Por Alejandro Melamed, Consultor en temas de innovación disruptiva de
recursos humanos y autor de El futuro del trabajo y el trabajo del futuro. Ex
VP HR Coca Cola South Latin America
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después de dos años y esta vez como expositor en vez de alumno fue uno de los
desafíos -y cambios de perspectiva- más importantes de mi trayectoria. Mi
recorrida por California puso de manifiesto muchas situaciones duras y complejas
que ya son una realidad hoy y que, si no se corrigen, van a seguir siendo una
realidad mañana.
El contrapunto entre algunas de
ellas es impresionante: en las calles de San Francisco conviven máquinas para
convertir billetes en tarjetas de crédito, negocios que ya no aceptan cash sino
solo medios electrónicos (dicen que por cuestiones ecológicas), negocios en los
que se puede pagar con bitcoins y bares atendidos 100% por robots con una
cantidad nunca antes vista de personas en estado calamitoso, revisando la
basura, cartoneando o pidiendo limosna... Muchos de ellos destruidos por el
exceso de drogas y muchos con problemas psiquiátricos severos.
Son contradicciones entre la
extrema modernidad y la extrema miseria.
Las drogas -que en cierta forma
siempre fueron parte del "paisaje" habitual de San Francisco- van
cobrando su tarifa: hoy, el olor a marihuana es omnipresente y en muchos baños
hay dispositivos para dejar jeringas usadas. Junto con este problema tan serio
de salud (social, física y mental) vemos empresas de "medicina rápida"
y automatizada que luego de una entrevista de 90 minutos -y a través de una
aplicación- van guiando al paciente con todos sus temas de alimentación,
actividad física, sueño, historia clínica, etc. Lo mismo con las estaciones
automatizadas de medición en 3D del cuerpo para evaluar el estado físico, con
indicadores de salud y herramientas para medir su evolución.
De la misma forma, muy cerca de
donde podemos ver sistemas de ride-sharing aún más baratos que Uber
(o sea, Uber compartido) y garajes con cargadores para autos eléctricos, vemos
carteles que advierten por robos en los autos que estacionan en la calle. Y no
en áreas alejadas, sino en algunos de los lugares turísticos más visitados.
La infraestructura también tiene
sus dos lados de la moneda: mientras crecen la batalla comercial y la
competencia entre dispositivos de inteligencia artificial doméstica, como
Google Assistant, Amazon Alexa y Siri de Apple, y se hacen omnipresentes los
Amazon Lockers, donde podemos retirar productos comprados en la supertienda
online y pagar con el celular, la feria de tecnología más importante del mundo
(CES) se quedó sin luz y sus 180.000 visitantes quedaron a oscuras.
Y mientras el check-in en
los aeropuertos, el registro de equipajes y el sistema de migraciones para ingresar
a EE.UU. están automatizados casi por completo, el tranvía de San Francisco
(una de sus atracciones más concurridas) sigue haciendo su cambio de dirección
con un plato manual empujando al vagón para que gire. Además, cuando se le
termina el turno al chofer, el tram se detiene en la mitad del
recorrido y no arranca hasta que no llega su reemplazo.
A pocos metros, surgen ahora
locales de comida que promocionan su propuesta como "orgánica, atención
personalizada y de propiedad familiar", un apelativo tanto para
diferenciarse como para "pedir ayuda", apelando a la parte humana del
consumidor.
Esta fue una experiencia
increíble, con muchísimos aprendizajes y situaciones no vividas previamente. El
futuro que ya es presente y el pasado que no deja de estar vigente. La
tecnología de avanzada en su máxima expresión y las miserias humanas que no
dejan de sorprendernos. Una síntesis de las contradicciones de lo que es el
mundo en el que vivimos.
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