Por Guillermo Ceballos Serra
Pocos días atrás me encontré con
una mis mejores ex alumnas. El tiempo
había pasado y profesionalmente tuvo un gran crecimiento que la llevó a obtener
su primera posición gerencial a los 28 años. Estaba muy comprometida con su
compañía, entusiasmada con sus proyectos y feliz por el reconocimiento que
recibía en su organización.
Su única preocupación era que por
primera vez en su carrera, le tocaba liderar
gente, dos personas más jóvenes que ella, estaban bajo su
responsabilidad. Fue entonces que, como en el pasado, me hizo nuevamente una
pregunta inteligente. “¿Cómo sé, si estoy siendo un buen jefe?”.
Debo confesar mi orgullo, porque sentí
que había logrado sembrar una semilla de un tema esencial en la mente y el
corazón, como es la responsabilidad de la gestión de personas, particularmente, en alguien que estudió otra carrera y que los temas
de recursos humanos podrían haberle parecido “extracurriculares”.
Mi respuesta fue muy sencilla, “… si estás obteniendo los resultados que
buscás y tenés un buen clima laboral en tu equipo, muy probablemente seas una
buena jefa”. En otras palabras, le
sugerí mirar los indicadores cuantitativos y cualitativos de la gestión.
Todos tenemos jefes, muchos somos
jefes, otros lo hemos sido ya por mucho tiempo. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado si somos buenos líderes? ¿Cuántas
veces nos hemos dado el tiempo para pensar si estamos siendo útiles para
nuestro equipo? ¿Cuántas veces en nuestros años de carrera nos hemos planteado
el tema de la esencia del liderazgo? ¿Aunque la pregunta no fuera formulada en
términos académicos o técnicos? Sino simplemente, “¿Cómo sé, si estoy siendo un buen jefe?
Estos estudios han demostrado lo
obvio, pero que nos negamos a poner en práctica, que los empleados valoran la comunicación periódica, confiable y “significativa”
y que los buenos gerentes motivan a través de desarrollar relaciones genuinas
con sus empleados.
Han demostrado también, como
corolario de la necesidad de comunicación periódica, que los empleados requieren feedback mas allá de una revisión anual para
mejorar su gestión y que la gestión de personas basándose en las fortalezas
es infinitamente más efectiva que hacerlo sobre las debilidades, porque
fortalecen el vínculo personal y el compromiso con la organización.
Cuanto más converso off the record,
con colegas sobre los temas que los preocupan, invariablemente, surge la
carencia de liderazgo como cuestión relevante. El tema crucial radica en que cuanto
más nos preocupa la productividad de las organizaciones, más debemos
preocuparnos por la calidad del liderazgo, mucho más que por la existencia de mejores procesos (por
supuesto que no propongo descuidar este tema).
Los buenos empleados necesitan buenos gerentes, los mejores empleados,
son los que tienen los mejores líderes. Las compañías más exitosas, son las que
tienen los mejores empleados comprometidos.
Ese es el secreto de las organizaciones exitosas, líderes que estan fundamentalmente dispuestos a escuchar,
motivar, servir, persuadir, adaptarse a la madurez del colaborador. Lo mismo que debemos hacer
quienes somos padres con nuestros hijos, al fin y al cabo, las organizaciones,
son seres vivos, personas vinculadas por un propósito común.
No tenemos mejores líderes por su
capacidad de resolver problemas complejos, en el mejor de los casos tendremos
mejores técnicos. Las habilidades de interrelación humana, se viven, no se
aprenden en los libros, no se aprenden sustancialmente en las aulas. El
desarrollo acelerado de ejecutivos, la exposición a mayores proyectos o su
involucramiento en varios equipos de trabajo, no los transforma en mejores líderes.
Muchas veces creo que las
organizaciones sufren el “síndrome del
pollo”; los criadores de pollos los mantienen en recintos iluminados las 24
horas para asegurarse que coman continuamente y crezcan más rápidamente para su
posterior venta. El resultado de este proceso, es que estos pollos están gordos, no
maduros.
Por ello, creo profundamente en
el mentoring, donde el mentor con experiencia y conocimiento, (experiencia de vida
y conocimiento técnico) contribuye al desarrollo personal y profesional del colaborador.
El buen mentor es que hace que el colaborador, tenga las piernas lo
suficientemente largas como para llegar
al piso, le permitan crecer manteniendo su equilibrio personal y no pierda de vista los aspectos fundamentales liderazgo.
¿Estoy siendo un buen líder?...