Por Eugenio Marchiori y Andrés Hatum - Profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella.
"Trabajar desde el hogar es
cada vez más el sueño de muchos empleados", dice una nota de la revista de
negocios Forbes. Se ha convertido casi en un lugar común sostener que el
teletrabajo beneficia tanto a las empresas como a su gente. Los motivos sobran;
entre otros se pueden mencionar:
Aumento de la productividad: al estar en un ambiente más
silencioso y con menos distracciones, los empleados se encuentran más enfocados
y concentrados, lo que impacta en forma directa en su rendimiento.
No hay necesidad de traslados: esto trae varios beneficios
asociados. En primer lugar, la disminución del uso de vehículos reduce la
contaminación con el consiguiente beneficio para el medio ambiente. En segundo
lugar, se libera tiempo que los empleados pueden dedicar a la familia, a
practicar deportes o a otras actividades que mejoran el balance vida laboral y
personal. En tercer lugar, se consigue reducción de gastos, ya sea de
combustible o de transporte. Por último, se evitan embotellamientos y demoras,
lo que reduce el estrés y mejora la salud.
Mayor lealtad y compromiso de los empleados: la posibilidad de
ajustar los horarios es reconocido y agradecido, lo que contribuye a disminuir
la rotación. El beneficio es valorado en particular por las madres o los padres
que están a cargo del cuidado de niños o de personas mayores.
Reducción de los costos empresariales: esto se produce por
varias causas como la reducción en la superficie necesaria de oficinas; la
facilidad de contratación sin restricción geográfica, y; la mejor gestión de
los horarios regionales por parte de las compañías multinacionales.
En síntesis, el trabajo en el
hogar aviva una serie de círculos virtuosos que se retroalimentan y producen
mejoras en la productividad de la empresa y en la calidad de vida de sus
integrantes.
Sin embargo, no todo es un lecho
de rosas. Debido a la naturaleza del trabajo que realizan, las empresas de
tecnología deberían ser las más beneficiadas con esta modalidad. Entonces,
¿cómo se explica que líderes del mercado como Google o Apple nunca la hayan
adoptado? ¿Qué ocurrió con otros gigantes de la industria que, luego de haberlo
intentado, regresaron al estilo tradicional de trabajo?
En ese sentido, está latente el
caso de Yahoo! -una de las pioneras en enviar a sus "yahoos" al
hogar- que, tras el arribo de Marissa Mayer, ordenó a sus empleados cambiar sus
pijamas por jeans y volver a la oficina. El último caso es -nada menos- que el
de IBM, empresa pionera en la modalidad de teletrabajo, que hace poco comenzó a
reincorporar a las oficinas al 40% de sus empleados que trabajaban a distancia.
A pesar de sus aparentes ventajas
en términos de productividad y de calidad de vida, el teletrabajo perjudica a
personas y a empresas de varias formas. En el corazón de estos daños, se
encuentra la falta de comunicación cara-a-cara, experiencia humana
irremplazable y sustento esencial de la cultura.
Cuando poco antes de morir Steve
Jobs imaginó el Apple Camp -la nueva nave insignia de la compañía-, buscó
generar espacios en los que los empleados se pudieran concentrar durante un
instante y luego "chocar" con otros. La solución fue unas oficinas
modulares o "pods" (receptáculos) que pueden ser usados por
cualquiera. La idea de Jobs era meter a 12.000 personas en un solo edificio
abierto en el que se pudiera circular sin barreras. Se había inspirado en Pixar
-la madre de éxitos como Toy Story, Buscando a Dori y Up!,
entre otros-, arquetipo de la creatividad. Para reafirmar el estímulo a los
choques, el edificio tiene un gimnasio de más de 9000 metros cuadrados y una
sola cafetería con capacidad para 4000 personas.
Algo similar ocurre con Google.
La compañía es célebre por haber fijado la vara en lo que respecta a oficinas
amigables. Cafeterías, zonas de relax, salas con juegos, restaurantes de cocina
internacional, gimnasios, masajes y hasta boxes para dormir la siesta la
convierten en la meca de cualquiera. Google no necesita obligar a sus empleados
a ir a la oficina, ellos van entusiasmados.
Cuando las personas comparten el
espacio, se producen encuentros casuales o programados que son -a la vez-
fuente de inspiración y de crecimiento personal, ya que sirven para compartir
experiencias, conocimientos e ideas.
Esas múltiples interacciones
generan las innovaciones de las que se nutren las compañías que se proyectan al
futuro. Desde luego, no es sencillo cuantificar los resultados en términos
económicos de corto plazo, como sí ocurre con los ahorros generados por el
teletrabajo. Porque, ¿cómo saber cuál será y cuándo nacerá el próximo Google
maps o el nuevo Ipad?
Doble filo
Para los empleados, el
teletrabajo es un arma de doble filo. Ellos corren el riesgo de que, en poco
tiempo, su trabajo se convierta en una commodity reemplazable con
facilidad desde cualquier punto del globo. De hecho, la modalidad de trabajo
que más está creciendo es la de los freelancers o trabajadores independientes.
La competencia global puede tornase feroz. Por fortuna, la creatividad es una
competencia distintiva difícil de reemplazar a distancia. Aquellos defensores
acérrimos del trabajo a distancia deberían reflexionar sobre este punto.
Todo parece indicar que, cuando
el foco es la productividad y los resultados económicos en el corto plazo, el
teletrabajo es un camino efectivo. Ahora, aquellas empresas cuya visión está
más allá del próximo trimestre y que persiguen la sustentabilidad a largo plazo
saben que la creatividad y la innovación son indispensables. Son estas últimas
las que seguirán estimulando el invalorable vínculo cara a cara entre su gente.
Volver a la oficina
Comunicación: Muchas empresas abandonan el teletrabajo porque
dificulta la comunicación cara a cara y el intercambio de conocimientos e
ideas.
Creatividad: Otra consecuencia no deseada del empleo remoto es
la falta de interacciones que son fundamentales para tareas creativas o de innovación.
Efecto casual: Cuando se comparte una ofician se generan encuentros casuales que son fuente son
fuente de inspiración.
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