ABRIL 2025

domingo, 30 de marzo de 2025

NUESTRO BLOG CUMPLE 17 AÑOS

 


Por Guillermo Ceballos Serra

Hace 17 años nació este espacio con la intención de compartir conocimientos, reflexiones y experiencias sobre la gestión estratégica de personas y organizaciones. Lo que comenzó como una iniciativa personal se ha convertido en un punto de encuentro para profesionales, académicos y entusiastas del mundo organizacional. A lo largo de este tiempo, hemos abordado tendencias, desafíos y mejores prácticas, siempre con el compromiso de ofrecer contenido relevante y de calidad.

Uno de los pilares fundamentales de este blog ha sido la colaboración. Mes a mes, autores invitados han enriquecido nuestra plataforma con su visión y experiencia, generando debates y aportando nuevas perspectivas sobre el liderazgo, la cultura organizacional y la gestión del talento. Gracias a ellos y a nuestros lectores, hemos construido una comunidad que sigue creciendo y evolucionando con el tiempo.

Celebramos estos 17 años con gratitud y entusiasmo por lo que viene. Seguiremos explorando nuevos temas, adaptándonos a los cambios del entorno y fortaleciendo este espacio de aprendizaje compartido. Gracias a todos los que nos han acompañado en este viaje, y los invitamos a seguir siendo parte de esta historia. ¡Vamos por más!


PENSEMOS SIMPLE


Tengo el gusto de presentar el último libro de mi querido amigo Walter Torre que sale a la venta la semana próxima.

El libro adopta un estilo que combina elementos filosóficos y poéticos con una retórica de rebeldía e innovación. La estructura se organiza en “veintiún días” de directrices y reflexiones, lo que le confiere un ritmo casi manifiesto, como si cada “día” representara una faceta o etapa en el proceso de transformación interna y organizacional. Esta división temporal y temática refuerza la idea de que la innovación no es un evento puntual, sino un proceso continuo en el que la rebelión contra lo establecido es vital para el cambio.

Walter utiliza un lenguaje rico en metáforas y simbolismos, donde conceptos como “rebeldía”, “continuidad”, “discontinuidad” y “error” adquieren una dimensión casi mística. Se establece una dicotomía entre quienes verdaderamente se atreven a cuestionar el statu quo y quienes, a pesar de enunciar diferencias, se conforman con lo predecible. Además, las imágenes sus imágenes “aportan un tono profundamente reflexivo y existencial.

Como siempre, mucho para pensar, mucho para hacer.

 

EL LABERINTO GRIEGO

  



Por Walter F. Torre. Fundador de IBKIN INSTITUTE. 

IBKIN - International Bureau of Knowledge and Innovation. 

La estrategia me enseñó que, por definición, es inquieta. Intenta superar el orden establecido para proponer en un nuevo orden, que a su vez, deberá como un imperativo, ser superado. En esa dialéctica, la estrategia mira la oscuridad que ven los ciegos, para no ser ese hombre ciego que ve oscuridad, esquivando de esa manera, el destino que Shakespeare sentenció a los ciegos, el cual el más grande cuentista de ficción de todos los tiempos, rechazó. La estrategia prefiere peregrinar como Buda, por la ciudad multicolor.

Tampoco la estrategia, se adhiere a algún éxito pasado o presente, al querer sentir el aroma eterno del tiempo. Engañar a la muerte con éxito, tal Sísifo, es condenarse a otra muerte, la infinita, entre el cielo de una roca y el infierno de una montaña, que invocan día tras día a la rutina forzada. Zeus así lo sentenció.

En mis primeros años de trabajo, uno de mis jefes me decía, que las ideas que crean y se desprenden de la estrategia, dan a la estructura una realidad de fantasmas riesgosos, quizás, espectros que alientan miedos y certezas que están dentro de una lotería de posibilidades, sin saber cuál de ellas, es cierta o incierta. Por eso ante la duda, todas pueden ser verdaderas o falsas. La estructura, en su reverencia más ilustre, cultiva, ara su tierra, edifica y permanece en ella, la divide en porciones para obtener, intercambiar y consumir alimentos, en un espacio limitado por las relaciones, los deberes y la disposición, en el cual una inmensidad de veces, se vuelve una catedral de fácil acceso, aunque una vez dentro, se olvida la puerta de ingreso. Sus vidrios grabados con imágenes, calados y adornados, sus puertas cerradas, deforman y dificultan la visión clara hacia el exterior, fomentando la visión de las personas, en la belleza gótica, bizantina y barroca, sin renacimiento. Entramos en la catedral, nos asombramos por la belleza de sus detalles inquebrantables y nos quedamos allí, acostumbrándonos a la vejez y a la enfermedad de nuestros sentidos. Al contrario de Siddharta Gautama, preferimos quedarnos en el palacio.

La catedral nos invita a descansar, en una confianza rigurosa que las personas depositan en esa estructura firme y conservadora, sin preocuparse por disponer de la voluntad suficiente para abandonarla. A medida que las personas afianzan y refuerzan su confianza en el sistema, menos interesados están en encontrar alternativas perdidas, de explorar otras perspectivas, de juzgar si esa confianza en la catedral, se ha vuelto un laberinto griego, ese de una única línea recta. En esa línea se han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un detective, nos enseñaba el mismo que sentenciaba que la maestría de Dios, con magnífica ironía, le dio a la vez los libros y la noche.

La peregrinación por la idea perdida como la permanencia de las personas en las catedrales, anuncia u oculta el descubrimiento de un liderazgo organizacional, exista o carezca una creencia real sobre él. Quizás el desafío que más llama la atención, es aceptar que peregrinar en el liderazgo innovador es el desafío constante de seducir y dar coraje a las personas, para que eviten ingresar en las catedrales o en todo caso, salir de ellas. Es por ello que al menos dos ironías sufre y enfrenta el liderazgo. La primera, es saber que las catedrales de igual manera seguirán construyéndose y la segunda, es que aún en el mayor esfuerzo y el más inteligente, será inútil convencer a algunas personas que salgan de ellas. Ni siquiera aprenden o pueden recordar, que hasta Notre-Dame de París, con sus casi nueve siglos, no puedo resistir los embates de aquel que todo lo consume.

Este hecho sobre el liderazgo, tiene que ser aceptado, pero no por ello tiene que ser devaluado. Por el contrario, el liderazgo debe ser estimulado. Sería absurdo pensar que las vicisitudes de la gestión organizacional, podrían desprenderse de la intensidad necesaria de un buen liderazgo. No hay posibilidad de refutar este hecho, ni hay relato histórico que pudiera animarse a contradecirlo. Sí, podemos decir, que la gestión de un buen liderazgo ha sido calumniada innumerables veces, debido a que por sus virtudes, han querido sintetizarla en una suerte de pasos, cuyas pisadas ya están señaladas, su asombro perdido y su piedra filosofal, sin alquimia. 

El liderazgo es disciplina, arte, intuición, constancia, rebeldía, y quizás, todas y cada una de ellas juntas, complementarias y opuestas, lo que le daría al liderazgo, más de treinta y tres Budas. Nadie puede saberlo, ni ningún mortal posee todas esas virtudes. Pero, lo que es necesario entender, es que teniendo todas estas virtudes y emociones que las siete mujeres(1) explicaron años atrás, no hay organización que pueda ser creada y sostenida, sin su presencia. 

Más allá de sus cualidades, el líder sabe que existen principios que no puede evitar y que de hecho debe provocar, al entrar a un desierto que lo obliga a discernir y experimentar, en superficies engañosas e imperfectas, con escasas compañías que entran y salen y que solo pocas perduran a su lado. El líder entiende que la oportunidad, es un momento de silencio que debe gritarlo en soledad, donde todo puede pasar, si se sabe esperar con impaciencia la nueva realidad. La voz en silencio es la que construye y las acciones que seducen, las que perduran.

El líder conoce también, que las respuestas históricas están activas, presentes, cuyo sentido es devorar las preguntas que no finalizan en ellas, al igual que la paradoja de la serpiente. Al menos, dos nudos diferentes y necesarios deben resolver las preguntas de un líder para perdurar constantes y plenas. El primero, es reconocer que las respuestas separan, no reconcilian, porque al creerse firmes, no son dignas de pensarse ni repensarse, siendo ellas una única razón que, en tantas ocasiones, es adquirida. Por ello, la respuesta no tiene posibilidad de rejuvenecer con otras preguntas, cuando su razón es esculpida en una piedra o, en la imposición forzada a otros, que no se animan a preguntar. Un segundo nudo, está en comprender que las respuestas se vuelven doctrina y solo su defensa, es válida. Así, las respuestas, con el tiempo, se tornan verídicas, incluso siendo falsas. La refutación, en este caso, es una ciencia prohibida, nefasta para los propósitos de una respuesta que quiere como Sherezade, llegar hasta el alba para mantener el interés de su rey y no ser decapitada.   

Esa línea recta donde se pierden todos aquellos que observan belleza en su sencillez, es la ambigüedad que los líderes comprenden que tienen que superar. Así se dan cuenta que el tiempo mejor aprovechado, no está en correr rápido por esa línea recta, por ese laberinto griego, que no tiene principio ni fin. Por el contrario, su trabajo está en derribar esos muros laterales que son los que esconden ese laberinto, que nada tiene, nada ostenta, nada presume, que se entrega para ser conquistado porque sabe que las personas, volverán a recomponerlo en otra línea recta, en un karma infinito, que es el Karma de todo líder.


domingo, 23 de marzo de 2025

TECNOLOGÍA: MOTOR DE LA HUMANIDAD

 

Por Guillermo Ceballos Serra

La tecnología ha sido, desde los albores de la civilización, el gran motor del progreso humano. No es solo un conjunto de herramientas o inventos, sino la fuerza impulsora que ha permitido a nuestra especie trascender sus limitaciones naturales y transformar el mundo que la rodea. A través de la innovación, hemos conquistado territorios, superado enfermedades, expandido nuestro conocimiento y redefinido nuestra forma de vivir. En este recorrido, la tecnología no solo ha sido un reflejo de nuestra creatividad y necesidad de adaptación, sino también un factor clave en la evolución de nuestras sociedades.

Imaginen por un momento que despiertan en un mundo sin tecnología. No hay luz eléctrica, no hay teléfonos, no hay internet. No hay automóviles ni aviones. Incluso el concepto de escritura, una de las primeras tecnologías humanas, no existe. Estamos de vuelta en un tiempo en el que la única forma de transmitir conocimiento es de boca en boca, y donde la supervivencia depende exclusivamente de la fuerza física y la adaptación al entorno.

Suena imposible, ¿verdad? Y, sin embargo, hace miles de años, la vida era así. La historia de la humanidad es la historia de la tecnología. Desde que un grupo de nuestros ancestros aprendió a usar herramientas de piedra, cada avance ha sido un peldaño en la escalera del progreso. Hemos domesticado el fuego, creado la rueda, construido civilizaciones y, en el proceso, hemos redefinido constantemente lo que significa ser humano.

Pero ¿qué es realmente la tecnología? 

Muchas veces pensamos en ella como algo moderno, como computadoras, robots o inteligencia artificial. Sin embargo, la tecnología no es solo lo digital. Es cualquier aplicación del conocimiento para resolver problemas y mejorar nuestras vidas. Desde las herramientas más simples hasta los sistemas más complejos, la tecnología es el puente entre la imaginación y la realidad, entre la necesidad y la solución.

La tecnología no es solo algo que creamos; es algo que nos transforma. Nos da nuevas formas de comunicarnos, de entender el mundo y de extender nuestras capacidades más allá de nuestros propios límites físicos e intelectuales. Cada avance tecnológico cambia nuestra forma de vivir, de trabajar y de relacionarnos, generando nuevas oportunidades, pero también nuevos desafíos.

A lo largo de la historia, la tecnología ha generado visiones opuestas sobre su impacto en la humanidad. Los tecno-utópicos creen que el avance tecnológico resolverá todos los problemas sociales y económicos, llevando a una era de abundancia y bienestar sin precedentes. En el otro extremo, los tecno-pesimistas advierten sobre los peligros del progreso descontrolado, desde la automatización que desplaza empleos hasta la inteligencia artificial que podría escapar de nuestro control. Entre ambos extremos, los tecno-optimistas reconocemos los desafíos, pero confiamos en la capacidad humana para dirigir la tecnología de manera responsable y aprovechar su potencial para mejorar la vida de las personas.

En este contexto de cambio constante, surge una pregunta clave: ¿quién es responsable de capacitar a los trabajadores para mantenerse al día con la evolución tecnológica? La respuesta no es única. Por un lado, las empresas tienen el deber de invertir en la formación de sus empleados, no solo para aumentar su productividad, sino porque su propia supervivencia depende de ello. En un mundo donde la tecnología redefine constantemente los modelos de negocio, las organizaciones que no capaciten a su gente quedarán rezagadas frente a aquellas que sí lo hagan. Sin embargo, también recae en cada uno de nosotros la responsabilidad de mantenernos actualizados y desarrollar nuevas habilidades. En un entorno laboral en constante transformación, la empleabilidad ya no depende solo de lo que sabemos hoy, sino de nuestra capacidad de aprender y reinventarnos continuamente. 

Este concepto, conocido como learnability o capacidad de aprendizaje, se ha convertido en una de las competencias más valoradas en el mercado laboral. No se trata solo de acumular conocimientos, sino de ser capaces de adaptarnos rápidamente a los cambios y adquirir nuevas habilidades según lo requiera el contexto. La educación no termina con un diploma; se convierte en un proceso vitalicio

Hoy tenemos la suerte de explorar este universo fascinante, entendiendo cómo la tecnología ha evolucionado a lo largo del tiempo y cómo se divide en diferentes categorías que impactan nuestra vida cotidiana. Desde la tecnología médica que salva vidas hasta la biotecnología que revoluciona la agricultura, desde la inteligencia artificial que transforma la economía hasta la exploración espacial que nos lleva más allá de nuestro planeta, veremos cómo cada una de estas áreas nos ha traído hasta aquí y nos llevará al futuro.

La tecnología es mucho más que herramientas y dispositivos; es la manifestación del ingenio humano. Y la gran pregunta que debemos hacernos no es solo qué podemos crear, sino qué queremos lograr con ello. Porque, al final, la tecnología no define quiénes somos… somos nosotros quienes definimos lo que la tecnología puede llegar a ser.