorias desavenencias entre los miembros.
Sería un milagro que se logren resultados en estas
circunstancias, pero los milagros, lamentablemente, son escasos.