Por Sebastián Campanario. Columnista de
economía no convencional y e Innovación en el diario La Nación. Economista.
Autor de seis libros sobre creatividad, futuro y bienestar en Penguin Random
House.
La sordera que aquejó en los últimos años de su
vida al compositor Ludwig van Beethoven no le impidió componer su obra más
famosa, la Novena Sinfonía, que terminó en 1823, cuatro años antes de morir. Es
más: hay estudiosos de la vida del músico nacido en Alemania que creen que esta
debilidad fue justamente lo que le permitió llegar a este grado de excelencia:
creó su opus en su mente, sin distracciones, en un contexto de pureza absoluta.
Doscientos años después, la divulgación sobre
sistemas complejos tiene un nombre acuñado para aquellas personas, empresas u
organizaciones de todo tipo que no solamente resisten adversidades y se
mantienen en pie (lo que se conoce como “resiliencia”), sino que justamente
florecen y se benefician de contextos de caos y desorden: son “antifrágiles”.
El concepto de “antifragilidad” fue
desarrollado y popularizado por el inversor, filósofo y autor libanés Nassim
Taleb en su libro Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden, en el
cual propone tres categorías para los sistemas o entidades. Las cosas o
personas frágiles se rompen o lastiman cuando enfrentan un golpe, y son muy
afectadas por cambios abruptos en su entorno. Los sistemas “robustos” son más
resistentes, no sufren daños graves y mantienen su estabilidad en
circunstancias normales o predecibles. La novedad de Taleb es la tercera
categoría; los sistemas antifrágiles no solo resisten la adversidad, sino que
se benefician de ella. Cuanto más caos, más fuertes y adaptables se vuelven.
Un ejemplo muy a mano de antifragilidad es el
del sistema inmunológico de los humanos, que cuando se expone a distintos virus
y bacterias a lo largo el tiempo se vuelve más resistente y se fortalece.
En el terreno de los negocios, la
antifragilidad siempre fue algo deseable, pero se volvió un tesoro mucho más
valioso en el mundo actual, donde la varianza de la realidad se amplió y el
nivel de complejidad de lo que nos rodea aumentó en varios ordenes de magnitud
con respecto al que había hace pocos años.
Una empresa antifrágil, por ejemplo, es aquella
que diversifica sus ingresos y no depende de un solo gran cliente o comprador.
Esto permite que la firma en cuestión pueda aprender y beneficiarse de la
variabilidad y adversidad de un mercado. En la literatura de negocios se suele
mencionar como caso paradigmático de antifragilidad a Amazon, que empezó como
una librería online y con el tiempo se fue expandiendo a servicios en la nube
(Amazon Web Services), contenido y entretenimiento, etcétera.
Piñas que fortalecen
Pablo Cabaleiro cumple por estos días 42 años.
Cuando terminó el secundario estudió marketing, y luego se especializó en
España en el área de neuromarketing, que combina los últimos avances en
neurociencias con estrategias de ventas. Pero lo que siempre le gustó desde
chico fue hacer magia.
El 13 de junio de 2009, hace poco más de 14
años, lo invitaron a participar de una cámara oculta al cantante Ricky
Maravilla. Cabaleiro, desconocido por entonces, simulaba que perdía las llaves
de una guillotina en la que habían encajado el cuello de Maravilla, que iba
poniéndose cada vez más furioso a medida que los gastaban. Cuando lo soltaron,
empezó a correr a los responsables de la broma y Cabaleiro ligó una piña que le
hizo volar un diente.
En el programa de Marcelo Tinelli, el más visto
por entonces, el conductor preguntó: “¿Dónde está el mago sin dientes?”.
“Yo sabía que cualquier cosa que decía Marcelo
se transformaba en un hit –cuenta a LA NACION Cabaleiro, así que a la mañana
siguiente fui a la oficina de patentes y registré ‘Mago sin dientes’ en
distintas categorías”.
Desde entonces, Cabaleiro tiene una carrera
exitosa como mago independiente, y se hizo más conocido cuando lo contrató
Mauricio Macri para repartir globos en el bunker del Pro. En 2019, cuando
Cambiemos perdió con el kirchnerismo, la foto del Mago sin Dientes solo con su
alma en medio del búnker de Costa Salguero se volvió meme, asociado a una
imagen de patetismo. Pero Cabaleiro es un experto en hacerles una toma de yudo
a los eventos catastróficos para su propio bien: lo que en primera instancia
tuvo una connotación negativa, con el tiempo se convirtió en una imagen de
persistencia y de “aguante”.
La epopeya del Mago sin Dientes, que se vuelve
más fuerte cuanto mayor es la piña que se come (y en este caso fue literal),
deja varias lecciones de antifragilidad. En diálogo para esta nota, Cabaleiro
cuenta que si alguna vez no puede vivir de la magia volverá al marketing, el
campo que estudió y cuyas estrategias aplica todo el tiempo. Meses atrás,
cuando no conseguía que lo invitaran a la gala de los Martín Fierro, se le
ocurrió comprar una página de publicidad en el programa impreso del evento, lo
que le daba acceso a una entrada. Con la publicidad generada a partir de la
cámara que los enfocó en la trasmisión general consiguió varios shows que más
que repagaron su inversión original.
El hecho de que la realidad haya aumentado su
varianza y que todo se haya vuelto imprevisible les sube el valor a las
estrategias de antifragilidad: la “suerte”, como dice el psicólogo inglés
Richard Wiseman en su libro 59 segundos, depende del azar (que no se puede
pronosticar), pero también de la velocidad de interacción con el azar, que sí
manejamos: hacer muchas cosas distintas todo el tiempo.
La piña de Ricky Maravilla fue un hecho
azaroso, pero previamente Cabaleiro trabajó para estar en el lugar indicado, y
a posteriori se movió muy rápido para capitalizarlo.
Hay una relación también muy robusta entre la
antifragilidad y la revolución sénior. En la segunda mitad de la vida ya hubo
que enfrentar cambios de carrera y de trabajo, problemas de salud, pérdida de
seres queridos, desengaños amorosos y otros eventos estresantes: quienes pueden
aprender a partir de estos desafíos se fortalecen para enfrentar los nuevos.
Durante la pandemia, el Ineco, el instituto
fundado por Facundo Manes, encaró un estudio amplio para medir los estragos
causados por el Covid-19 en la salud mental de distintos sectores de la
población. La hipótesis inicial de los investigadores era que los dos grupos
más afectados iban a ser los adultos mayores y los adolescentes.
Para su sorpresa, notaron que los primeros
fueron mucho más resilientes (y antifrágiles) que los más jóvenes, justamente
por las herramientas que vienen con la diversificación de experiencias,
aprendizajes, capacidad de adaptación y redes de apoyo social.
Como pasó
con Beethoven, en la vida cotidiana que trae la adultez hay infinidad de
“debilidades” que se pueden convertir en fortalezas. Una que descubrí hace
poco, pasando los 50: volver a ver series buenísimas de hace 20 años (en mi
caso personal: The Wire, Los Sopranos, The Office) que por la erosión de la
memoria pueden disfrutarse tanto o más aún que la primera vez.
Publicado originalmente en La Nación 17/92023