NOVIEMBRE 2024

viernes, 1 de junio de 2018

LA POLÉMICA ENTRE LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD SINDICAL


Por José Armando Caro Figueroa, Ex Ministro de Trabajo de República Argentina

Cuando Cambiemos llegó al poder carecía de un programa de política laboral. Han transcurrido 30 meses de gestión y Macri no logra llenar este vacío.

En el ámbito laboral, el gradualismo esconde una orfandad de ideas que intenta ser cubierta con una retórica contraria a los fundamentos del Derecho del Trabajo y que está llevando a ciertos jueces a invertir el principio in dubio pro-operario ("ante la duda, a favor del trabajador").
El actual gobierno acepta sin rechistar la herencia kirchnerista y las bases del modelo sindical definido en los años '40, y que el propio peronismo intentó modular en el Congreso de la Productividad.

Curiosamente, el dogma gradualista ha convertido al gobierno de Macri en tutor de este modelo sindical, de los privilegios de los sindicatos con personería gremial, y del régimen de obras sociales impuesto por la dictadura de 1970.

Recuérdese que, en 1973, el presidente Perón procuró, sin éxito, reemplazar el esquema de Onganía por el Sistema Nacional Integrado de Salud.

Con su actitud tutelar, el gobierno Macri adhiere al pacto tácitoque vincula desde hace décadas a los sindicatos oficiales con la gran patronal, contestes en defender el modelo sindical apelando al antidemocrático argumento de que así detienen el avance de la izquierda leninista o trotskista, y de la “resistencia peronista”.

La coalición gobernante abandona entonces el ideario republicano y renuncia a defender la libertad sindical reconocida en la Constitución Nacional, en los Tratados Internacionales y en la doctrina de la OIT.

Los trabajadores del subte llevan años mostrando de modo contundente que, en ejercicio de su libertad, han decidido constituir su propio sindicato. Pero el férreo guion del modelo sindical les condena a ser representados por la UTA.

Es bueno recordar que los presidentes Kirchner se resistieron también a reconocer al sindicato de los metrodelegados, condenando a los ciudadanos a periódicos e intensos padecimientos provocados por huelgas sin preaviso y sin servicios mínimos.

Esta espiral de luchas obreras y de chicanas gubernativaspareció terminar en diciembre de 2015, cuando Cristina Kirxhner imaginando complicar a sus sucesores, otorgó personería gremial a la “Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y del Pre-metro”.

Pero en marzo de 2017, la Cámara del Trabajo (CNAT) revocó la resolución y devolvió el expediente al ministerio para que subsane irregularidades y se expida nuevamente sobre el fondo del litigio. Luego, la Corte desestimó el recurso de los metrodelegados, por entender que el fallo de la CNAT no era una “sentencia definitiva”.
Por consiguiente, contrariamente a lo que sostiene el Gobierno, los jueces no se han pronunciado sobre la cuestión de fondo ni han desestimado el derecho de libertad sindical de los trabajadores del subte.

Como consecuencia de estas marchas y contramarchas, el gobierno de Macri, la UTA, Metrovias y los metrodelegados continúan enzarzados en un combate ciertamente feroz, y cuyas principales víctimas son los usuarios del transporte subterráneo de pasajeros.
Las sucesivas huelgas que vienen paralizando los servicios de Metrovías contienen comportamientos ilegales.

Pienso que alguien tendría que explicarle a los metrodelegados que sus derechos a organizarse sindicalmente en libertad y a parar en defensa de sus intereses, han de ejercerse en el marco de la Constitución que, al reconocer la libertad sindical y el derecho de huelga, reconoce otros derechos de igual o superior jerarquía.

Explicarle que, por ejemplo, el ejercicio del derecho de huelga impone modulaciones que están en la raíz de toda democracia constitucional.
Se trata, nada más y nada menos, que de reconstruir -también en el terreno de las relaciones colectivas de trabajo- el consenso constitucional roto por años de dictaduras y de experimentos antirrepublicanos.

En su orfandad programática, el gobierno Macri mantiene el pacto Kirchner-Moyano, que excluyó al transporte de la lista de servicios esenciales.

Esperemos que ni el Gobierno ni los argentinos tengamos que lamentarnos de esta negligencia el día en que el sindicato de camioneros decida seguir los pasos dados en Brasil por sus homólogos.
Pero no estamos sólo frente a una parálisis reformista. Cuando el Gobierno omite convocar a la Comisión de Garantías ante las huelgas del transporte, muestra su impericia: ignora que la actuación de esta Comisión permitiría, por ejemplo, calificar al transporte de pasajeros como esencial o colaborar en la fijación de los servicios mínimos para compatibilizar el ejercicio del derecho de huelga con los demás derechos reconocidos en la Constitución.

A mi modo de ver, el Gobierno debería completar el expediente demorado por el kirchnerismo y otorgar la personería gremial,haciendo efectiva la supremacía de la Constitución Nacional y del principio de libertad sindical.

Esta reconducción de la posición del Estado restará tensiones al conflicto y reforzará la legitimidad de las medidas que haya de adoptar el Gobierno para garantizar tanto el derecho a huelga como la libertad de trabajar, de circular y de trasladarse que tienen los no huelguistas.

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