Por Cristina Bomchil, Fundadora y Directora Ejecutiva de Valuar –
Executive Search
La mujer ha dado enormes pasos
hacia posiciones directivas en los últimos años. Se ha tomado en las
organizaciones conciencia del aporte que su participación en los niveles directivos
representa. Tan solo desde el punto de la diversidad, su mirada diferente
enriquece la visión y la evaluación de la realidad. La mujer cuenta con una
capacidad intuitiva, empática y holística destacada, que le permite acercarse a
la resolución de temas en una forma muy integral, reconociendo los factores
humanos y sensibles más allá de la racionalidad, los cálculos y las
estadísticas. A modo de ejemplo, es sabido que la crisis de las hipotecas del
2008 no pudo ser prevista por los analistas más renombrados de Estados Unidos.
No es casualidad que la mayoría de ellos venía de las mismas universidades, los
mismos núcleos sociales y eran mayoritariamente hombres.
Los ejemplos de mujeres hoy
actuando en roles directivos son muchísimos: en Directorios de Bancos,
liderando compañías tecnológicas, automotrices, como número uno de marketing de
compañías de consumo masivo, etc. Ahora en el Gobierno, la reciente electa
Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, la Presidente de Aerolíneas
Argentinas, la Ministra de Desarrollo Social, son muestras palpables de la evolución de la
mujer y de una sociedad que puede escucharlas
y valorarlas. Porque ya no es una cuestión de cupos, como era en el
pasado, en donde las compañías para
responder a determinadas disposiciones corporativas políticamente correctas
cubrían ciertas posiciones de mandos medios altos con mujeres, pero no por una
valoración meritocrática: entonces las que ocupaban esos puestos no eran
escuchadas. Hoy en día ya no importa el sexo, al contrario, en ocasiones se
opina que para determinado desafío sería mejor que lo conduzca una mujer.
Es cierto que el camino para
ellas no es fácil. A la barrera casi superada de la discriminación, o de la
subvaloración, se le suma el factor biológico y doméstico. Son ellas las que
tienen los hijos y normalmente en una primera etapa cuidan más de ellos.
También en general son las responsables
de las tareas de la casa, y del cuidado de padres que van envejeciendo. Los
largos horarios de las empresas atentan contra
lo que una mujer siente que es ser una buena madre. Aunque hoy son ambos
padres los que comparten las responsabilidades, en última instancia es la madre
la del rol primordial. Todavía la sociedad tiene esa expectativa. Es verdad que
se ven cada vez más casos donde es la mujer profesional el sostén del hogar, e
incluso se dan expatriaciones de mujeres en donde el marido queda al cuidado de la casa y de
los hijos, por ser difícil para él encontrar una ocupación acorde en un país
externjero.
Las organizaciones han tomado
conciencia que deben flexibilizarse para retener talento femenino: elasticidad
y libertad en los horarios, trabajo a distancia, home office, y otros
beneficios que permiten compatibilizar un buen desempeño con una maternidad
responsable: es un ganar para todos. Es la mujer la que ha roto el techo de
cristal pero gracias a una sociedad que al mismo tiempo ha reconocido no
solamente sus valores, sino la extrema necesidad de incorporar su talento.
Tanto en los emprendimientos privados sino a nivel ONGs’ y gobiernos. No sería
aventurado decir que tal vez, con mujeres al frente de los Estados, no hubieran
sucedido las guerras: el corazón y la razón femenina detestan la violencia y
velan por la armonía y la unión en las familias y por extensión, en todos los
grupos humanos.
Aún hay muchos pasos más por dar:
persiste la disparidad en las compensaciones entre varones y mujeres. Ello
tiene su fundamento en un resabio machista, pero también porque la mujer es menos mercenaria que el hombre,
trabaja más por vocación que por un afán de crecer económicamente, y por otro
lado, la sociedad espera menos de ella en este sentido, salvo las excepciones
que ya mencionamos (y que van en aumento) es el padre en general el sostén
primordial del hogar. También es cierto
que todavía hay compañías que confían la mayor responsabilidad en profesionales
hombres, no por su mayor mérito, sino por una cuestión de género: pero la
verdad que eso ya está visto cómo pasado de moda y retrogrado.
Hay innumerables asociaciones que
promueven el desarrollo de la mujer hacia roles directivos, a través de
mentorings, programas de formación gerencial, apoyo para realizar posgrados,
rotación por distintos sectores de las compañías de la mando de altos
ejecutivos, etc. Ello da cuenta de la importancia que se le está dando al rol
de la mujer en posiciones de alta dirección y de la necesidad de cubrirlas con
ellas.
Desde un punto de vista personal
considero que las mujeres tenemos una responsabilidad fundamental en el armado
de una familia, y que hay veces que no hay más remedio que resignar algo de
crecimiento profesional en pos de ella. Viendo esto desde el punto de vista de
la vida como un todo, se trata de una decisión sana y positiva que ayuda a
construir una sociedad mejor. Lo que así
mismo resulta positivo, es que el hombre asuma un mayor grado de
responsabilidad en todo este armado balance vida-familia-trabajo.
La mujer ha dado enormes pasos
hacia posiciones directivas en los últimos años. Se ha tomado en las
organizaciones conciencia del aporte que su participación en los niveles directivos
representa. Tan solo desde el punto de la diversidad, su mirada diferente
enriquece la visión y la evaluación de la realidad. La mujer cuenta con una
capacidad intuitiva, empática y holística destacada, que le permite acercarse a
la resolución de temas en una forma muy integral, reconociendo los factores
humanos y sensibles más allá de la racionalidad, los cálculos y las
estadísticas. A modo de ejemplo, es sabido que la crisis de las hipotecas del
2008 no pudo ser prevista por los analistas más renombrados de Estados Unidos.
No es casualidad que la mayoría de ellos venía de las mismas universidades, los
mismos núcleos sociales y eran mayoritariamente hombres.
Los ejemplos de mujeres hoy
actuando en roles directivos son muchísimos: en Directorios de Bancos,
liderando compañías tecnológicas, automotrices, como número uno de marketing de
compañías de consumo masivo, etc. Ahora en el Gobierno, la reciente electa
Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, la Presidente de Aerolíneas
Argentinas, la Ministra de Desarrollo Social, son muestras palpables de la evolución de la
mujer y de una sociedad que puede escucharlas
y valorarlas. Porque ya no es una cuestión de cupos, como era en el
pasado, en donde las compañías para
responder a determinadas disposiciones corporativas políticamente correctas
cubrían ciertas posiciones de mandos medios altos con mujeres, pero no por una
valoración meritocrática: entonces las que ocupaban esos puestos no eran
escuchadas. Hoy en día ya no importa el sexo, al contrario, en ocasiones se
opina que para determinado desafío sería mejor que lo conduzca una mujer.
Es cierto que el camino para
ellas no es fácil. A la barrera casi superada de la discriminación, o de la
subvaloración, se le suma el factor biológico y doméstico. Son ellas las que
tienen los hijos y normalmente en una primera etapa cuidan más de ellos.
También en general son las responsables
de las tareas de la casa, y del cuidado de padres que van envejeciendo. Los
largos horarios de las empresas atentan contra
lo que una mujer siente que es ser una buena madre. Aunque hoy son ambos
padres los que comparten las responsabilidades, en última instancia es la madre
la del rol primordial. Todavía la sociedad tiene esa expectativa. Es verdad que
se ven cada vez más casos donde es la mujer profesional el sostén del hogar, e
incluso se dan expatriaciones de mujeres en donde el marido queda al cuidado de la casa y de
los hijos, por ser difícil para él encontrar una ocupación acorde en un país
extranjero.
Las organizaciones han tomado
conciencia que deben flexibilizarse para retener talento femenino: elasticidad
y libertad en los horarios, trabajo a distancia, home office, y otros
beneficios que permiten compatibilizar un buen desempeño con una maternidad
responsable: es un ganar para todos. Es la mujer la que ha roto el techo de
cristal pero gracias a una sociedad que al mismo tiempo ha reconocido no
solamente sus valores, sino la extrema necesidad de incorporar su talento.
Tanto en los emprendimientos privados sino a nivel ONGs’ y gobiernos. No sería
aventurado decir que tal vez, con mujeres al frente de los Estados, no hubieran
sucedido las guerras: el corazón y la razón femenina detestan la violencia y
velan por la armonía y la unión en las familias y por extensión, en todos los
grupos humanos.
Aún hay muchos pasos más por dar:
persiste la disparidad en las compensaciones entre varones y mujeres. Ello
tiene su fundamento en un resabio machista, pero también porque la mujer es menos mercenaria que el hombre,
trabaja más por vocación que por un afán de crecer económicamente, y por otro
lado, la sociedad espera menos de ella en este sentido, salvo las excepciones
que ya mencionamos (y que van en aumento) es el padre en general el sostén
primordial del hogar. También es cierto
que todavía hay compañías que confían la mayor responsabilidad en profesionales
hombres, no por su mayor mérito, sino por una cuestión de género: pero la
verdad que eso ya está visto cómo pasado de moda y retrogrado.
Hay innumerables asociaciones que
promueven el desarrollo de la mujer hacia roles directivos, a través de
mentorings, programas de formación gerencial, apoyo para realizar posgrados,
rotación por distintos sectores de las compañías de la mando de altos
ejecutivos, etc. Ello da cuenta de la importancia que se le está dando al rol
de la mujer en posiciones de alta dirección y de la necesidad de cubrirlas con
ellas.
Desde un punto de vista personal
considero que las mujeres tenemos una responsabilidad fundamental en el armado
de una familia, y que hay veces que no hay más remedio que resignar algo de
crecimiento profesional en pos de ella. Viendo esto desde el punto de vista de
la vida como un todo, se trata de una decisión sana y positiva que ayuda a
construir una sociedad mejor. Lo que así
mismo resulta positivo, es que el hombre asuma un mayor grado de
responsabilidad en todo este armado balance vida-familia-trabajo.
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